Luego de haberlo constatado Ud mismo, no se apure a catalogar todavía al personaje, mire ahora esto.
José
Sant Roz dice que el Gobernador debería cuando menos dar disculpas
públicas, y yo creo que ciertamente tendría que darlas, pero sólo
además de pagar una condena —y, por supuesto, también de poner su cargo
a la orden—. Opino que la pena tendría que ser la máxima habida en
relación a este tipo de ofensas, a esta clase de estragos perpetrados
en forma tan procaz contra la integridad moral de la mujer. Incluso,
creo que la pena debería ser aún mayor, pues no se puede tratar a un
Gobernador en forma similar que a un ciudadano corriente.
Debería
haber una ley especial para los funcionarios públicos (es más, no puedo
creer que no la haya), según la cual éstos deban pagar por sus
faltas el doble o el cuádruple de una condena ordinaria, por ser el
doble o el cuádruple la responsabilidad que asumieron bajo juramento
frente a la patria y sobre la Constitución.
Un
día vemos el desprecio, la discriminación a la mujer en las pantallas
de Globovisión, ¿y al día siguiente tenemos que verla en nuestros
cuadros?
¡No puede ser!
En
el caso de nuestro infame psuvista, no sólo se trata de una ofensa a la
mujer, se trata de una ofensa a la mujer por parte de un funcionario,
de un alto funcionario, ¡de un Gobernador! Por lo tanto, no pueden
haber atenuantes. Más bien todo lo contrario: la Función Pública debe
constituir un agravante pues, mirada en el contexto de nuestra
Constitución Bolivariana y humanista, el servicio a la Nación que
representa, conferido por el pueblo en honor a sus más
sagrados intereses, es lo más opuesto que hay a una licencia para
irrespetar los valores humanos. En suma, lo que hemos visto no
es sólo un insulto a la mujer en general, ni a una mujer en particular:
lo es también al Estado, y por ende a la Patria.
El
PSUV debe también, por su parte, pasar a este militante —pero como un
asunto interno— por la justicia disciplinaria más solemne; esto es, sin
ningún tipo de exoneraciones; simplemente, mesúrese la severidad del
agravio infligido a la valiosa mujer que es Reina Lucero, y la enorme
deshonra que constituye para el partido la desfachatez de un tal
insulto. Creo que este tipo de tratamiento es necesario, pues el
respeto no se crea, no se aprende nunca sin sentar precedentes. Ésta
será una muy buena oportunidad, por ejemplo, para llamar la atención
sobre la importancia del elemento ético-moral de nuestros "cuadros". ¡Y
alertar la vigilancia!
También
servirá la ocasión para probar que el revolucionario está siempre sólo
frente a sus responsabilidades, pues la ética no es cuestión que
podamos delegar en el poder que tengan nuestras influencias, nuestros
padrinos —que como todos sabemos, en política siempre los hay—. Pero
indigno también es quien intercede por un indigno.
Atención
camaradas, que el atropello cometido por este impostor contra la mujer
no es un accidente, que algo tan enorme no se inventa. Estas cosas sólo
se manifiestan si se llevan muy dentro... Y lo importante es... que muy
pronto veremos lo peor. Lo veremos en alta definición, representado en
aquel o aquellos quienes por esta miseria humana no tendrán ningún
pudor en meter la mano. Cojamos palco...