Venezuela: Laboratorio de la degradación atroz

Recientemente, a través de un repositorio académico, le solicité a un colega mexicano un artículo suyo sobre un importante sector industrial en aquel país a objeto de respaldar una investigación sobre este mismo sector en Venezuela, que actualmente realiza una estudiante de doctorado bajo mi tutoría. Revisando el resumen, me interesó porque planteaba el tema  de los procesos de “desaprendizaje” que algunas unidades productivas experimentan cuando se dan cambios importantes en sus tecnologías, obligándoles a abandonar viejas prácticas – desaprenderlas – para poder desarrollar nuevos aprendizajes que le permitan desarrollar o asimilar las nuevas formas de producción. El estudio sostiene que, después de un complejo proceso, si hay una gestión adecuada, esto puede resultar en un enriquecimiento de sus acervos tecnológicos.

Me interesó el concepto para ver su aplicabilidad en la actual realidad de ese sector industrial en Venezuela, bajo “gestión” estatal[1], el cual experimenta una brutal perdida de sus capacidades productivas. Un desaprendizaje no solo en lo tecnológico, sino en todas sus áreas funcionales, pero no para adquirir nuevas habilidades, sino consecuencia de una dirección donde la ineptitud y la total ausencia de habilidades y, sobre todo, de probidad, son sus rasgos sobresalientes. Ello ha tenido como resultado el virtual desmantelamiento del sector. En este caso, resulta perentorio determinar con precisión las causas, y la magnitud de las consecuencias de estas, sobre el funcionamiento del sistema analizado.  

A los pocos días, el colega me envía el archivo completo vía correo electrónico. Después de un muy cortes saludo me hace la pregunta obligatoria ¿Cómo está la situación. Es tan mala como se dice por acá? Y, una segunda, que me vienen haciendo reiterativamente en los últimos tiempos, bien sea cuando establezco comunicación por vía electrónica o bien cuando asisto a algún evento académico nacional o internacional ¿todavía estás en Venezuela?

Le escribí agradeciéndole el envío del correo y me permití el abuso de responder en forma amplia la primera pregunta. Considerando nuestra área de trabajo, el desarrollo tecnológico e industrial, le explique la situación describiéndola como un laboratorio en el cual, desgraciadamente, tenemos una posición de observación inmejorable. Un laboratorio en el que, prevaleciendo enfoques políticos sectarios y muy mediocres, se desechaban las calificaciones y los conocimientos técnicos, echando mano de un supuesto y discutido voluntarismo, que en el fondo sólo son formas para adecuarse a las connivencias y las prebendas en, o en torno al poder. Los resultados, constatables, eran una impresionante perdida de capacidades productivas y tecnológicas, con devastadoras consecuencias sobre la producción, los trabajadores y el ambiente.

Pero desgraciadamente, esto no ocurre sólo en el ámbito de la producción y, de forma más general, en la economía. Desgraciadamente, está ocurriendo en prácticamente todos los ámbitos de nuestra nación. En la educación, en la salud, en la cultura y, no se diga en la práctica política y en las fuerzas armadas. Venezuela es hoy día un laboratorio que permite observar las más increíbles regresiones que pueda experimentar una sociedad. Un laboratorio de destrucción institucional, demencialmente irracional, cuyo objetivo no parece ser otro que el de constituir un núcleo de poder en el ejecutivo, blindado por una estructura militar de tipo pretoriano, que se sustente fundamentalmente en una fuerte estructura de represión e instancias para proveer una escueta y humillante dadiva a la población. Un laboratorio donde los que lo dirigen, procuran experimentar en contra de sus habitantes todo tipo de abyecciones en forma inexorable, degradándolos a un nivel tal que han logrado prácticamente despojarlos de su ciudadanía. Un laboratorio de degradación atroz, cuyo objetivo final no parece ser otro sino llevarnos a la barbarie con la fatua ilusión de que ello les permitirá mantener el poder.

Y con relación a la segunda pregunta que me formuló el colega mexicano - aclaro que hasta ahora rechacé tres buenas proposiciones laborales en el exterior, y vaya como me ha costado hacerlo - le di la respuesta que reiteradamente hago: irme es aceptar que la práctica delincuencial y la impudicia en el poder vencieron.



[1] Ojo, con esto no se está desdeñando del control público que, como evidencian casos en  Europa e, incluso, en Estados Unidos presentan tan o mayor eficiencia que sus equivalentes privados. 

 

 alexisms60@gmail.com

 



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Alexis Mercado


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