Historias de la hiperinflación (I)

Hoy se pregunta el colectivo, incluyendo a los oposicionistas más rancios como Héctor Manrique (intelectual y actor-director de novelas de Tv), por qué no bajan los precios a nivel del minorista, si el cambio del dólar estadounidense ha perdido hasta 700 bolívares en cuestión de días en medio de violentas manifestaciones progolpistas y proinvasión trumpistra que se han desarrollado toda esta semana del 21 de enero: https://twitter.com/manriquehector .

La respuesta que damos es que simplemente es una actitud normal del comerciante, productor, ofertor en medio de situaciones de elevada inflación (y parálisis de importaciones). Su expectativa racional es que la situación seguirá empeorando, con cualquier presidente o régimen de acumulación. El miedo es libre, habrán de pensar, y continúan con su actitud de incrementos de precios, mientras no tengan mayor competencia y el Estado se encuentra en una débil posición operativa y de tipo político-geoeconómico, más aún a las puertas de un embargo comercial, como el que se anuncia sobre Pdvsa, principal empresa exportadora del país. https://actualidad.rt.com/actualidad/303672-eeuu-anunciar-sanciones-petroleos-venezuela

Los procesos de elevada tasa de incremento en el nivel medio de precios originan indefectiblemente efectos denigrantes sobre el cuerpo social de la nación que experimenta tal fenómeno. La pérdida de los valores individuales frente al hecho inocultable de la dificultad de satisfacer las necesidades más elementales por esa merma absoluta en el valor de los ingresos monetarios, trae consigo la degradación de las actividades humanas, más allá de la simple esfera productiva.

Y ello ha sido así en todo tiempo y lugar; en el siglo 20 -que ha pasado a la historia como el siglo de la inflación, aun sobre la imagen de la Gran Depresión (gran deflación) que azotó a los Estados Unidos primariamente, siendo la que ha permanecido como reflejo de la historia económica del mundo occidental contemporáneo-, justo después de la primera guerra mundial, el profesor John Maynard Keynes (1923) describió la actitud corrompida del empresario convertido en simple especulador:

Pero si la depreciación de la moneda es fuente de ganancias para el empresario, también es ocasión de oprobio. A los ojos del consumidor las ganancias empresariales excepcionales aparecen como la causa (y no la consecuencia) del odiado aumento de los precios. El empresario mismo, en el fluctuante torbellino de su fortuna, pierde su instinto de conservación y comienza a pensar más en las grandes ganancias de ocasión que en las menores –pero más estables- ganancias de los negocios normales. La buena marcha de su empresa en un futuro relativamente distante tiene menor importancia para él y su mente se entusiasma ante la perspectiva de hacer fortuna rápidamente e irse. Sus ganancias excesivas le han venido sin buscarlas (…), pero una vez en su poder no renunciará fácilmente a ellas y procurará por todos los medios conservar su botín. El empresario, puntal de la sociedad y artífice del futuro, a cuyas actividades y recompensas se otorgaba hasta hace poco un carácter casi religioso, el más respetable, digno de elogio y necesario de todos los hombres y todas las clases…tiene ahora que sufrir miradas de soslayo, sentirse sospechoso y atacado (…). Se ha convertido en un especulador y él se sabe a medias culpable.

Con esta extensa cita buscamos mostrar que una tasa elevada de aumento en los precios no sólo habrá de fundarse en razones monetarias o crematísticas, sino que tal fenómeno posee unas bases y una genética estructurales que –en su reproducción y reforzamiento mutuo- desembocan en un estado de cosas donde el cuerpo socioeconómico de la Nación se ve trastornado en todos sus órdenes y relaciones de fuerzas, convirtiéndose en una ruinosa entidad asistida. De forma que la pérdida del sentido de un interés común es una de las consecuencias más graves de la inflación y constituye un costo no incluido por las usuales funciones del bienestar elaboradas por los economistas, tal como nos recuerda el profesor Charles S. Meier (1983, p. 56), al relatar la necesidad de generar una sociología política de la inflación que contribuya a comprenderla "como una de las principales formas de conflictos de distribución en la sociedad contemporánea".

Como vemos, en todas partes el inversor es temeroso hasta el punto de perder sus valores y no dudamos de que, en caso de triunfar los opositores-pro invasores, seguirán con sus prácticas hiperinflacionarias. Las raíces de ello debemos buscarlas en nuestros orígenes como pueblo, los extranjeros han dominado nuestro comercio: canarios, ingleses, franceses, alemanes, estadounidenses, judíos, árabes, colombianos, dominicanos y toda suerte de gente que llega aquí a llenarse con los frutos de nuestro trabajo y nuestra tierra para financiar los procesos de acumulación de sus países de origen o del poderoso imperio del Norte. Hemos faltado –no sólo el chavismo- en dejar de formar una burguesía nacional productiva y no parasitaria de la renta petrolera, que incremente el producto nacional y diversifique el cuerpo económico de la nación, solo así comenzaremos a salir de esta asfixiante hiperestanflación (gran recesión en la producción + hiperinflación).

Terminando esta nota, se anuncia una nueva plataforma de intercambio de divisas, llamada Interbanex y donde solo se anuncia como participantes entes privados (http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/economia/banco-central-autoriza-plataforma-privada-para-compra-de-divisas/), lo que nos lleva al punto de inicio de la crisis hiperinflacionaria: la escasez de divisas internacionales que permitan importar al menos a niveles racionales alimentos, medicinas, materias primas y pagar deudas con el resto del mundo. Mientras el Gobierno y Banco Central no participen inyectando liquidez al mercado cambiario, el dólar y otras monedas no se estabilizarán, ello porque el Estado venezolano es el primer generador de divisas (o recolector) y los privados –que poseen 400 millardos o más en activos externos- nunca estarán interesados en reinyectar en inversiones productivas o de cartera sus recursos, mal habidos o legalmente percibidos, dado que no confían en la economía nacional y mucho menos en la coyuntura de intervención externa, ni locos que estuvieran, así que poco peso ejercerá la citada plataforma para estabilizar el mercado de divisas y financiero, y, por tanto, poco efecto tendrá en detener las tasas semanales de depreciación de nuestra moneda y de inflación.

P.D. Esta decisión de crear otro mecanismo cambiario refleja la actitud de nuestro legítimo gobierno: quiere estar bien con Dios y con el diablo; al tiempo que le cierran las cuentas de Pdvsa, lo que debe llevar a la suspensión de garantías económicas, al menos, pasando a nacionalizar la banca y el comercio –para impedir un pandemónium de precios- libera aún más el mercado de divisas, lo que llevará a mayor especulación en los mercados. Es como su actitud frente a la cancelación de la Serie del Caribe: mientras ha debido ordenar la no participación del Lara, dado el desprecio que nos ha hecho la Confederación del Caribe y la MLB, pues salen declarando que apoyarán a Cardenales para que vaya a Panamá ¿Cómo queda la dignidad de nuestro pueblo larense, a quienes, sin justificación y sólo para plegarse a la forma colonial de dirigir el deporte por parte de los EE.UU., les han quitado la sede del evento?

Amanecerá y veremos.

 

Econ.

caag33@hotmail.com, @caag_33

 



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