¿Por qué irrita tanto la Fiscal?

La irritación que ha causado la actuación de la Fiscal General, ha sido inmensa. Se mide por la cantidad de declaraciones, las calificaciones (más bien, descalificaciones) que ha recibido, la significación de los voceros. En términos generales, cumpliendo las indicaciones del inefable Dr. Goebbels, se dibuja una orquestación y una repetición que pretenden imponer verdades incontestables, al costo de un linchamiento verbal.

Pero el fenómeno merece unas consideraciones que vayan más allá de lo amarillista, que lleguen a lo filosófico, y hasta lo más estrictamente político. No voy a empezar por las declaraciones más polémicas de la Fiscal. Quisiera más bien reflexionar sobre algunos principios y líneas de acción que han sido puestas por el tapete con las intervenciones de la Dra. Ortega Díaz.

Lo primero que ha hecho la Doctora Ortega Díaz es reivindicar el principio de la autonomía de los poderes públicos. Esto es fundamental hoy, cuando se ha asumido como lo más "natural", como la peor de las ideologías o falsa conciencia (Marx), una línea que estableció Jaime Lusinchi: el de la fusión y confusión del Estado y el Partido. Esto, por supuesto, no sólo está reñido con el principio constitucional, sino con todo el pensamiento democrático del cual forma parte el pensamiento del Libertador, lector ávido de Montesquieu, Rousseau y demás filósofos ilustrados.

Los seguidores de Lusinchi, los que no distinguen Partido de Estado, ni entienden la independencia de los Poderes, no pueden aceptar que el representante de uno de los Poderes Públicos pueda expresar algo que esté en contradicción con, no digo el Presidente Maduro, sino con el Ministro General Reverol, el Ministro General Padrino y sus "camaradas de armas": diputados (Saúl Ortega, el Carreño, etc.), ministros (Aristóbulo, la Varela) y "animadores" de pintorescos programas de TV (Mario Silva, Cabello, etc.). Como si el Estado fuera un solo ejército o, peor, una pandilla, con jefes cuyas palabras son órdenes. Cualquier actitud independiente se considera una traición, una suerte de delación, que debe ser castigada de inmediato.

La autonomía de los Poderes tiene que ver con un principio del cual Bolívar hizo motivo recurrente de sus discursos: el estado debe tener límites frente a los ciudadanos, debe controlarse a sí mismo, estableciendo un sistema de pesos y contrapesos, contra la arbitrariedad y el absolutismo. Es tan revolucionario ese principio, que ninguno de los dictadores lo ha respetado. Gómez, por ejemplo, cuyo fantasma a cada rato aparece en el discurso y actuación de muchos altos funcionarios, tenía bajo su control personal a los otros "poderes".

Pero, además, hay un asunto más profundo, correspondiente a la ética. El gran filósofo de la Liberación, Hinkelammert, distinguía claramente entre la "ética de los ladrones" y la "ética de superación". Aquélla tiene como regla primordial la complicidad en los delitos, la solidaridad automática de los miembros de la pandilla. La mafia castiga con la muerte la delación. Esa ética de ladrones trasladada a la política equivale a esa lealtad degenerada que es la complicidad con los corruptos, la alcahuetería con los vicios y el silencio ante las mentiras, con la excusa de que en una guerra se debe siempre callar y otorgar ante los jefes. Es la lealtad falsa, pura complicidad y alcahuetería, que se evidenció cuando varios altos funcionarios renunciantes, señalaron el gran desfalco con los dólares de la Nación, en el cual estaban obviamente involucrados empresarios y altos burócratas. La reacción de los cómplices fue llamar a "lavar los trapos sucios en casa", como si no se tratara de nada menos que los bienes de la República. La reacción de los verdaderos leales a los principios, fue señalar dónde estaba la verdadera traición (a Chávez también, por supuesto).

La Fiscal ha expresado claramente que se propone rescatar la institucionalidad y, más ampliamente, la Constitución de 1999 y el resguardo de los Derechos Humanos. En ese sentido ha publicado un amplio estudio de los miles de casos de violación de los Derechos Humanos durante la IV República, donde se puede leer cómo aquellos gobiernos sometieron a civiles a juicios militares sumarísimos, entre otros mecanismos que hoy, al parecer, figuran como primera opción. ¿Acaso la izquierda no luchó por esos Derechos Humanos durante décadas? ¿Hoy ya no es válida esa lucha?

En cuanto a lo comunicacional, la Fiscal ha rescatado la vocería acerca de los temas correspondientes a su cargo: la investigación y sustanciación de los delitos. Porque de eso se trata. En esto hay que llamar la atención: La Fiscal ha pronunciado el discurso de la institucionalidad frente al discurso de la guerra. Este último es una especie de ideología (falsa conciencia, excusas, racionalizaciones) que convierte la información en propaganda de guerra. Los miles de ciudadanos que protestan o están molestos por la evidente crisis económica (inflación, desabastecimiento, recesión que no han sido superados) pasan a ser "enemigos" en una guerra o, peor, terroristas. En una rara situación de convergencia de imaginarios, tanto para el gobierno como para los grupos de encapuchados, éstos últimos son, o bien "combatientes" de una fuerza beligerante, o bien "terroristas", asumiendo el lenguaje que el presidente Bush instauró desde la ONU para justificar la suspensión de las garantías constitucionales en EEUU y armar una lista donde figuraron hasta los palestinos.

Los voceros militares del gobierno (cámbiese el orden de estas palabras y dirán lo mismo) dan partes de guerra. La Fiscal rinde informe de la actividad correspondiente a un Poder Público frente a una situación de alteración del orden público, delitos precisos, investigaciones. El vocero militar del gobierno actúa como los tribunales militares, de forma sumarísima, sin derecho a defensa, sin juicio debido, sin considerar pruebas y evidencias. La Fiscal muestra pruebas y reúne evidencias para sustanciar imputaciones. Por supuesto que es el discurso de la institucionalidad contra el discurso de la guerra.

Al simplemente cumplir con las funciones que la Constitución le ha asignado, la Fiscal General ha abierto la posibilidad de restaurar la verdad. Por eso, ya por eso, sólo por eso incluso, es profundamente chavista



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Jesús Puerta


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