Muchos años sin escribir. Tecleando sólo en mi nuevo oficio desde hace seis años, ese que gracias a Dios me ha dado para “sobrevivir” como acuñan algunos venezolanos. Sin embargo decidí adoptar esta nueva manera de drenar los sentimientos encontrados que me producen la actual situación nacional.
Ayer me enteré por las redes sociales sobre el nuevo aumento salarial decretado por el Presidente Nicolás Maduro. Las vísceras se me revolvieron como decimos en criollo. Y pensé en la tan cacareada frase que irónicamente se nos ha sembrado en la mente, en voz alta dije la dieta de Maduro”.
Hoy me sigue retumbando la frase que algunos sueltan jocosamente, quizá riendo para no ahogarse en el llanto y la desesperación, quizá para darle otro matiz a la realidad, restándole dureza: “la dieta de Maduro”.
La dieta de Maduro tiene dos caras: la de quienes a diario busca la manera de proveerse de comida registrando la basura, cada vez son más; y la de quienes buscan de un lado a otro los productos básicos cuyo menoscabado poder adquisitivo le permitan consumir.
La mayoría de la población continúa perdiendo peso corporal y hasta masa muscular debido a la titánica misión que significa en Venezuela ingerir los alimentos que permiten tener una dieta balanceada, siguiendo la pirámide que nos enseñaron en primaria.
La otra cara del régimen, es la de Maduro, su gobierno y sus cómplices, muy robustos ellos, tratando de disimular el sobrepeso. Da la impresión que cada vez que decreta un aumento de sueldo se regocija en sus fauces e imagina el tremendo banquete que se dará al concluir el anuncio de su brillante decisión. El bacanal que espera al Presidente antes de ir a dormir como un bebé, seguro sobrepasa las dimensiones de la pirámide de los nutrientes básicos.
De todos modos Presidente las mismas moscas que se paran en los desechos de quienes para hoy es su única comida, son las mismas que revolotean el pastel que en la sobremesa Usted y su combo siguen saboreando.
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