Máryurys también emigró llena de dólares y por moda o status

Máryurys es licenciada en educación y estaba estudiando una nueva carrera para graduarse como educadora mención inglés cuando la crisis la sacó de las aulas. Siendo esclava en la Venezuela de Maduro al trabajar en dos liceos a la vez e impartiendo lecciones privadas de química, física, matemáticas e inglés, Máryurys no podía mantener a sus dos hijas adolescentes y cuando comenzaron a ir a clases sin cuadernos, con los zapatos y uniformes rotos y sin comer, a pesar del inhumano esfuerzo de su madre, entendió que era hora de partir.

En una finca ganadera y cocalera en Colombia acaba de cumplir un año, a pesar de que se fue "por unos meses". Ahí trabaja desde las tres de la mañana como cocinera de jornaleros por dos tercios del salario mínimo colombiano, sin ningún beneficio social y sin sus hijas, ya que las tuvo que dejar con su anciana madre. Las condiciones de trabajo que sufre la indocumentada Máryurys en Colombia son consecuencia directa de la neoesclavitud a la que nuestro gobierno y sus irresponsables experimentos económicos ultrapopulistas han empujado a millones de compatriotas, pero a Máryurys le ha alcanzado para salvar a sus hijas de morir de mengua, aunque no haya podido ahorrar ni un solo céntimo para poder regresar, como era el plan inicial.

En un país donde históricamente hacen falta profesores de matemáticas, química, inglés y física, nos damos el lujo de matar de hambre a los pocos que tenemos y ahí se nos fue una de las mejores: una humanista congénita, la paciencia, la solidaridad y el amor aplicados a la docencia; a esa la tenemos como cocinera en una finca ganadera-cocalera en la frontera colombovenezolana.

Máryurys extraña su país, sus vecinos, su familia, pero no extraña trabajar como esclava en la Venezuela del madurocabellismo, en tres trabajos a la vez y sin que su enorme sacrificio rinda frutos aunque sea para lo básico: el alimento y el estudio de sus hijas y su madre. Ella no ha dejado de ser esclava, pero de su esclavitud en Colombia ha podido mantener a sus hijas, aunque esté destinada a terminar sus días como inmigrante ilegal en Dios sabe que paraje fronterizo colombiano.

Y es que sus intentos de tramitar pasaporte para ella y sus hijas se han encontrado con que el consulado venezolano en Cúcuta cobra 80 dólares por cada una de sus hijas y 100 dólares por ella. Es comer o sacar pasaporte. Pero además, en la Venezuela madurista a los pobres les es imposible sacar pasaportes, y menos tramitar los documentos con los que Máryurys pudiera aspirar a trabajar de docente en Colombia u otro país, por un salario digno, lo que le permitiría llevarse a sus hijas, por lo que nuestro gobierno ha condenado a miles a ser unos parias expuestos a toda clase de abusos por no poder emigrar legalmente, teniendo que decidir entre la esclavitud y el abuso en Venezuela o la esclavitud y el abuso en otros países; pero sabemos que con un salario de 10 dólares en Venezuela no se vive ni se sobrevive, mientras que con los 200 dólares con los que es subpagada Máryurys, sus hijas y su anciana madre pueden subsistir, aunque eso haya significado la renuncia de Máryurys a todos sus sueños.

Ella cumplió un año de trabajo y para ella no hay vacaciones, es indocumentada y regresar a la Venezuela postchavista siempre será peor.

Mientras los jerarcas de este lamentable gobierno puedan henchir sus pulmones para declarar al mundo que los que emigran lo hacen llenos de dólares (Maduro), por moda o status (Cabello) o por la fiebre del dólar (Saúl Ortega), enfermos de poder y con la suficiencia moral que les da el poder decir lo que les dé la gana por sus medios censurados y autocensurados sin sufrir consecuencias, miles de venezolanos huyen del hambre y el caos sin recibir siquiera un poco de respeto y menos de solidaridad del gobierno más miserable de nuestra historia.

El autor es: abogado·
 

abogadosuceve@hotmail.com



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