La salsa de ajo y el sapito

—Paisano esto está difícil y medio, sea para comer o para las aguas mayores. —Y eso, ¿qué le sucedió? Que dice esas palabras —Bueno, ayer me fui a comprar, porque me mandó la mujer, una de esas botellitas que dicen «salsa de ajo», cuando veo el precio yo pensé que era el serial de importación; lo miré varias veces para cerciorarme y, además, le pregunté por si acaso a un muchacho que iba pasando por el pasillo.
 
—150 mil, nada menos y nada más. Ni que fuese la Novena Sinfonía de Beethoven, dije yo. ¡Y que salsa de ajo! Eso no llega ni a guataque. Puse la botellita, muy decentemente, en la repisa donde estaba y salí puerta afuera buscando aire. Que le eche sal a la comida si quiere; aunque ésta ya llegó a 60 mil el kilo. Imagino que Araya y las Cumaraguas se habrán secado del todo para que el precio haya llegado a esa altura. 
 
—Agarré un atajo para no ir para la casa y no oír la cantaleta que me iban a pegar allá. En eso veo al compadre que viene ajilaito y me dice —Compadre acompáñeme para la ferretería, que la poceta tiene un pase de agua que no se aguanta. —¿Qué se le rompió a la bendita? —El sapito, que es más viejo que Matusalén y deja pasar el agua.
 
—Enfilamos para la ferretería. Yo iba asustado paisano, le confieso. Por qué no imaginaba que nos deparaba la vida en esa ferretería. El compadre, en cambio, iba confiado. Ese deber llevar, por lo menos, una dorada para ir tan seguro. 
—Entramos a la ferretería como perro por su casa, pues. Y el compadre se acerco al mostrador donde atienden, yo por si acaso agarre hacia la puerta de entrada. 
 
—Amigo, dice el compadre, ¿tiene el sapito de la poceta? —¿La poceta es normalita? Le pregunta el dependiente —Sí, esa tiene como cincuenta años. —Sí lo tenemos, acá está. —Y ¿cuánto cuesta? —250 mil, para la normal. 
 
—El compadre salió como alma que lleva el diablo. —Que le metan un tapón a esa guarandinga, grito a todo pulmón, o que hagan una letrina que sale más barato. —Aquel hombre iba ciego de la tibiera que agarró, durante el resto del camino se lamentaba y se lamentó.   


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1359 veces.



Obed Delfín


Visite el perfil de Obed Delfín para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Obed Delfín

Obed Delfín

Más artículos de este autor