Qué determina la Histéresis de los Costes?

De entrada: No es el dinero el que determina los precios, sino éstos a aquél.

La literatura burguesa ha magnificado como causa de las inflaciones de precios la abundancia de circulante como si el volumen de este determinara los precios[1], siendo que los estos son la expresión monetaria de su valor trabajo, independientemente de que los intercambios o la distribución de las mercancías se hagan mediante trueques o con mediación dineraria.

O sea, dados unos costes de producción, calculados como insumos varios de mano de obra viva y muerta, es decir, de los costos por concepto de medios de producción y de salarios corrientes.

Según el fenómeno de la histéresis de los costes, luego de un proceso inflacionario, por lo general, dentro del mismo libre mercado, el nivel de precios dejado por la inflación tiende a mantenerse y la deflación que sobrevenga mantiene precios superiores a los que reinaban antes del proceso inflacionario en cuestión.

Ahora bien, la deflación que nos ocuparía nada tiene que ver con el volumen de circulante, salvo que este expresa la cantidad de dinero que van exigiendo los nuevos precios. Si estos responden a una elevación, ¿qué determinaría la Histéresis de los Costes?

Sencillamente, que los costes dejen de subir, que la competencia de los fabricantes e intermediarios provocaría rebajas de precios, pero los costes crecientes anteriores tenderán a conservarse ya que son esos nuevos y alcistas costos los que provocan la inflación.

Marx aclara el fenómeno de la histéresis cuando descubre que el dinero no hace conmensurables o intercambiables a las mercancías, sólo sirve en común para expresar el valor de cambio para distinguirlo del valor de uso, y como las mercancías –como valores-son trabajo materializado esta característica las hace comercializables, permite fijarle sus precios.

Durante los meses finales del gobierno nazi, para comprar cerillas, por ejemplo, se necesitaba carretillas de marcos, y carretillas de marcos lanzaba Hitler a la circulación con las cuales los demandantes podían seguir comprando. Cualquier excedente de circulante, por encima de la demanda, simplemente se atesora, pero no necesariamente los vendedores aumentan los precios parea trasegarlo hacia sí; la especulación se traduce en una reducción de la demanda debido a precios desajustados a sus costes y a los salarios correspondientes. De tal manera que ningún Estado debe privarse de ir ajustando el circulante a los precios que libremente vaya imponiendo la Economía, inclusive en presencia de especulaciones extraeconómicas.



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Manuel C. Martínez


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