Las Ganancias ≥ Ingresos – Costos

Estamos analizando los intríngulis de la Contabilidad Burguesa, una técnica matemática que tiene como norma expresar por escrito alfanumérico las ganancias debidas y/o indebidas del patrimonio burgués en su rol de capitalista en funciones.

Todo capital es una propiedad privada que debe su existencia a su potencial de acrecentamiento mediante su aplicación al empleo de trabajadores con los cuales fabricar y compravender mercancías. El capital se presenta como un cúmulo de mercancías y de medios de producción como son la tierra y sus diferentes presentaciones: terrenos agrícolas o urbanos, maquinarias, materias primas, mercancías terminadas y dinero.

Ya en entregas anteriores hemos radiografiado las funciones laborales propias de la Contabilidad o del registrador in vitro de los movimientos que lleva a cabo el capital dinerario o patrimonio de una empresa burguesa. Véase: https://www.aporrea.org/actualidad/a212137.html. Hemos sugerido la nacionalización de este ejercicio profesional ya que el Seniat sólo actúa posféstum.

El contable es un excelente e imprescindible prestador de servicios al patrono de la empresa donde este invierte su capital, solo o asociado con otros capitalistas.

Este trabajador o contable responde, se forma y titulariza profesionalmente en el trabajo que hemos señalado, aunque este tipo de trabajo viene ya programado y universalizado por la Teoría Económica de naturaleza técnica o vulgar[1] , tal como la calificó Carlos Marx[2].

Dados esos prolegómenos, ahora pasamos a explicar por qué las Ganancias ≥ Ingresos Costos:

1.- Porque en el sumando Costos, la contabilidad burguesa omite, ignora o se niega a cargar la plusvalía. De esa ingeniosa manera, el capitalista ve incrementada sus Ganancias. La Contabilidad sólo registra salarios y demás costes de fuerzas productivas complementarias que son la forma usual de presentarse el capital que en toda sociedad burguesa se halla separado de la mano de obra.

La plusvalía no coge una explotación planificada del hombre por el hombre como lo fue durante el esclavismo o de la servidumbre y vasallaje medioevales; no es algo subjetivo. Se trata de un contrato laboral con una jornada de trabajo durante la cual y generalmente el asalariado crea más valor que el representado por el salario recibido, ambos valores medidos según los precios de mercado.

El valor de la cesta básica del asalariado tiende a ser mayor que el salario cuando este se aplica a la compra de los bienes necesarios para vivir porque el valor de esa cesta lo cuantifica el mercado, como este cuantifica también el monto del salario en dinero[3].

2.- Aquella desigualdad se da también porque las Ganancias del caso-contablemente, en libros- dejan de provenir de la producción, ya que su fuente es endilgada al comercio. En este, la plusvalía se transforma en ganancias. De allí que en el mercado los fabricantes e intermediarios fijen los precios de costo de insumos varios y de las mercancías vendibles con su entera arbitrariedad, sólo frenada por la competencia entre ellos mismos.

Toda la dificultad para llegar a la correcta comprensión de la plusvalía proviene del hecho de que las mercancías no se venden como tales, sino como productos de capitales[4] que pretenden participar en la masa total de la plusvalía en proporción a su magnitud (de capital) y que a igual magnitud reclaman igual participación en aquella.

La ganancia aspirada por todo inversor capitalista se refiere a la que pueda sacar por todo el capital invertido; no sólo por la que le deje el asalariado en plusvalía. Para obtener esa plusvalía el capitalista incurre en costos paralelos y a estos también los considera como generativos o merecedores de ganancias. Los "precios de producción" son los que respetan esa condición. Ante estos "precios de producción" se han estrellado todas las lumbreras de la Economía Vulgar, la lumbrera de Paul Samuelson, por ejemplo.

En la igualdad que nos ocupa, los costos de producción suelen ser alterados hacia arriba a fin de maximizar los costos, como suele hacerse con los precios de las mercancías.

Sin embargo, una cosa debe quedar en claro: los comerciantes sólo se dejan llevar por los precios de un mercado donde ellos son parte y contraparte. Uno de ellos, el intermediario o fabricante mayor fija un precio, los demás lo siguen y no por especulación arbitraria, ya que si no hay precios en alza quien los suba corre el riesgo de salir del juego. Así marcha el libre mercado.

La posible solución a esas alzas está dentro del propio mercado y no con injerencias estatales. La injerencia del Estado pasa necesariamente por controles en las fábricas y en los principales distribuidores que son los capitalistas que marcan los primeros precios hacia arriba o hacia abajo.

3.- Otra causa de desigualdad es que en esos Costos se hallan algunos falsos costos como son los gastos de vigilancia, las depreciaciones de las maquinarias, el pago del personal administrativo o gerencial, cánones de arrendamiento, entre otros. Ninguno de estos costos debería ser absorbido por el consumidor final.

En la causa 1.- se esconde la explotación de sus asalariados, y en la 3.- se minimiza sus ganancias con miras a burlar impuestos varios y el reparto de dividendos a pequeños inversionistas y a los mismos trabajadores en cuanto a las verdaderas ganancias repartibles como "utilidades" anuales.


[1] Vulgar, decimos, porque maneja principios parateóricos o empíricos por excelencia que se hallan al alcance de hasta el más pobre de sus practicantes, por ejemplo, los dueños de las bodeguitas de ventanitas en las cuales se producen algunas mercancías de exigencia técnica minimizada. Este tipo de Economía es practicado indistinta y esencialmente por transnacionales y pequeñas empresas. Véase Carlos Marx, El Capital, y Manuel C. Martínez M. PRAXIS de EL CAPITAL.

[2] Marx estudió y evaluó exhaustivamente a los principales clásicos de la Economía Política de marras; reconoció como sobresalientes a François Quesnay, a Adam Smith y a David Ricardo con quienes, a su juicio, se agotó el aporte de aquellos en materia de Economía Política Científica, misma ciencia que consecuencialmente nace con este insigne y consagrado crítico, evaluador y fundador de la Economía Política contemporánea. Cabe señalar que la Economía Política Científica hasta ahora sigue siendo la ciencia económica por excelencia en un universo proletariado cada día más compenetrado con su aporte al auténtico desarrollo completo de las sociedades, dado el carácter transitorio o histórico del modo capitalista de producción, cada vez más debilitado en cuanto a mercados se refiere, en el sentido de que sus excedentes de capitales en dinero y en especie resultan invendibles e inempleables, que tropiezan con límites ya intraspasables por la vía capitalista.

[3] La contabilidad sólo resista costos y ganancias, egresos e ingresos, activos y pasivos. Algunos asalariados podrían estar sobrepagados al punto de no crear plusvalía. Eso no impide que las mercancías terminen vendiéndose con ganancias porque es lo que ocurre con aquel capital empleado en maquinaria, en capital constante: este no crea plusvalía y sin embargo reclama ganancias.

[4] En el régimen capitalista, las mercancías no son productos sólo del trabajo del asalariado, sino de todo el capital invertido tanto en mano de obra como en el resto de las fuerzas productivas complementarias: materia primas, maquinarias, inmuebles, otros muebles y demás costes involucrados. De allí que la ganancia no puede derivarse sólo de la plusvalía sino de todo el capital tanto constante como variable, de allí que sea el mercado donde el capitalista sitúa la fuente de ella y a la producción le asigna la posible minimización de sus costes o el máximo rendimiento de su inversión. Por esta razón, para el capitalista el personal ingenieril cobra mucha importancia en la economía. De perogrullo, no se emplea mano de obra sin emplear en paralelo medios de producción.Véase El Capital, de Carlos Marx, Libro III, Suplemento.



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Manuel C. Martínez


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