A Maduro la inmadurez se le desbocó en la reunión del Alba

En artículo anterior dije, refiriéndome a un concejal recién electo, de esos de paquete, porque es nuevo, nuevecito y salió de un paquete donde había varios, tenía la creencia que la construcción de una sociedad socialista era como armar un lego. Ella vendría en piezas y desde fuera, era importada, porque aquí donde se armaría todo se destruiría previamente para que no quedara nada del pasado y menos focos de contaminación. Eso no lo dije en broma sino muy en serio porque a lo largo de la vida he escuchado y leído a gente que así piensa.

Pero no obstante, no es necesario escuchar a un concejal y menos a un tira piedra del camino, de esos rodilla en tierra y leales hasta la coronilla, sino que hasta personajes de la alta política como un presidente puede pensar de esa manera. Pues ni más ni menos, el presidente Maduro cree eso. Y no lo estamos imaginando sino que no otra cosa se puede deducir de su discurso en la reunión del Alba en la Habana en el mediodía de hoy viernes 14 de diciembre. Pero lo más sorprendente es que estando en una reunión de jefes de Estado del área que comprende el Alba, pese el nivel de la representación, la diversidad de pensamiento y el carácter de las relaciones internas de cada país que al organismo conforman, Maduro les hizo un llamado que pareciera haber ignorado esas circunstancias. Su llamado, hecho además en un tono como muy elevado pero de energía, para decir lo menos, estuvo dirigido a que se abandonasen las conductas o visiones capitalistas a la hora de pensar en el modo de relacionarse entre países en los términos económicos. Al escuchar aquello pensé en un Maduro que había confundido el escenario con una reunión interna del Psuv o del gabinete de su gobierno. Pues dijo que había muchas cosas en las cuales las relaciones habían funcionado como a su parecer deben ser, pero que en el área económica seguía imperando la práctica habitual del capitalismo.

Pareció el dirigente del partido haciendo críticas al colectivo por la manera inadecuada de asumir las tareas o abordar un asunto en particular. Les llamó a renunciar las prácticas capitalistas a la hora de pensar en los asuntos económicos inherentes a las naciones del Alba. Se creyó con derecho y autoridad para hacer aquella crítica al colectivo allí reunido y además, es lo como muy anti diplomático, pertinente para llamarles a renunciar sus concepciones o prácticas y asumir las cree adecuadas y hasta propicias. Creyó, no entiendo las razones, adecuado reclamarle a jefes de Estados de naciones donde prevalece, como en todo el mundo, las relaciones capitalistas, por motivos no de caprichos sino estructurales e históricas, que adoptasen otras conductas ajenas a ellas. Pero aparte de esa indelicadeza diplomática que ignoró los allí presentes nunca se han definido como anticapitalistas y tampoco es esa la conducta de sus gobiernos, también pasó por alto, propio de los ortodoxos y mecanicistas, que no es necesario tanto para poder implementar políticas de complementación y cooperación, que es lo que al parecer quiso plantear. Para llegar acuerdos del tipo de los que él al parecer desea, como que se planifiquen tareas productivas aprovechando las ventajas de cada espacio y en función de las capacidades y necesidades de cada uno, sin olvidar reglas inevitables del mercado, como que hay que pagar toda deuda, como la que Venezuela debió saldarle a Cuba con unas instalaciones suyas montadas en la isla antillana al no poder pagar una deuda, no es necesario que los gobernantes, para no decir las sociedades todas porque eso es más complicado, opten por definirse por una opción común, en este caso el socialismo. Además, tal exigencia, a todas luces inadecuada dentro de ese marco, pudiera convertirse en una causal de división y diáspora. No creo que el ALBA sea una alianza anticapitalista, cuando más pudiera ser antiimperialista que es otra cosa y hasta sensata en el marco de nuestro espacio de ahora.

Por eso cuando el presidente habló de nuevos estadíos, lo dijo dos menos por lo menos, en lugar de estadio, sin acento en la i, para referirse al "Período o fase de un proceso", queriendo decir y no de manera velada, que los países del Alba deberían trascender el modo capitalista y hacerse socialistas, se comportó como aquellos a quienes he aludido al hablar de la caja de lego. Pero al mismo tiempo es una manifestación como se cree que el cambio social, el ordenamiento de una sociedad está determinado por la decisión de una persona o grupo dirigente. Por supuesto, se puede demandar de los países del Alba mayor participación en el desarrollo de planes y tareas comunes donde cada uno de ellos salga justamente beneficiados y dentro de los límites de racionalidad. Pero solicitar a los jefes de Estado que allí concurren a asumir posiciones distintas a la que la lógica de la sociedad a la cual pertenecen parece como algo sumamente impertinente.

En la sociedad venezolana, en lo que concierne a sus relaciones internas, prevalecen unas no sólo de carácter capitalista sino que lo son de un modo más que salvaje. No hemos podido siquiera evitar haber caído en un estado dentro del cual la explotación llega a límites atroces, tanto que el salario de los trabajadores, hasta los de más alto nivel, no alcanza para satisfacer las necesidades básicas. Pero al lado de ello, lo que define la injusticia que entre nosotros prevalece, es la existencia de un pequeño universo que percibe el máximo de ganancia y beneficios. No somos una sociedad donde todos estamos sometidos a privaciones como resultado de una guerra económica inducida desde fuera, lo que tiene bastante de verdad, sino una donde un reducido universo es altamente beneficiado. En donde un pequeño grupo de inversionistas extranjeros y nacionales, empresarios, comerciantes hasta políticos ajenos al gobierno y unos cuantos de todos ellos ligados al mismo, se apoderan, en gran medida, de los beneficios que deberían llegar a todos. No somos una sociedad socialista y solidaria y carecemos de autoridad moral para exigir a los demás una conducta que nos es ajena.

Pero a pesar de lo dicho en el texto anterior, los estadios sociales no se imponen ni surgen de la voluntad de nadie y en las relaciones entre naciones; nadie tiene autoridad, aunque ese alguien sea Donald Trump, para exigirle a los demás el sistema económico social que debe asumir su país. Porque eso debe emerger del fondo de cada sociedad y nadie individualmente considerado está en capacidad y con la autoridad necesaria para imponer a ella el camino que debe tomar; más si se trata de una nación independiente, ese tipo de exigencia pudiera resultar diplomáticamente inconveniente. Porque volviendo a lo que comentábamos al inicio, no se trata de cambiarse de traje o decidirse ante un asunto frugal, de poco interés o hasta inherente sólo a la persona.

Y si además a eso como inmaduro usted le agrega un estilo o estado de ánimo de cómo cuando nos afecta la gripe o a uno le duele la cabeza, el mensaje pudiera llegarle al destinatario demasiado indispuesto y hasta pudiera resultar indisgesto.



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Armando Lafragua


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