El Oro Un bien libre con valor de mercado

La costumbre ha sido la madre de nuestros hábitos, creencias y convicciones. A las investigaciones científicas les caemos armados con ellas, con atavismos, con nociones previamente aprendidas y a estas dadas como auténticas verdades, y aun las chapucerías más bizantinas derivadas de tantas empíricas especulaciones.

La literatura económica, vulgar por excelencia, como lo es la referente al tema de la Economía Política de origen clásico y burgués, trae en su "elementos", como concepto de bienes libres:

1.- Bienes económicos potenciales.[1]

2.- Bienes escasos[2], mientras que

Carlos Marx trae la siguiente definición:

3:- Bienes o valores de uso carentes de valor de cambio per se.[3]

Resulta que, al igual que el resto de los 117 elementos que por ahora nos ofrece la perfeccionada Tabla Periódica del Químico ruso Dmitri Mendeléyev, y de sus derivados y sustanciosos cuerpos biológicos y minerales que silvestremente nos brinda la Naturaleza, de partida, todos esos bienes son libres en el sentido de que, si bien son valores de uso, carecen de valor, de valor trabajo, se entiende, es decir, en su elaboración no entra la mano de obra de ningún trabajador.

Expliquemos eso: La aplicación de la fuerza de trabajo del asalariado a determinada materia prima es una transformación de la materia, el paso de una forma a otra: de energía oseonervomuscular a tela a partir de hilo, o a un traje a partir de la tela.

Esa tela o ese traje son el resultado de la transformación de la energía potencial del trabajador que él usa durante la jornada en su creación de nuevas formas de presentación material de esos dos nuevos valores de uso.

Esa trasformación de la materia fuerza de trabajo damos en llamarla creación de valor, no valor agregado, sino valor creado. Efectivamente, el trabajador crea una cantidad de valor representado en tela o en traje equivalente a la suma del valor del salario más un plusvalor por el que no recibe paga alguna.

Ese valor creado más el capital constante al ser vendido transforma en ganancia dineraria el plusvalor por un monto que determina el propio mercado cuando valora las mercancías en tráfico. Unas mercancías son conpravenidas a su valor de fábrica, otras un poco por encima y otras, un poco por debajo.

De esa conversión de valores surgió el concepto de precio de producción que garantiza a los fabricantes e intermediarios la formación de una ganancia media satisfactoria para todos los capitalistas involucrados, transformación que equilibra los vaivenes que sufren los precios por la competencia de los ofertantes de todas las mercancías en condiciones de libre mercado y de fábricas y distribuidores donde cada uno anda por su lado sin planificación macroeconómica alguna..

De esta manera, muy, académicamente, Marx echa por tierra la justificación que han hecho las clases sociales explotadoras de su apropiación-inclusive con mucha sangre derramada por los expropiados-, por su adueñamiento en privado de los medios de producción, es decir, apropiación de la Naturaleza misma aunque por pedazos de ella y pedazos que han registrado como suyos con el objeto de darles un valor de cambio de mercado a unos bienes libres carentes de valor trabajo alguno.

Un poco de Historia: Toda la estructura económica feudal y prefeudal se caracterizó por la tenencia de grandes extensiones de tierra en pocas manos y con ello de los recursos naturales y libres que esas tierras poseen por naturaleza propia. Por citar algunos: oro, coltán, maderas, Fauna y Flora silvestres hasta ya listas para alimentarnos, vestirnos, protegernos del frío, de las fieras, etc.

En resumen: la fuerza de trabajo, como valor de uso y valor al mismo tiempo (es una mercancía productiva), cuando es aplicada útilmente transforma la materia prima correspondiente, que es otra mercancía productiva, en un nuevo valor de uso, que ya no es ofrecido por la Naturaleza sino por el trabajador.

Este nuevo valor de uso se carga entonces de valor y se convierte por lo tanto en una nueva mercancía, y es a esta la que termina siendo vendida porque gracias ese valor creado por el trabajador se llena de valor de cambio.

Por esa transformación de dos (2) valores de uso (fuerza de trabajo y materia prima) cargados en sí mismos de valores de cambio en una nueva mercancía, podrán ser vendidos por un nuevo valor de cambio gracias al e nuevo valor creado del cual su parte como plusvalía se convertirá en ganancia.

En consecuencia, vemos que, por ejemplo, el oro introducido como patrón de precios, usado como mercancía universal o como dinero, carece de valor per se, y sin embargo se cotizará y valdrá lo que con él pueda comprarse, pero no es una mercancía cuando se usa como dinero, carece de valor porque nadie lo fabrica.

Los costes involucrados en su recolección y transporte son otra cosa, se refiere a mercancías, valores de uso agregados a ese elemento. Digamos que el oro vale sólo como equivalente de las mercancías traficadas, pero su valor es estrictamente de mercado, es decir, como una simple relación de precios. De allí esa confusión y ese enigma que representó el dinero durante tanto tiempo; enigma felizmente develado por Carlos Marx.

 

[1] Así los llama Heinrich f. v. Stackelberg, Principios de Teoría económica.

[2] Formulada por José Castañeda, Lecciones de Teoría Económica. En esa definición este discípulo del anterior justifica la apropiación de los medios de producción naturales que, según él, por ser escasos deben ser apropiados para aplicarlos a la satisfacción de necesidades varias, tal como lo hacen los animales y las plantas, inferimos nosotros.

[3] Esta es la definición científica introducida por el fundador de la Economía Científica, Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. I. Marx aclaró que, luego de 2.000 años, por valor de cambio se seguía entendiendo la numérica relación de cambio entre dos mercancías. Dado que esa relación es susceptible de cambios temporoespaciales, a él le hizo ruido y concluyó descubriendo que debía de haber algo en común que determinara y cuantificara en cada momento y espacio el valor intrínseco de las mercancías, y con su deducción al fin enterró el enigma del dinero.

 

 



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Manuel C. Martínez


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