Contradicciones y transformación educativa

En tiempos de profundas contradicciones, lucha de clases y dificultad para el reconocimiento de los unos con los otros, le toca a la educación, sumergida en esta oleada de péndulos, dar sus debates en materia de transformación curricular, tema que toca profundas susceptibilidades y que obliga a hablar de concepciones filosóficas, epistemológicas, éticas y de necesario contiendo político. Escuchaba recientemente decir que la educación no es política pero la política está en toda educación.

En todo caso, la trasformación educativa pasa por distintas fases y ciclos que van desde la incertidumbre, la resistencia al cambio con su zona de confort hasta apelar a la defensa de lo viejo, que no por serlo se desmerita: La pregunta que cabe es que si la vieja escuela formó a los hombres que están haciendo actualmente la transformación, ¿cómo es que esta escuela es satanizable e indeseable? Más aun ¿por qué habría que transformarla?

Una primera respuesta técnica y de escritorio se despacha con cifras y números de escolarización, deserción, prosecución escolar; sin embargo el enorme esfuerzo de descolonización pedagogía y de apertura a nuevas lecturas de las realidades como producto del debate político en el país aporta legítimas razones para su revisión. Nos paseamos por un modelo de aprender-desaprender, un intento de reconocer las bondades de los que somos, de valorar los aportes que han hecho los magisterios latinoamericanos y que habían sido invisibilizados por el modelo neoliberal que fragmentó al Hombre del Siglo XX.

En consecuencia el tema nos obliga a pasearnos por la promoción de una sociedad de consumo que alimenta el individualismo y ve a la educación como una oportunidad de convertir al sujeto social como un ser dócil, alienado y enajenado de lo que es y que lo lleva a borrar su memoria histórica. Ejemplo de ello se observa cuando el magisterio venezolano brinda la oportunidad al maestro para la construcción de su currículo contextualizado, con plena libertades para debatir, construir y proponer, (cosa poco frecuente en otros países de América latina) y reacciona exigiendo una receta por un lado, y por el otro haciendo calificaciones apresuradas de currículo adoctrinante, castrando su estelar oportunidad de construir lo nuevo a través de la revalorización de su praxis cotidiana.

Reacciones frecuentes como la apatía, la rabia, la descalificación, la desidia en los colectivos de trabajo van alertando de la necesidad de asumir con valentía el concepto de Estado Docente y declarar la emergencia pedagógica que sirva de contraofensiva a la guerra económica y le brinde una base solida de conciencia, honestidad y solidaridad apuntando a la formación de una vanguardia de cuadros del magisterio que empujen la transformación.

Habría que decir que los cambios no se generan al azar, con decretos, y mucho menos con una línea horizontal a la cual (y con razón esgrimimos) como Política de Estado, sin más. Al maestro hay que moverle sus disposiciones, convencerlo con argumentos, hacer un gran esfuerzo para contrastarle la vieja escuela del positivismo y el conductismo con la nueva que abandera la pedagogía del amor, la esperanza y la reflexión.

Así, la invitación es a sentar al maestro, no en la banquillo de los acusados como muchos leguleyos lo hacen endilgándole todas las responsabilidades de los males de la sociedad sino por el contrario ganándolo concienzudamente a reflexionar sobre la transformación no como un mero hecho administrativo de recaudos, tareismos o prebenda material como Canaima, Pae o Colección Bicentenario (avances necesarios que son parte de la distribución justa del ingreso petrolero) sino también el esfuerzo de mover su conciencia , tocando el alma del maestro, su reivindicación y dignidad como referente ético en la sociedad, ganando sus disposiciones y ocupando su mente en la reflexión de su praxis, cuestionando su hecho educativo con la problematización, la dialéctica y la pedagogía de la pregunta.

El Proceso de transformación educativa nos interpela en las causas y consecuencias, el qué para que, con qué, donde, cuando, quienes y por qué ocurren las cosas, es decir reinterpretar el hecho educativo a partir de nuevos enfoques que nos inviten a trabajar en la solidaridad, la participación autentica y la reflexión critica de lo que como magisterio estamos haciendo mal.

Esto conlleva a denunciar vieja practicas que empañan al proceso de transformación curricular como lo son el burocratismo, la improvisación, el "para ayer" con que se solicitaban los recaudos administrativos además de la falta de seguimiento y control, una debilidad que se manifiesta cuando se concibe a la Supervisión Educativa como un mero "acompañamiento pedagógico" que habla de un Ministerio que le gusta dejar hacer y que contradice su función de Estado Docente. Así, en cualquier país de América Latina e incluso Europa la Supervisión es llamada por su nombre, y ella lleva implícita el control, la administración y el seguimiento de las políticas educativas sin timidez ni eufemismo y que al mismo tiempo no signifiquen excesos o abusos de poder.

Al maestro como sujeto social se le indilga la responsabilidad social de la transformación la cual no negamos, sin embargo se olvida del rol que debe desempeñar la familia, la comunidad organizada, los medios de comunicación, y el Estado como un todo corresponsable de los procesos educativos y las acciones que deben tributar en la formación del hombre nuevo dibujado en la Carta Magna.

saldeno@gmail.com



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