¿Quién realmente auspicia la rendición y ruina de Venezuela?

Padecemos una severa y crónica crisis económica desde hacen al menos unos cinco años; pero el gobierno no ha actuado de acuerdo a lo que el más elemental sentido común exige. No hay que ser un experto en economía para darse cuenta de la causa de todo este desastre. Aparece como una verdad de Perogrullo, ignorada alegremente por quienes tienen la obligación de manejarla; en vez de lo cual, prefieren la actuación del prestidigitador, que a fuerza de un ilusionismo ramplón; pero sumamente efectivo, conducen los destinos de una nación seriamente arruinada y amenazada.

Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EEUU se ha agudizado el cerco contra Venezuela. Hay orquestado todo un plan para rendirla cortándole no solo los suministros de medicinas, alimentos, repuestos y demás bastimentos, sino y, sobre todo, los recursos financieros. El dólar esta siendo utilizado como un arma de guerra mortal. Empero, antes de la llegada del presidente norteamericano, ya la crisis económica que golpea la vida de los venezolanos había agarrado suficiente terreno como para ocasionarnos estragos irreversibles. Cuando Trump llega, encuentra un terreno ya suficientemente ablandado que le facilitará enormemente su trabajo intervencionista.

Desde la cuarta década del siglo XX, la economía de Venezuela se conformó bajo un extractivismo minero dependiente que ha exportado mayoritariamente petróleo. Así lo determinó la división internacional del trabajo, impuesta en esa época por los imperialismos que se repartían el mundo. Desde entonces, la renta petrolera fue la palanca que dinamizó monopólicamente todo su aparato productivo. Por lo tanto, es más que obvio que, si se ralentiza la actividad petrolera, toda la actividad económica se frenará en la misma medida.

A mediados del año 2014 se produjo una significativa baja en los precios del petróleo que, por haberse prolongado por varios años, ha sido capaz de provocar esta profunda crisis, en un país que entre 1999 y 2014 había recibido unos ingresos petroleros cercanos al billón de dólares, US$ 960.589 Millones, para ser más exactos. Cuesta digerirlo, pero así ocurrió. ¿Qué se hizo con tan inmensa fortuna? Duele decirlo, la dilapidaron.

A la caída de los precios petroleros, que no deberíamos asumir como una simple "adversidad" provocada por factores externos hay que sumarle otra, inducida por factores internos: una pronunciada disminución en la producción de barriles diarios que, por no haber sido detenida a tiempo, ha venido incrementándose mensualmente, provocando una cuantiosa pérdida en los ingresos petroleros. En los últimos cuatros años la producción petrolera se ha reducido en aproximadamente unos 1.500.000 b/d. Lo cual significa que, en base a los precios actuales, no entrarán al fisco nacional unos 33.000 millones de dólares. Se espera que apenas entrarán al país aproximadamente unos 24.000 millones de dólares. Según datos difundidos por la OPEP, la producción petrolera venezolana volvió a caer en septiembre pasado en 3,3% (42.000 barriles diarios) y se situó en 1,197 millones de bd. "… el bombeo de PDVSA prolongó su caída hasta un nivel que es casi 45 % menor al del promedio de 2016 de 2,15 millones de barriles diarios…" "… Los expertos y analistas en el sector energético coinciden en señalar que Venezuela está perdiendo "una oportunidad de oro" en el mercado petrolero mundial, más aún cuando los precios del barril se cotizan en un rango que oscila entre los 70 y 80 dólares..." Esta situación se ve agravada por las deudas y compromisos por pagar que tienen Venezuela y PDVSA.

Hay suficientes indicios para concluir que en esta lamentable debacle jugó un papel fundamental la purga que adelantó la cúpula gobernante contra la cúpula que dirigía la empresa petrolera en los tiempos de Rafael Ramírez. Este enfrentamiento tuvo su clímax cuando casi toda la dirección de PDVSA fue puesta bajo las rejas acusada de traición y corrupción.

Lo cierto es que el deterioro continuado de la industria petrolera es el elemento principal que, desde el mismísimo primer año del gobierno de Nicolás Maduro, viene incidiendo directamente en el desarrollo de una crónica recesión, que en octubre de 2017 desembocó en un proceso hiperinflacionario que esta destruyendo casi toda la economía venezolana. Negar esta realidad, solo puede hacerse con malabarismos engañosos, muy propios de gente astuta, que actúa con una maña alevosa, que en su afán por mantenerse en el poder es capaz de todo.

La hiperinflación que ha destrozado la economía venezolana se encuentra alimentada tanto por una aguda escasez de bienes y servicios que no cubren las crecientes necesidades de la población como por un desquiciado aumento de la base monetaria que desvaloriza la moneda.

Como no hay suficientes divisas para importar los muchísimos bienes que se requieren, porque no se producen en el país, y los insumos que se necesitan para activar a plenitud el aparato productivo; la escasez apremia sobre las necesidades, estimulando el alza de todas las mercancías. Esta es la principal causa de la hiperinflación.

En el año 2012 las importaciones de Venezuela fueron de 39.952,5 millones de euros. En el 2013 fueron de 36.723,9 M.€. En el 2014 fueron de 32.494,5 M.€. En el 2015 fueron de 30.040,6 M.€. En el 2016 fueron de 14.048,2 M.€. En el 2017 cuando se desata la hiperinflación fueron de 9.294,5 M.€. En una economía de puertos como la venezolana, semejante derrumbe de las importaciones se convirtió en una tragedia de altísimas proporciones. Se puede concluir que el futuro inmediato del país es de pronósticos reservados.

El déficit presupuestario, que ha ido creciendo año tras año durante todo el actual periodo de gobierno debido a la caída de los ingresos petroleros, fue cubierto en una primera etapa por la vía de endeudamiento público; pero luego, cuando se cerraron las puertas para el endeudamiento, el gobierno tuvo que recurrir a la emisión desproporcionada de dinero inorgánico. Este camino lo condujo inexorablemente a una agudización del proceso inflacionario porque produjo una grosera devaluación de la moneda. Esta es otra causa de la hiperinflación.

Como puede observarse a simple vista, la hiperinflación en Venezuela no es más que el resultado de una escasez real que produce un incremento continuado de una demanda, que se vio acrecentada cuando se la alimentó con un alocado aumento de la base monetaria.

Si crece la demanda en una situación de escasez como la que estamos viviendo, entonces, disminuye la oferta y, consecuentemente, aumenta el precio de las mercancías. Si aumenta la masa monetaria en una situación de escasez de divisas como la nuestra, se devalúa la moneda y aumenta la demanda de divisas para neutralizar dicha devaluación, entonces, aumenta el precio de las divisas. Estos son los procesos reales que dan origen y sostienen la hiperinflación en Venezuela. En el centro de ellos esta la escasez como su condición real, que tiene en el traumático descenso de la producción diaria de barriles de petróleos la causa de toda esta debacle.

Si la principal, real y verdadera causa de la hiperinflación que nos arruina esta en el declive continuado de la producción de barriles diarios de petróleo; entonces, solo aumentando esa producción será como se detendrá esa mengua. Sin duda alguna, estoy convencido de que este es el camino mediante el cual efectivamente saldremos no solo de este proceso hiperinflacionario, sino también de esta recesión. Empero, esto exige al día de hoy una cuantiosa inversión de capitales, sumamente necesarios para reactivar la explotación petrolera; pero con los que, lamentablemente, en este momento, no se cuentan; lo cual es sumamente grave. Lo que no debe hacer el gobierno para conseguir ese capital es hipotecar a PDVSA más de lo que esta. Y pensar que al menos la mitad de esos US$ 960.589 millones ingresados entre 1999 y 2014, se encuentran fugados, que es lo mismo que decir robados, entre bienes y depósitos, en suelo extranjero. ¿Y quien sabrá, además, donde estarán los miles de millones de dólares adicionales que entraron por concepto de endeudamiento externo? Si buena parte de ese dineral no se lo hubieran robado nos sobrarían los dólares que ahora nos hacen tanta falta.

Ahora, lo que si tenemos, son esas obligaciones adquiridas en tiempos de bonanza que la nación tiene que pagar hasta el año 2027, y que suman más de US$ 100.000 millones entre capital e intereses, sin incluir, por supuesto, las otras deudas que tenemos con China y Rusia. Como podemos visualizar en estas líneas, el curso que lleva la económica nacional no es nada halagador.

Causa perplejidad percatarse de las falsas argumentaciones presentadas por el gobierno en una narrativa que esconde su responsabilidad en toda esta situación. La más manida ha sido la de "la guerra económica propiciada por el portal del dólartoday." Llama poderosamente la atención que el valor del bolívar soberano con respecto al petro haya sido inicialmente determinado por el valor brindado por dicho portal, y que, al fin, el propio gobierno haya reconocido sus argucias a través de una declaración de Tareck El Aissami: "Debemos dejar de excusarnos en la guerra económica y comenzar a construir nuestro propio destino."

El economista Manuel Sutherland, en un reportaje publicado en Aporrea el domingo 14 de octubre y titulado "5 razones por las cuales se estancó el dólar paralelo" demuestra de manera categórica que "… el crecimiento del dólar paralelo no es el determinante de la inflación…" La razón que expone es muy sencilla. Durante un periodo de tres semanas el valor del dólar paralelo se estancó mientras que subían los precios de los bienes y servicios. Por lo tanto, no es verdad, como sostiene el gobierno a través de sus personeros tarifados, que el tipo de cambio paralelo produce el aumento de los precios de las mercancías.

Aquí, en la Venezuela de hoy, los precios de los bienes y servicios suben porque escasean. Así de sencillo es. Negar la escasez de bienes y servicios ha ocupado buena parte de la propaganda gubernamental en su afán por manipular la opinión publica nacional. La razón por la cual hay escasez de bienes y servicios es porque tenemos una economía de puertos que depende de la renta petrolera, que casi todo lo que consume no lo produce; sino lo importa, que requiere, por lo tanto, de muchas divisas que ahora escasean, porque la producción de petróleo se ha desplomado.

No es la primera vez que tenemos un descenso en los ingresos petroleros. Ya deberíamos estar más que prevenidos contra estas coyunturas. Pero los periodos de bonanzas del ciclo siempre nos borran la memoria. Y por ello, hemos estado condenados desde la mitad del siglo pasado a repetir la misma historia. Lo curioso de este tiempo ha sido el discurso de los altos personeros del gobierno que dándose golpes de pecho han decretado hipócritamente el fin del modelo rentista petrolero. Evidente es que el desmoronamiento de la producción de petróleo les ha nublado la mente. Nuestra condición de país petrolero no se da ni se quita por decreto. Ahora les ha dado por enarbolar el viejo discurso del país productivo; pero sobre el falso argumento de que el modelo rentista petrolero se encuentra agotado. En los tiempos de mi adolescencia el país productivo era un discurso de la izquierda que se enarbolaba con pasión; pero contra la dependencia política, económica, cultural y, sobre todo, tecnológica en la que se encontraba el país con respecto al imperialismo norteamericano. Aspirábamos desarrollar todas nuestras fuerzas productivas para llegar a ser una nación verdaderamente independiente de toda sujeción imperialista. Añejo sueño de la izquierda que paradójicamente se abandonó cuando estuvieron dadas las mejores condiciones de bonanza financiera para realizarlo. Apuntamos exactamente al periodo, aquí ya aludido, y comprendido entre los años 1999 y 2012, cuando estuvo Chávez al mando de los destinos del país. Fue el mejor momento para fomentar el desarrollo de nuestras fuerzas productivas buscando la soberanía e independencia económica; pero no solo lo desestimamos; sino que hicimos exactamente lo contrario, llevamos a su máxima expresión el desarrollo de una economía de puertos, que quiso que casi todo se importara, al extremo de llegar hasta el casi total desmantelamiento del aparato productivo nacional.

Ahora renace ese viejo discurso en el momento más difícil y menos propicio, como queriendo tapar todos los yerros cometidos tan impunemente contra la patria y el pueblo venezolano. Lo triste es que se amparan en la presente circunstancia, para desde ella afirmar alegremente, que debemos abandonar el modelo rentista petrolero. Estas declaraciones nos parecen completamente desquiciadas porque sin el apalancamiento de la renta petrolera no será posible desarrollo productivo independiente alguno. No se trata de abandonar el modelo rentista petrolero sino de rescatar esa renta para usarla como palanca del desarrollo. Si como hemos expuesto, las dificultades económicas que confrontamos tienen su origen en el hundimiento de la producción petrolera, entonces, obvio es que, solo mediante su reimpulso es que podremos salir de este atolladero. Si estuviéramos produciendo, solo para poner una situación ideal, al menos, unos cuatro millones de barriles diarios, es muy probable que nuestra situación económica sería totalmente distinta a la que tenemos. Seguramente también, con semejante renta tendríamos el capital necesario para hacer realidad el viejo sueño de la izquierda venezolana. Hermoso sueño este que asume la renta petrolera como palanca del desarrollo de hacia un país independiente y, nunca, como un botín. Esplendido sueño ese, de una generación, traicionado por otra generación, que jerarquizó por llenarse los bolsillos, arruinando a Venezuela por la vía del robo de los dineros públicos, esto es, por el saqueo de PDVSA y de la renta petrolera.

 

ricardovargas.rv.rv@gmail.com



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