La peor crisis económica en 100 años. No la única por cierto

La crisis económica de Venezuela, es un ciclo que "se levanta cada 100 años"…, siempre al final de una bonanza, teniendo por constante que terminada la fiesta de los ingresos quedamos absolutamente solos ante el mundo. El que nos encontremos en medio de esta catástrofe durante la segunda década de los 2000 no es una casualidad ni el mero resultado de una "mala gestión", tiene que ver con nuestra forma venezolana de disputarnos el poder, invariablemente mostrando esa igualitaria generosidad con lo extranjero cuando estamos en la buena y olvidándonos de fomentar la unidad interna, por lo cual cuando llega la crisis se agudiza la fractura, actuamos como bandos que prefieren el todo destruido a cualquier acuerdo. Así lo hicieron Paez, Guzmán Blanco, Gómez y Betancourt, privilegiando a la nación del norte y reprimiendo internamente lo que estuviera contra los intereses de esta.

Por otra parte, Venezuela se ha conducido en su región como la "hermana mayor", que es pura abnegación y sacrificio, quién levanta los hermanos, los hace hombres y mujeres para luego ser ignorada cuando ya no la necesitan. ¿Qué hicieron las naciones vecinas por Venezuela en las enormes dificultades soportadas entre 1830 y 1950?, simplemente la dejaron de lado, pero cuando tuvo 4 puyas por su petróleo las trajo a todas al convite. En el caso de Colombia, nos exportó su pobreza con 6 millones de necesitados; otro tanto ocurrió con varios países en dificultades, así para 1978, durante los primeros 4 años del boom petrolero habían entrado 4 millones de extranjeros en una Venezuela de 12 millones, con lo que uno de cada 3 adultos era extranjero, muchos de los cuales simplemente vinieron a tomar su plata y a largarse.

Ahora que nos ha llegado otra vez el turno de pagar la factura histórica, puede uno escuchar de un conferencista cosas como "esta es la peor crisis en 50 años" – ¿estábamos en crisis en 1969? --, o en 40 años (¿1979?), o bien refiriéndolo exclusivamente a la "era chavista", "esto es consecuencia del proceso iniciado en 1998", balandronadas, tiraderas de flecha que forman parte de esa tendencia olvidadiza sembrada por el cruce cultural de donde procedemos y que nos hizo poco reverentes hacia la información exacta o la planificación.

La crisis económica – Social de Venezuela igual estuvo en 1619, 1719, 1819, 1919 y 2019; es un trance centenario asociado a nuestra particular idiosincrasia venezolana y si bien no resulta ni simpático ni didáctico el poner fechas a la manera de línea fronteriza entre procesos históricos, esta vez pediremos comprensión al lector para explicar por qué esta es "la peor crisis en 100 años, pero no por cierto la única que hemos tenido". Cómo diría Herrera Luque al respecto: "la historia se repite… a veces en sus mínimos detalles".

Veamos la primera crisis, alrededor del año 1624 en la entonces Provincia de Venezuela: Caracas, Valencia, Barquisimeto, El Tocuyo, Nirgua y Coro. Pasábamos por una tremenda depresión económica producto de la organización guerrillera adoptada por los indoblegables Jiraharas, quienes habiendo sofisticado su oposición a los españoles actuaban en forma de células o bandas autónomas que afectaban severamente la producción y distribución comercial de aquellas primeras poblaciones con negocios y habitantes ya definitivamente asentados, haciendo, como lo dice Hermoso González, "…imposible circular por la región sin correr un alto riesgo. Y era más aventurado aún viajar con mercancías o ganado en pie".

Sería entonces necesario armar un poderoso ejército que partió de Caracas en 1625 con la misión genocida de extinguir en 3 años aquella amenaza "inusual y extraordinaria" que incluía mujeres y niños. Una vez se impuso el poder europeo que ya había entremezclado su sangre y cultura con los pobladores originarios, sobrevino una etapa de paz y armonía que permitió la estabilización de las haciendas y un sostenido desarrollo del comercio en los siguientes 40 años, el lapso de tiempo que los venezolanos necesitamos para olvidar todo pasado.

Fue por 1665 que Luis XIV de Francia, el Rey Sol, se hace aficionado al chocolate de Chuao, el cuál le hace probar su esposa española María Teresa como un "delicioso brebaje producido en una de nuestras provincias llamada Venezuela". Al ser Francia el país hegemónico de Europa, la locura por el cacao se extendió violentamente por todo el viejo continente, primero la nobleza, después los burgueses y finalmente al pueblo llano. En esas circunstancias la fanega de cacao saltó de 80 hasta 320 reales, mientras la exportación pasó de 5.000 a 23.000 fanegas en un solo "brinco de perro rabioso", como dicen los venezolanos. La riqueza se abalanzó sobre la paupérrima provincia, sumergiéndonos en un consumismo que hacía exclamar a la gente "Viva la Reina María Teresa y el cacao de Chuao nojoda!

Ahora, examinemos la Segunda Crisis. El sueño del nuevoriquismo generado por el cacao duró hasta 1702, esos mismos 40 años que duran las borracheras de poder en Venezuela, llámese Paez, Gómez o Pacto de Punto Fijo. La catástrofe fue la llamada "Guerra de Sucesión Española" y sus secuelas, que permaneció por 20 años. Al verse interrumpida la navegación colonial interoceánica, Venezuela cayó en la bancarrota, quedando sin poder exportar su única fuente de riqueza: el cacao, --- nótese la semejanza con la actualidad --. Aparecen los vericuetos por donde se cuela una élite de funcionarios públicos y de bandidos oligarcas que van a enriquecerse mientras la población sufre de hambre. Surgen las paradojas: la fanega cae de 400 reales a 64, pero al mismo tiempo alcanzaba precios astronómicos en Europa; en tanto dentro del país, la harina, cuyo precio normal era de 12 reales, pasó a costar la inimaginable cifra de 40. Por primera vez en la historia se despiden masivamente los empleados de la corona, porque entonces como ahora, a quién primero se sacrifica es al asalariado; la deuda interna alcanza la abominable cifra de 500.000 reales, para una provincia que apenas ingresaba 4 millones al año.

La Tercera Crisis: cien años después, en 1810, cuando por supuesto, como buenos venezolanos, ya lo habíamos olvidado todo y teníamos la autoimagen de ser una "pacifica colonia" donde, como escribió Andrés Bello, "pasábamos los días felices", aparece de repente la crisis de la Guerra de Independencia, revelándose la inocente Capitanía General de Venezuela como la gran potencia militar de sustrato Caribe que desafiaría a España, la única provincia de esta a la cual la Madre Patria le mandó un ejército expedicionario para combatirla y que perdió la mitad de sus 800.000 habitantes en la guerra para liberar Latinoamérica.

Fueron los llaneros venezolanos quienes atravesaron Los Andes colombianos, como escribió O’Leary, impresionados por aquellas montañas nevadas tan diferentes de su tierra; fueron ellos quienes ganaron la Batalla de Ayacucho asegurando así la independencia de Chile y Argentina, de los cuales cientos nunca regresaron a su tierra venezolana por falta de transporte. La Venezuela de la Independencia debió sufrir los horrores del hambre, de la ruina, de la perdida de toda su ganadería y el luto en familias de todas las clases sociales. Fueron Bolívar y sus venezolanos, como escribe Vallenilla Lanz, quienes con el triunfo de Carabobo produjeron la Declaración de Independencia de México, la de Centroamérica, la emancipación de Panamá y la entrega de Cartagena. Fue el ejército bolivariano del Perú la pieza clave que impidió la inminente invasión de Brasil a Uruguay y a buena parte del territorio argentino. De esa crisis sin embargo, nacimos como República, en los cruentos años transcurridos entre 1811 y 1830.

La Cuarta Crisis: en las 10 generaciones siguientes de la Venezuela agraria hubo la Guerra Federal, la sucesión de caudillos y finalmente la invasión que nos hicieron "los andinos" para poner orden, estabilizando la precaria nación mediante el exterminio de las montoneras. De ellos, Juan Vicente Gómez resultaría el aliado ideal de EEUU para apoderarse del petróleo, con el cual rodarían, un cuarto de siglo después, los tanques gringos de la Segunda Guerra Mundial, al ínfimo precio de 1$ por barril. En esos 100 años de penurias y pobreza posteriores a la Independencia, ninguna de "nuestras repúblicas hermanas" nos ofreció ayuda; nada extraño, porque por ejemplo, para el momento del bloqueo de nuestros puertos por las potencias europeas en 1902, solo Argentina y México protestaron contra el vil atropello.

Sin embargo, esa Venezuela pre capitalista de 1928, ya segundo productor mundial de crudo; era una nación pobre, despoblada, analfabeta y sometida a una larga dictadura. El petróleo aparece como el nuevo ingreso mono productor, pero quita fuerzas a lo agrario y no es suficiente todavía para mantener la población. Surge así una escasez endémica, con una liquidez monetaria contraída y un crecimiento nulo del mayoritario sector no petrolero. Es la época a la que Oscar Yánez atribuye la aparición de la frase "estoy en el hueso" aludiendo a que la gente clase media de Caracas se prestaban entre sí un hueso para darle algún gusto a la exigua sopa que se preparaba en cada hogar.

La Quinta Crisis: ahora, en pleno siglo 21, transcurridos los 100 años que dura el ciclo, volvemos a lo mismo. Tenemos una crisis económica que es el capítulo final de un período de bonanza. El boom petrolero a mediados de los 70 desembocó 40 años después en esta hiperinflación criminal desde la oferta, manipulada a través del tipo de cambio para destruir todo el tejido económico, en una táctica de la derecha criolla con sus padrinos extranjeros de "tierra arrasada", que persigue hundir al gobierno mientras le ata las manos a este internacionalmente buscando su aislamiento, bloqueo y supresión de la ventaja del ingreso petrolero con precios mundiales que se mantienen bajos a pesar de las guerras o de la creciente disminución de las reservas internacionales probadas.

Los 90`s eran clave para privatizar a PDVSA antes del período de precios altos que la derecha petrolera veía venir para la primera década del nuevo siglo. Hubo una campaña sistemática del "Ahora Venezuela es otra", mientras se contribuía a la caída de precios, se unificaban las distintas operadoras en una casa matriz y se preparaba el entramado político para la entrega de la estatal, pero subestimaron la posibilidad de una revolución, simplemente no lo creyeron. Ahora no queda sino destruir, curar la uña cortando la mano, después verán: endeudarnos con el FMI, privatizar, derogar la Ley del Trabajo y hacer los despidos que sean necesarios. El final de la contienda está en suspenso, no es tampoco una casualidad que las anteriores 4 revoluciones hayan perecido por traición de los propios: La Resistencia Indígena fue derrotada en Maracapana por los 18.000 indios vendidos que trajo Diego de Lozada, uno de los cuales flechó a Tiuna por la espalda y otro delató el escondite de Guaicaipuro; La Independencia fue traicionada por Paez y la oligarquía; La Guerra Federal por Guzmán Blanco matando a Zamora; y la Revolución Restauradora por el engaño de Gómez a su compadre Cipriano Castro. Tenemos fe, no hay quinto ni quinta mala.

Sin embargo, encontraremos que estas crisis venezolanas se parecen, comparemos por ejemplo lo que sucede ahora y lo ocurrido hace 300 años cuando la crisis del cacao, sobre ello escribe Herrera Luque en 1978: "Los vivos… hacían negocios con los holandeses, les cambiaban cacao por mercaderías que luego vendían a precios usurarios… En la peor de la crisis económica siempre hay rendijas para hacerse rico. El contrabando y el mercado negro son caminos expeditos. El acaparamiento y la especulación son otros". Como se observa viene a tono aquella letra del cantante Juan Gabriel "Te pareces tanto a mi".

La crisis centenaria tiene las siguientes características: 1) no es corta, como lo creen quienes la viven, la bancarrota del cacao duró entre 1702 y 1720; la de la Independencia, entre 1811 y 1830; la de la Venezuela "pre capitalista", de 1918 a 1936; 2) nuestras hermanas repúblicas nos dan la espalda; 3) La recuperación posterior dura 20 años; 4)somos saqueados por una potencia: Holanda, España o EEUU; 5)la gente jura que se acaba con un cambio de gobierno, aunque eso nunca haya sucedido así; 6) jamás volvemos a las bondades anteriores a la crisis, por ejemplo, el sueño del cacao caro, la época bella pre independentista o los techos rojos que antecedieron a la era petrolera, jamás retornaron; y 7) siempre nos la ingeniamos para generar un nuevo producto estrella: indias, cacao, café o petróleo, con cuya vigencia olvidamos completamente las lecciones de la crisis.

*Ph.D en Economía / Psicólogo

miguelvillegasfebres@gmail.com



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