Una teoría política para la agricultura venezolana

La agricultura va de mal a peor. La ausencia de cifras es parte de esa confiscación de la verdad sin la cual es imposible conseguirle soluciones. La agricultura ha dejado de ser la actividad más aplanada, lateral y amplia de nuestra vida para ser verticalizada y concentrada en pocas y poderosas manos. El modelo industrialista, por décadas cuestionado, quieren convertirlo en panacea. Los campesinos son ahora parte de las migraciones y los que restan buscan asalariarse en las grandes propiedades de los amos de la tierra. En los estados que mas tierra tienen ociosa, hay más hambre. Pareciera que estamos en un momento importante para pensar que hacer con esta calamidad.

Mucha gente de mi generación y otros más recientes están en el mejor momento de la vida intelectual para adentrarse en el espinoso camino de la filosofía de la agricultura, que pueda meterse en nuestras mentes y pueda a su vez hacerse realidad. Lo que falte lo buscaremos y lo hallaremos porque tenemos las herramientas; nada está tan escondido y recóndito, es muy probable que sean ustedes mis amigos los que dispongan de las ideas y los conocimientos que se requieran para legar no unos mandamientos sino pensamientos de lo posible sobre la agricultura venezolana, en su acepción más amplia . En adicional, la situación de la agricultura es tan áspera que modestamente creo estamos en capacidad de lustrar algunas propuestas que puedan contribuir a entender la razón por la cual no avanza, o avanza para retroceder, o creemos que es un problema de enfoque. Lo ideal sería que lo que se escriba sirva para proponer una ruptura conceptual que abra caminos. No es una doctrina como la militar lo que se propone, ni menos avasallante para imponerla. Es pensamiento, teoría, filosofía y para esto lo primero es aceptar que mucho tiempo hemos estado alejados de lo que han debido ser las agriculturas tropicales.

Todas las evidencias que están sobre la mesa, en un desorden que puede permitirnos armar las piezas, nos permitirá decir al final que la agricultura nacional es un sistema desgastado; que resultará poco probable de ser sustentable, aun conociendo sus componentes, imposible echarlo a andar porque ha consumido toda la energía posible, no se puede inyectarle vigor para dar respuestas a su agonía; ya no se trata de refacciones, arreglos sutiles o maquillajes. Por el contrario, posiblemente sea necesario detectar en que parte de este estado final de crisis se encuentra la agricultura, para proponer ese sistema complejo pero posible, que nazca en sustitución de aquel que ha fenecido y no termina de abandonarnos. Lo nuevo que surja debe proyectarse en el futuro como solución a los principales problemas de la agricultura venezolana en su dimensión histórica, social, económica, política, cultural y ambiental. Son tantas las facetas comprometidas por esta agricultura descompuesta que posiblemente las seis citadas deban ser ampliadas a la luz de los paradigmas que emergen en el marco de la crisis del capitalismo y de la ruptura con el modelo civilizatorio impuesto, que íbamos a cambiar, pero luego en arrepentimiento lo anclamos, para seguir en el ciclo de la agonía de la agricultura, que no es otra que la dependencia.

En este momento, sería más favorable para la filosofía de la agricultura encarar la respuesta a una nueva agricultura que sustituya la anterior. Atreverse a identificar un camino deseable y factible en todas las dimensiones señaladas. De nada servirá que los ejercicios filosóficos estén basados en la errática posibilidad de conseguir en la incertidumbre una solución. Ya varios pensadores navegando en las aguas tormentosas del fin del capitalismo han dicho que les preocupa, no que un modelo caduque y fenezca, sino que se pueda alertar al mundo de aquello que lo sustituirá.

La agricultura venezolana es un paciente terminal que no ha podido entrar en la crisis final porque es atendido permanentemente por el Estado, en forma compulsiva, arbitraria e intencionalmente para que no colapse totalmente. Para ello, lo mejor es vivir en una permanente modificación de la institucionalidad que hace de la inventiva su mejor herramienta. Esa oxigenación mantiene a la agricultura respirando aunque con los signos vitales comprometidos. De esas inyecciones de recursos de diversa índole vive una clase parásita variopinta que sin producir se apropia de todo lo que puede atrapar, en tanto que la población que vive, siente, y trabaja en los territorios rurales sigue en la anomia con la inercia de los tiempos del abandono; y el resultado final ha sido y será, si esta situación continúa, la profunda radicación de la agricultura de puertos que ha llegado hasta los más recónditos e insospechados espacios de la agricultura. No estoy retratando la agricultura fracasada de estos últimos años de nuestro gobierno, solamente estoy dejando el aroma de lo otro mejor posible.

Una teoría política sobre la agricultura habrá de privilegiar en sus páginas al ser humano, que vino a este mundo moderno a vivir gregariamente y se ha distanciado tanto de la agricultura que hasta ha llegado a pensar que existen fábricas de alimentos, estas cuando existan serán también agricultura entre tanto son industrias procesadoras; también esa teoría política ha de imaginarse el ambiente, ese esfuerzo de los 4600 millones de años de construcción evolutiva de nuestra geografía para valorarla y no dejarla sucumbir ante la agricultura extractivista, ni al extractivismo mineral. Si los diamantes, y el oro fueran absorbidos por las raíces, tuviéramos una mejor agricultura y no la destrucción de lo que ha debido ser primigenio, original e intocable. La teoría política de la nueva agricultura es para pensar en una soberanía demostrable, no verborreica. Y así sucesivamente. Perdón, olvidé decir dos cosas: 1/ lo más importante, gobernada por sus protagonistas agricultores y agricultoras, verdadera fuente del poder en la agricultura 2/ Igual de importante, mediada por el conocimiento ¿Podrá el sector de la ciencia y la tecnología hacer una mejor interacción con los actores sociales?

Con estas ideas iniciales, con cierto dramatismo, es posible que encontremos el camino para una quiebre definitivo, una ruptura con lo caducado, un espacio para la revolución de la agricultura, en la cual lo humano, el ambiente natural, la conciencia social, el valor de los alimentos para la vida plena, y otros elemento que constituyen un nuevo sistema capaz de remontar las grandes dificultades de un planeta caótico y de un sistema económico mundial en crisis, al cual pertenecemos.

No sé que resultará, pero sería algo menos abominable que la resurrección del viejo monstruo llamado Misión Agro Venezuela.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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