Mi compañera amenazó con dejarme porque soy lo que somos

Si mi hermano Félix es afrodescendiente ¿qué soy?

Mi hermano Félix, según las “modernas versiones sociológicas” es afrodescendiente.

Nacimos en Cumaná y juntos atravesamos miles de veces el Manzanares de banda a banda. De las guamas, una exquisita fruta en extinción que se da habitualmente en las riberas de los ríos, en compañía agarramos y comimos hasta decir basta. Muchas veces halamos tren hacia la orilla de la playa. De eso comimos y dimos de comer a nuestras familias en varias oportunidades.

A los dos nos acompañó el hambre después de la adolescencia; en una ocasión compartimos como almuerzo el almidón que debíamos usar para pegar unos afiches durante la lucha clandestina. Félix, fuerte, àgil y atrevido, muchas veces salió en mi defensa.

Crecimos y acompañados siempre estuvimos; siendo todavía unos muchachos fundamos en Cumaná el MIR y hasta solidarios nos hundimos en la clandestinidad y desde diferentes ángulos compartimos lo de la lucha armada.

Llegamos a la edad madura y vejez. Nuestra hermandad y afecto profundo había continuado incólume. Es más, hasta hoy los dos seguimos en la misma trinchera.

Pero unos sociólogos y antropólogos modernos hicieron del hermano Félix y hasta de mi mujer, afrodescencientes.

¡Rolo de vaina me han echado!

Empiezo a sospechar que a partir de allí, quienes habíamos combatido y convivido juntos por razones de clase, fundamentos culturales y afectos, comenzamos a vernos de reojo. Pues ahora ellos pertenecen a otra cosa y yo no estoy en nada. Les crearon un coto al cual no pertenezco. Como si no existiese.

Mi padre y madre resultaron de la mezcla infinita de genes y culturas que se dio en esta parte del mundo. Uno, cumanés de más de cinco generaciones, la otra nacida entre los pescadores de Manicuare. Ambos quemados por el sol ardiente de nuestra tierra. Ellos, nunca supieron de esas complicaciones antropológicas o sociológicas de las cuales hablaron Miguel Acosta Saignes, Rodolfo Quintero, Yaneth Abouhamad, Federico Brito, Alfredo Chacón y hasta el cubano Fernando Ortiz, el británico Arnold Toynbee, Gordon Childe y otros. Pero aprendí que por encima del color de la piel y rasgos faciales, está el humano. El diseño del mapa genético puso las cosas en su sitio. Por eso mismo, que también aprendió Félix por su lado y con los suyos, no nos cobramos peaje; al contrario, nos rendimos y entregamos a la magia de nuestra relación de hermandad y solidaridad. Estábamos en el mismo lado.

En el capitalismo, las relaciones del explotador con el explotado ignoran el color de la piel o el origen ancestral. El humano todo, aunque haya tenido una ascendencia común desde los umbrales de la historia, no le para al momento de acumular sobre la base de la explotación del trabajo humano. Lo que no niega que la condición de explotado suele estar más asociado a los de piel del color de los originarios de Africa.

Seré un mestizo. No soy africano, tampoco europeo. Lamento no ser indígena, me hubiese gustado serlo aunque llevo esa sangre como la africana y europea. Si lo niego, para no intelectualizar mucho el asunto, sería un insolente. Hablo una lengua que no es exactamente la de España, pero de allá nos llegó y aquí la fuimos cambiando; me fascinan y hago sancocho de pescado y hallacas. Estas son en gran medida lo que somos. Formo parte de eso que Bolívar llamó el reato. Pero no es de mi agrado llamarme mestizo porque eso sería exaltar el racismo. Prefiero definirme como humano y hermano.

Si Félix fuese afrodescendiente y habiendo luchado juntos desde la misma perspectiva, la de venezolanos, cumaneses, hermanos, compinches y víctimas de las mismas injusticias y enlazados contra ellas, entonces no somos lo que hasta ahora habíamos creído. Los “antropólogos modernos” o esos personajes que se asignan una representación y viajan a congresos que se dan en los confines del mundo, han metido una cuña o cuerpo extraño entre Félix y yo. ¡Esas vainas dan sus dividendos, abren parcelas!

¿Estamos hablando de razas? ¿Félix, mi mujer son de una y yo de otra? ¿Y mis hijas que vainas son?

Es más, mi mujer en estos días, mirándome me dijo:

“Tu y yo, contrario a lo de Nicolás Guillén, no somos la misma cosa. Tu, no eres yo y yo, no soy tu”.

Por eso, viéndole de frente le expresé:

Entonces mi amor, vamos a preguntarle a quién corresponda, ¿si ustedes son afrodescendientes qué coño somos mis hijas, nietas y yo, aparte de haber nacido aquí? ¿Debemos reclamar acaso un reconocimiento especial?

Estas, mis hijas y nietas, y yo de indígenas, africanos y europeos algo tenemos, como Félix, mi mujer, la hallaca y el sancocho de pescado, pero somos humanos y otra cosa. Porque para completar la vaina, aquí nacimos, crecimos, hasta somos lo que somos y esta tierra, con su lengua y multitud de costumbres, es lo que más amamos.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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