¿Qué, cómo y para qué enseñar?

No cabe duda que los seres humanos llegan a ser como son, primero porque son consecuencia del acondicionamiento recibido durante el proceso de socialización y aculturización (recepción de otra cultura y adaptación a ella), con el riesgo de la cultura propia, reforzada continuamente por los estímulos provenientes del entorno social. Y segundo debo agregar la educación sistemática del estado, impartida a través de la educación oficial y la educación privada. Evidentemente, la influencia de la primera sobre la segunda es indiscutible, a tal grado que los resultados son determinantes sobre todo el influjo ejercido sobre los jóvenes y adultos, por ejemplo, por los medios de comunicación de masa.

Los expertos en educación maestros, profesores, licenciados, master, doctores, PhD entre tantos eruditos sobre el tema son los que determinan la conformación de los currículums vitae, es decir los planes y los programas de estudios de primaria, secundaria y universidades. A despecho de los mejores esfuerzos de tales especialistas y de sus buenas intenciones cabe preguntarse la razón del por qué los países del sur, los no desarrollados (los llamados del "tercer mundo") no han alcanzado el nivel de industrialización requerido para vencer la miseria y tantos problemas que los agobia. Evidentemente no es fácil dar respuesta a este interrogante, dado que existen factores externos e internos que imposibilitan que nuestros países no posean planes educativos para alcanzar el desarrollo necesario para vencer nuestras dificultades.

Tomemos por ejemplo a un joven bachiller de unos diecisiete años después de once años de estudio y pregúntele para qué está capacitado. Seguramente se ruborizará al responder que no sabe hacer nada, que para lo único que está preparado es para ingresar a una universidad. Algunos de estos jóvenes provienen de colegios religiosos en los cuales sus profesores le inculcaron que la luz de la razón emana de La Biblia, una educación no seglar envuelta en ceremoniales en defensa del deber y de la resignación cristiana. Contrariamente a lo que ocurre en las sociedades primitivas donde un joven artesano, después de la preparación de dos o tres años de aprendizaje al lado de un tutor, el ante aprendiz se convertirá al poco tiempo en un profesional meritorio capaz de enfrentar la vida.

Una vez que el joven bachiller ingresa a la universidad su problema principal es obtener un título o diploma de licenciado, médico, ingeniero, odontólogo…. Tal pergamino se convierte en un símbolo de estatus, con el interés de ingresar a una empresa como empleado bien remunerado. Esto le le permitirá preservar los símbolos de estatus que posee la familia, por ejemplo el del padre, si este este es médico o ingeniero…En este caso los conocimientos adquiridos pasan a segundo plano y su aplicación que contribuya al progreso del país no es lo fundamental. De seguro las ilustraciones alcanzadas en la "casa que vence las sombras" no fueron las necesarias para que la nación prospere, salga del subdesarrollo e ingrese al modernismo social, económico y político.

Evidentemente, nada de eso es casual. Nuestros egresados universitarios acuden a las universidades extranjeras para obtener especializaciones, no para que los conocimientos adquiridos contribuyan a nuestro desarrollo, sino más bien para preservar el coloniaje a través de su preparación. El lector pensará que estoy exagerando, pero basta revisar nuestro devenir histórico social, económico y político y nos daremos cuenta que en Venezuela y en la mayoría de los países sudamericanos persisten instituciones heredadas del período colonial, tales como los cabildos, las alcaldías, la gobernación, el congreso y las universidades. Estas últimas concebidas, tal como fueron ideadas por nuestros colonizadores. Pero no solo conservamos rasgos concebidos antes de las guerras de la independencia, hoy abandonamos algunos de aquellos atributos para aceptar y aplicar ideologías importadas, como la referida democracia representativa proveniente de EEUU y Europa. Preceptos que solo sirvieron para que las oligarquías se mantengan en el poder, sin posibilidad de resolver los problemas de la pobreza y otras dificultades que padecen inmensas masas de excluidos, dado el carácter racista de sus doctrinas.

Todos esos cánones se mantienen escondidos detrás de la democracia representativa, de la soberanía popular, de la constitución, de las elecciones libres y de los derechos humanos, que no son más que eslogan electorales para alcanzar el poder. Todo esto, que fue trasladado a los países del sur, desató una anarquía política-económica-social, una seria confusión, un verdadero caos, corrupción, menosprecio a las minorías, reparto de botín, y un pueblo sometido a un deportismo disfrazado de democracia. Fue así como se mantuvieron incólume, ilesas e intactas las estructuras de los gobiernos oligárquicos ante la indiferencia de la comunidad internacional.

Lamentablemente es a través de la educación, entre otros factores, la que mantiene la ortodoxia política, dado que es la manera de preservar la catadura oligárquica en las estructuras de poder. El problema que surge y el que se la le plantea a los gobiernos progresistas de Venezuela y Suramérica es ¿qué enseñar para salir del subdesarrollo? Imposible negar que estamos en la época de la informática, del mundo digital, de las computadoras, de chips, de nanotecnología, de la robótica industrial, de la transmisión a través de fibras ópticas, la bioindustria y sus aplicaciones (química, agricultura, energía…), nuevas tecnologías aplicadas en campos fundamentales como la educación y en la medicina, redes modernas de telecomunicación, entre tantos conocimiento que deben adquirir nuestros jóvenes para incorporar el país a la modernidad y que tales conocimientos aprendidos tengan una aplicación práctica para lograr la industrialización sin la destrucción del ambiente.

Es indiscutible como una cantidad de jóvenes abandonan el país, unos para poner sus conocimientos al servicio de otra nación con la excusa, innegable, de la grave situación, consecuencia de las duras sanciones aplicadas por el imperialismo y otros, buscando la vida fácil a la que estaban acostumbrados en Venezuela. A mi mente me viene el Japón devastado, arruinado como secuela de las bombas atómicas tras la rendición del imperio del Sol (1945). Es sabido del "milagro japonés", hacia la conquistas de los mercados, que en menos de cuarenta años los países imperiales que lo derrotaron sufrieron una de la mayor crisis comercial debida a la exportación de los productos "made in Japón" tales como automóviles, relojes, cámaras fotográficas, computadores, entre tantas mercancías que ingresaron al mercado comercial competitivo con productos de alta calidad y de bajos costo. En verdad, este logro no fue el corolario de un prodigio. Aquellos otrora jóvenes nipones no abandonaron su país ante la grave crisis. Los orientales se dedicaron a trabajar, a estudiar con disciplina y amor por su país. Hoy, este mismo fenómeno lo está observando estupefacto el mundo, se trata del desarrollo abismal de China, que en menos de cien años pasó de un país rural a otro con la primera economía del planeta.

Lo anterior no es una potestad solo de los asiáticos, esto fue consecuencia del trabajo y la disciplina de millones de seres humanos, quienes después de sus arduos estudios y trabajo pusieron el conocimiento al servicio del desarrollo de la inteligencia. No podemos restringir la inteligencia como un monopolio de los orientales. Aquella, la inteligencia, no es patrimonio de unos pocos, lo que hicieron los japoneses, los chinos y los vietnamitas fue explotar a fondo el poder creador que posee todos los seres humanos. Las exigencias elementales de la supervivencia los obligaron a inventarlo todo partiendo casi de la nada. Se pusieron a estudiar, a trabajar con disciplina, desterrando los prejuicios de la educación tradicional para cambiar, aprender e inventar y así salir de la oscuridad. No fue raspando cupo, ni bachaquendo, ni traficando, ni ocupando un puesto burocrático, ni vendiendo billetes como mercancía, ni tampoco arrellanado en una butaca ejecutiva en una oficina frente a una computadora como los venezolanos alcanzaremos el desarrollo, que todos anhelan pero que muy pocos quieren esforzase para lograrlo. Pareciera que más fácil es abandonar el país que trabajar denodadamente dentro de un colectivo para el bien de la patria.

Los especialistas en educación deben pensar cuáles son los conocimientos que deben impartirse, cómo se van a enseñar y para qué, es decir qué utilidad tendrán para que contribuyan a nuestro desarrollo. El conocimiento tiene sentido cuando es útil, en caso contrario no pasa de ser una retórica insulsa. Bien lo expresó Simón en una carta a Antonio José de Sucre: "La gloria está en ser grande y en ser útil". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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