Campesinado ¿hambre o comunidades satisfechas?

El tema agrario aparece y desaparece en la opinión pública con la misma facilidad, parece magia. La sorpresiva huelga de hambre evidencia la importancia del tema, pero la facilidad con la cual los bomberos de la política apagan el fuego que se viene prendiendo en la pradera de la gestión agrícola, evidencia también que existen muchos intereses para que el tema cobre la actualidad y la vigencia histórica del meollo de las revoluciones: La lucha por la tierra.

Con las protestas campesinas recientes nos acercamos poco a poco a la flor mental que siempre estuvo presente en la ideología de Cecilio Zubillaga Perera “Chío”; un adelantado en temas agrarios, con formación marxista. Desde muy temprano Chío identificó las comunidades campesinas como la fuente más importante de la producción de alimentos en la Venezuela rural que le correspondió vivir. Con su poder de observación y con un permanente diálogo con los campesinos aledaños a Carora, sabiendo escuchar y ver, desarrolló el concepto de “comunidades satisfechas” pero también el de comunidades excedentarias. Por mucho que se ha hecho en el tiempo histórico venezolano para demeritar la producción agrícola originaria y la devenida luego por el mestizaje, llevada a cabo a lo largo y amplio del país, por aquellos que después de mucho tiempo, de muchas guerras, de muchos sacrificio quedaron sin tierras en cantidad suficiente para realizar la producción más allá de la subsistencia, los campesinos sobreviven y están alertas a estos nuevos tiempos de lucha.

Pero, esta forma restringida de vivir cada vez más acosados por las alambradas que los terrófagos trazan en los campos para delimitar y ampliar sus propiedades, les permite sobrevivir con dignidad en medio de la pobreza en sus pequeñas posesiones autonómicas; claro está, siempre bajo la amenaza de una guillotina batiente que trata de despojarle las tierras, sobre todo cuando estas son de buena calidad. Cuando logran desencajarlos de la tierra sus destinos son los ecosistemas pobres y frágiles, donde producir es muy difícil. Todos estos desmanes contra los campesinos fueron denunciados por Chío Zubillaga, en su momento. En esa defensa contra el latifundio oprobioso cita a Mariátegui: Despotismo y latifundio son términos correlativos.

De allí que no es difícil asumir que el tema agrario ha sido un caldo agrio desde los primeros tiempos de la presencia española. Nunca ha existido prosperidad humana en la agricultura venezolana, en su lugar los prósperos fueron y son los amos de la tierra, los terrófagos, latifundistas que ungidos de algún poder dado desde la Iglesia, la monarquía, la republica y los títulos y galardones militares lograron en base al esclavismo, feudalismo, y diversas formas de sumisión dejar a un lado del poder de la posesión a miles de familias campesinas. En ese trajinar quedan aproximadamente 350 mil familias típicamente campesinas en el territorio rural. Sin embargo, la oligarquía (vieja y reciente) ha realizado su trabajo; de alguna manera ha convencido al gobierno revolucionario que los campesinos no son la prioridad, no tienen la cualidad productiva y por tanto no son la salvación del tema agrícola. Habría que evidenciar lo contrario para desmontar esta acusación.

En algunas vivencias que todavía tenemos en mente, los asesores argentinos y brasileños, siempre defendieron invertir mucho para fortalecer la mediana agricultura y la agricultura industrial de alta escala. En esa agricultura de mayor escala estaban sus clientes tecnológicos. Este desequilibrio obligó luego a realizar programas coyunturales incluyentes compensatorios, hasta llegar a la Misión Agro Venezuela, donde se pensó en emancipar campesinos con dineros colocados a fondo perdido. Pero el tema de la revolución en la agricultura, la tierra como centro gravitacional de esas transformaciones quedó congelada en el frió intenso del dejar hacer dejar pasar. El rescate de tierras, cacareado por el gobierno y agredido por la oposición no ha redimido a los campesinos. La tenencia y uso de la tierra ha recrudecido formas de violencia que se creían extintas. La tierra es de otros, no de quienes la trabajan. Cerca de un millón de hectáreas están hoy en poder de Agro FANB, otras siguen en litigios interminables, y otras fueron infelizmente abandonadas ante la ausencia de acompañamiento adecuado.

Después de 20 años de revolución, el movimiento campesino está, a diferencia de lo que escribió Zubillaga, insatisfecho. No hay forma de de detener al agavillamiento, sicariato, desalojo, encarcelamiento y la postura abierta de los privilegiados tenedores de la tierra (grandes agricultores, latifundistas, inversionistas, engordadores de tierras, militares, profesionales de diferentes ramas, extranjeros terrófagos, etc.) contra los campesinos.

Desconsiderar a los campesinos es un insulto a la inteligencia, sin esa fuerza de trabajo es imposible tener mejores resultados. El asunto es que no los quieren libres, ni asociados entre ellos, ni comunizados, los quieren quebrados y hambrientos para disponer de mano de obra barata y circunstancial. Y en eso ayudan (¿sin quererlo?) algunos planes de gobierno que en vez de financiamiento oportuno a la agricultura campesina envía cajas de alimentos importados. Un ciclo extraño de pobreza, desestímulo, apoyos circunstanciales, trabajo ocasional, migraciones, hambre, mas pobreza….

Los campesinos alzados solamente de palabra y en extremo practicando una huelga de hambre, no van contra Maduro, ni contra Diosdado, ni contra otros líderes del alto gobierno, no van tampoco contra el proceso revolucionario. Eso crea confusión porque la enfilan sobre subalternos y quienes pueden mover los subalternos no lo hacen. Quienes pueden logar otras dinámicas sociales y políticas en el campo están encinchorrados, inventando o maquillando cifras para decir que las cosas van bien en la agricultura y los movilizados dicen que van mal. Y no pueden ir bien, si no se cambia la conciencia y el propósito de quienes con su accionar pueden cambiar las cosas.

No estaría mal, habida cuenta la cantidad de apoyos mayoritarios que se sienten en la gente urbana hacia los campesinos, reconocidos en los seguimientos en redes y escritos diversos en medios de comunicación social, que se ordenara un nuevo catastro de las tierras con vocación agrícola en los territorios rurales y peri-rurales (mejor término que periurbanos), o ir hacia una nuevo censo agrícola que nos permita a partir de la hipótesis que comprobaremos nuevamente, que la tierra está en pocas manos, y por tanto avanzar hacia una verdadera revolución que comienza por una revalorización social de la agricultura.

Zamora anda cabalgando por allí y todavía está conciliador…





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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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