Dr Gil Fortoul y el tema de la cultura en “Historia constitucional de Venezuela”

Parece haber autores fundamentales que uno conoce sólo de “oídas”. Por referencias orales en clase de algún profesor particularmente inspirado, conferencia o manual universitario. Antologías siempre sesgadas. Además de leerlas apresuradamente a propósito de algún examen circunstancial, pero no por el estudio de su obra directa.

Entre otras cosas tal vez por una grave falencia personal y de los programas y planes del tiempo ya distante, ay, del pregrado como Profesor en Ciencias Sociales, Mención Historia (en el caso particular, la UPEL-IPB, 1990-1995). Aunque no se puede ignorar, según denunciara el poeta Andrés Eloy Blanco, además de pintores que pintan con el pincel extranjero, también tenemos una significativa dependencia técnica, científica y cultural de los grandes centros hegemónicos de antaño y ogaño: nos “formamos” académicamente con autores y teorías extranjeros antes que divulgadores o “mediadores” venezolanos, latinoamericanos y caribeño, junto a que en última instancia, como bien dice mi buen amigo, colega y coterráneo “El Ruso”: “Porque uno es muy ignorante”. Y conste que él estudió en el extranjero (Europa del Este, Universidad Patricio Lumumba, antigua URSS, en la década de 1980) y ha llegado a ser un respetado profesor y exigente como el que más. ¡Siendo igualmente voraz y atento lector!

Así, en estos días cuando se ha vuelto a invocar el “Calma y cordura”, la casi olvidada frase de Eleazar López Contreras, también autor de obras sobre temas de historia bolivariana. Indicando con ello que en difíciles situaciones no cunda el pánico (o “Que no panda el cúnico”, como suele pedir el “El Chapulín Colorado”), nos dedicamos a hojear bajo la sombra amiga que cubre un banco de la Plaza Bolívar una parte del  grueso libro del afamado intelectual tocuyano, larense y venezolano Dr. José Gil Fortoutl (Barquisimeto, 29 de noviembre de 1861-Caracas, 15 de junio de 1943): “Historia Constitucional de Venezuela” (Quinta edición, Tomo Primero), “La Colonia, La Independencia, La Gran Colombia” (Librería Piñango, Caracas, impreso en Talleres Eosgraf, S. A., Madrid, España, 1967).

Primero nos cautivó que la prosa las bellas láminas en blanco y negro con efigies de los héroes patrios: Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, escenas de la guerra de independencia y otra.  Incluidos entre sus diversos capítulos. Lo segundo que nos atrapó fue el “Prefacio de la segunda edición”, escrito el mismo Gil Fortoul en 1830 y que es donde aborda el tema de la cultura venezolana con relación a lo que el historiador Dr. Germán Carrera-Damas (Cumaná, 1932-), en su famoso manual “Historia de la Historiografía Venezolana” (UCV, Caracas, 1985) da en llamar “… la ruptura del nexo colonial” (p. 17). Ello define un parte aguas sobre asuntos de continuidad y/o ruptura en los planos ontológico, antropológico y axiológico, expresados a su vez en cuestiones propios de la filosofía de la práctica. A saber, la identidad y pertenencia a la región latinoamericana y caribeña o la metrópolis española; de tal suerte que semejante asunto viene a ser un trasunto que tradicionalmente escapa a la narrativa de ciertos profesores, escritores e historiadores profesionales que hacen vida en las corporaciones universitarias o son individuos de número en las diversas academias nacionales.

El volumen de marras “Historia Constitucional de Venezuela” en la referida edición hermosamente ilustrada, aunque un poco deteriorada, lo tomamos no sin desconfianza pero con unción de una inmensa caja destinada a ser recogida por empleados de una recuperadora de papel en el rincón de libros usados que administraba una buena amiga que ha debido dejar su espacio del conocimiento libresco para dar paso a una nueva panadería-restaurante de unos libaneses admiradores de la ciudad de Damasco, dado que Barquisimeto últimamente viene siendo invadida por estos turcos que miran los libros usados con desdén como si sólo de pan viviera el hombre; en fin, esta amiga al vernos observar la obra ya clásica de don Gil Fortoul de esa manera nos lo obsequia, porque aún a sabiendas de que se trata de un libro importante “No tiene salida y falta su complemento”, el tomo segundo; además dizque “Ud. le sacará mayor provecho” … ¡Cosas de la amistad, pues!

Concretamente y aparte de confesar nuestra ignorancia sobre cómo discurre en torno a la cultura venezolana un tratadista otrora tan comentado seguramente como José Gil Fortoul, convendría decir que en realidad nuestro ejercicio de la carrera docente nos ha llevado por otros derroteros, diferentes a la investigación bibliográfica. Aunque próximos a la docencia y la investigación de la técnica, ciencia y arte de la historia, como define por cierto el citado autor el quehacer de Clío.

Por ejemplo y fuera de toda vanidad, decir que al iniciarnos en las lides profesorales administramos con suplencia en un liceo periurbanos y sendos colegios citadinos con asignaturas como: Geografía Universal, Ciencias de la Tierra, Sociología, Educación Artística e Historia del Arte (1994-1995); luego por  concurso de credenciales en el Ministerio de Educación (1995) fuimos destinados a una escuela primaria en el medio rural, del 1ro al 6to Grado, alternativamente (1995-2005); paralelamente como éramos asiduos de un seminario de estudios de filosofía, con lecturas lentas y bien explicadas por el Dr. Francisco Zambrano, fuimos de su staff de Profesor Supernumerario en el Área de Teoría Educativa la UPEL-IPB, en asignaturas como Introducción a la Filosofía, Filosofía de la Educación, Ética y Docencia (1998-2001), nunca en Historia Universal, de América o de Venezuela.

En Misión Sucre ejercimos como tutor entre otros programas, en Proyecto de Gestión Ambiental (2003-2007), bajo una perspectiva muy vinculada a la filosofía latinoamericana y la epistemología del sur; donde, por cierto, nuestro libro de cabecera fue: “Crítica a la razón productiva de la modernidad y discurso filosófico ambientalista postmoderno”, de Lenín Cardoso y Álvaro B. Márquez-Fernández (UNICA, Maracaibo, estado Zulia, 2003). Luego en 2005 volvimos a la UPEL-IPB al ganar las oposiciones siempre de la mano del muy distinguido y recordado profesor Zambrano y los no menos apreciados en presente doctores Ibar Varas y José G. Giralico, quienes fungieron entonces como jurados meticulosos, pares académicos ellos que han transitado siempre los caminos de la filosofía y el trazo en el vuelo del búho de Minerva, pues.

De tal manera que tenemos la excusa, siempre las hay, dicen; de que poco tiempo nos ha dado la vida misma para adentrarnos más vivamente en conocer esa solemne señora, distante y formal que según el colega Rodríguez-Barroso, docente ordinario de la ULA-Mérida ahora residenciado en Madrid, España, es la historia como disciplina humanística, sus corrientes o sus cultivadores hasta los días que corren y en una circunstancia apremiante. Cuando la dinámica sociopolítica nos exige mayor reflexión y compromiso hacia una mayor aproximación de la historia nuestra-americana desde una perspectiva cultural crítica. Aunque sin obviar necesariamente las dimensiones económicas y sociales, a la manera como se han acercado reconocidos historiadores venezolanos como los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas, de quienes valga decir que a la distancia sobre todo a través de sus obras principales y a veces hasta con asesorías personales, algo hemos aprendido y los consideramos maestros nuestros, sin ser sus incondicionales.

Finalmente, porque siguiendo en esto un consejo de un periodista conocido buen cronista de futbol, tópicos culturales latinoamericanos y más recientemente de la crónica política puntillosa de lo actual venezolano, no conviene extenderse en sueltos periodísticos. Así, volviendo al asunto inicial de esta nota, Gil Fortoul plantea que “…  la historia no ha de ser tribunal, ni juez de parte el historiador” (ob cit, p. 24) sino plantear problemas e hipótesis de trabajo. Por ejemplo, señala que:

“Por largos años hubo aquí dos escuelas sobre la manera de historiar el régimen colonial, las guerras de Independencia y los primeros períodos de la República. Para la una escuela, a España se le debe toda la “civilización” de las Indias Occidentales: ella no encontró acá sino salvajes o “bárbaros”, y sometiéndolos en unas partes o aniquilarlos en otras, implantó un régimen más avanzado, en el sentido europeo, del cual deriva todo lo bueno que se podría hallar en las nuevas Repúblicas. Para la otra escuela el coloniaje fue solamente dominación sin freno, despotismo ilimitado, oscura tiranía. Exageración y exclusivismo explicables ahora después de más de un siglo” (ídem).

Luego inserta tres perlas que con perdón de los ya extenso que se va haciendo las citas, acota que (a) “La verdad histórica es que ni los indios eran tan bárbaros, como que en muchas partes habían tenido y tienen cuando llegaron los conquistadores “civilizadores” muy adelantados, y en algunos pormenores más que los europeos” (ídem); (b) “… ni los españoles dejaron de ser sinceros en creer que implantaban acá una cultura en todo superior”. (c) “Y la verdad histórica es también que, durante las tres épocas a que se refiere este primer tomo, hubo influencia recíproca: España para las Indias con sus instituciones, artes y costumbres; de las Indias para España con sus riquezas, con su mezcla de razas y con nuevas maneras de pensar y vivir que adquirieron aquí los colonos y sus descendientes” (ídem).

Concluye nuestro nuevo patrón de la historia crítica e “insurgente” que, como si citara de memoria hoy a don Edgar Morin (en “Los siete saberes necesarios a la educación del futuro”, 2001), con perdón del anacronismo, el conocimiento suele padecer del error y la ilusión; pues, señala que:

“Ilusión, ver en las nuevas Repúblicas una simple “prolongación” de España y hablar de raza hispánica, aplicando semejantes términos a una supuesta unidad orgánica, política, moral, que no existió nunca. Ilusión, pensar que por servirse de la misma lengua España y América tengan o vayan a tener el mismo desarrollo intelectual. Con la lengua habrá siempre una “cultura” hispanoamericana, pero cultura que en América tendrá siempre carácter especial, como combinación varia de hispanismo, indianismo o cosmopolitismo. Ilusión, por último, convertir al libertador en “genio representativo de la raza”. ¿De cuál raza?” (ob cit., p. 25).

¿En qué quedamos entonces? La respuesta es, como ha establecido García Canclini, lo apropiado vendría a ser hablar de mestizaje o “culturas híbridas”, pues, dice Gil Fortoul:

“Al correr de tres siglos se vino formando acá otro hombre, individual y colectivo (no me atrevo a decir hispanoamericano, porque mi propósito se limita a escribir la historia de una sola nación), otro hombre venezolano “típico” bajo los aspectos orgánico, social, político, moral e intelectual, del que en repetidas ocasiones se pudieran señalar ejemplares significativos. En este venezolano, cuyo “tipo” por de contacto no es común todavía, se mezclan y compenetran razas y mentalidades de origen diferente. Es descendiente a un tiempo: de indio indómito (de Guaicaipuro, de un Cuaricurián); de conquistador español del siglo XVI (un Juan de Villegas con su mujer Ana Pacheco) o alemán vasallo de Carlos V (un Federmann, un Hutten); de africano excepcional entre los tristes esclavos de la costa de Guinea (algo así como el Miguel de Buría, pero menos imitador servir de las instituciones de sus amos); de inglés compañero de Walter Raleigh y favorito de la reina Elizabeth; de francés enciclopedista y jacobino del siglo XVIII; y progenitor o precursor de otros hombres representativos en democracias no previstas…  Quien más se acercó a este tipo de hombre nuevo fue el Libertador, en los períodos fecundos de su genio, antes de la agonía que empezó en 1828. Por haber heredado los mejores caracteres mezclados ascendientes, pudo ser guerrero fuerte, audaz e indomable hasta acabar con el imperio español en América” … (ídem).

Quien haya llegado hasta aquí en este suelto podrá advertir lo interesante de las tesis que sobre cultura plantea en esa, una de sus obras principales, el historiador positivista Dr. José Gil Fortoul y sus implicaciones son amplias en lo atinente a la comprensión de lo que Michel Foucault denomina “ontología de lo actual”. Advirtiendo que esta constituye una aproximación inicial a una ponencia tal vez mejor estructurada que pensamos presentar en las ya tradicionales jornadas de investigación y docencia de la ciencia de la historia (organizada por la Fundación Buría) que se desarrollará en Barquisimeto en junio del presente año 2019. Jornadas que ya con más de treinta años de continuidad han representado para nosotros desde la década de 1990 una de las mejores expresiones de la dinámica del trabajo académico universitario, sobre todo cuando se pertenece a un núcleo universitario de provincia.

 



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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