Paridad Monetaria frente a la Dinámica Comercial Doméstica

El dinero fiduciario suele estar representado por monedas de metal feble y billetes. Su volumen puede escapar de las limitaciones que caracterizan el dinero soportado por metales preciosos.

Es de una inmensa ventaja para un país el uso de una moneda fiduciaria[1] que, quizás, su tenencia frente a los extranjeros no llame su codicia en materia de Comercio Exterior, pero, como quiera que por ahora estamos reduciendo nuestra dependencia en dólares petroleros-una reducción propiciada por los propios EE.UU., emisores de esa moneda sobradamente fiduciaria, la nuestra es un dinero que puede perfectamente seguir ajustada a la dinámica comercial doméstica, al volumen de producción de bienes, de su oferta y, sobre todo, de los precios de mercado a los que los especuladores vendan sus mercancías con ánimo, no sólo de enriquecerse prontamente, sino, como en el caso actual, con ánimo de hambrear al pueblo si el gobierno, atado por prejuicios monetaristas que sólo rigen para la moneda soportada por metales preciosos, y no para el dinero fiduciario, siga absteniéndose de poner límite a los ajustes de los salarios y del volumen del circulante monetario por montos que, en materia de salario, ya no se ajusten a la cesta ideal de tiempos de paz, sino a los sobreprecios especulativos.

Así como nuestra capacidad de importaciones dependía de nuestras exportaciones de recursos naturales que cada día se devaluaban más, una suerte de "devaluación monetaria", que no es tal por ser fiduciaria, inducida por el Estado para contrarrestar la real devaluación inducida implementada criminalmente por la derecha, así mismo nuestra capacidad de compra interna ahora podría depender sólo del volumen de billetes lanzados a la circulación.

No sobra aclarar que sería un mecanismo que, contradictoriamente, pondría freno a la avaricia y especulación actual por cuanto mientras este estafador que funge de comerciante más suba sus precios más se les estará devaluando el dinero que les saquee a sus clientes.

El Estado debe incrementar el circulante en esa moneda fiduciaria y sólo de esa manera podrá aliviar las cargas presupuestarias del trabajador y sancionar monetariamente a los estafadores que hasta ahora siguen drenando para sí cuanto billete llega al bolsillo del consumidor.

Sólo cuando este comerciante y estafador deje de subir sus precios apartados de su estructura de costos, entonces el Estado dejará de devaluarle el dinero que ya tenga en caja.

Este estafador, hasta ahora inmune por la evidente elasticidad de un Poder Judicial suboperante, debe darse cuenta que con el mismo dinero producto de sus sobreprecios debe volver a comprar sus nuevos inventarios y que su margen de ganancia es el que termina devaluado con cada sobreprecio que él tolera, recicla y avala.


[1] Ahí está EE.UU. entiendo dólares por toneladas, una moneda fiduciaria que le ha permitido mantenerse en pie, costear millonarias campañas mediáticas y progolpistas en el mundo entero, costear sus criminales guerras imperiales, sus estrategias politicocomerciales, etc.



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Manuel C. Martínez


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