Cuentos - La buseta

Soy un payaso.

Cuando era joven a menudo hacia o decía cosas exageradamente ridículas, me gustaba hacerlo porque a menudo la vida me parecía, y me sigue pareciendo, un inmenso ejercicio en ridiculez comunal.

Cuando estaba en la secundaria me hice una escultura a base de yeso de tamaño real de mi mano derecha y parte del brazo, y la pinté de manera muy realista. Para hacer reír a la gente, caminaba con la escultura agarrada debajo de la gruesa manga de una chaqueta de invierno, y al saludar a alguien, les daba la mano, y cuando la tomaban --- mientras que yo les miraba en los ojos, muy serio --- de repente saltaban con susto.

Sacaba la mano desde debajo de la manga, y todos nos reíamos.

Era muy cómico.

He hecho reír a mucha gente con mis ridículas estupideces también, como bailar la salsa igual como bailo el merengue, o la cumbia, el waltz, el reggeaton, el rap, las canciones de amor, o de punk, o rock … todos los estilos de música los bailo exactamente igual, pero al ritmo de cada canción.

Es muy cómico el asunto.

Inténtenlo en la casa, no es tan fácil como pareciera, pongan una música, bailen, y enseguida cambien el tipo de música, y traten de bailar igualito. Es bastante difícil, y muy cómico para los que te estarán viendo, bueno, para todos …

… excepto para la gente que toma la vida demasiado en serio.

Bueno, creo que todos sabemos que hoy en Venezuela, bajo el mando de Maduro, estamos básicamente viviendo un infierno, pero pensé que también deben existir cosas cómicas en el Infierno, no creo que en sus eternas miserias estarían llorando todo el tiempo, o gritándoles insultos a Dios o al Diablo, no creo.

Entonces, empecé a pensar que detrás de muchas situaciones inconfortables, o difíciles, o trágicas, uno debe poder encontrar algo cómico, o ridículo, o aun estúpido.

Lo que sigue es una historia basada en un hecho real que un vecino me contó, solo que le cambié el final, para hacer transformar así una tragedia social de nuestra Venezuela actual, en algo cómico.

Espero que lo disfruten.

LA BUSETA

Tengo un vecino que se acerca a su pensión, es decir, ya está como viejito, y trabaja desde hace muchos años como obrero para una institución gubernamental que opera en los campos del país.

Creo que es vigilante en alguna instalación del ministerio del agua, o algo así.

Bueno, me contó que la semana anterior, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, y cuando andaba en la primera de las 3 busetas que siempre debe tomar para llegar a su trabajo, saliendo a las 5 AM de la casa, y llegando al trabajo un poco después de las 8 AM, fueron atracados en la buseta por tres delincuentes, dos armados con pistolas y uno con una funda donde los pasajeros iban a depositar sus bienes.

Los delincuentes ya iban en la buseta como pasajeros desde el comienzo del recorrido, lo que significaba que se habían montado a la buseta en la parada donde la buseta empieza su trayectoria, pero al parecer, ya que todos andaban medio dormidos, nadie se dio cuenta de esos “nuevos pasajeros,” entonces nadie sospechó que iban a ser atracados.

Todos se quedaron sentados allí, como siempre, medio dormidos, esperando el arranque de la buseta.

Finalmente la buseta salió, y como a los 15 minutos después de haber empezado su recorrido, los tres delincuentes se pararon y armados forzaron al conductor a tomar un camino montañoso donde se ejecutó el atraco.

Mi vecino normalmente no reacciona muy rápido, pero esa mañana reaccionó bastante rápido, y de manera bastante inteligente.

Me contó que cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, sacó su teléfono celular de su bolsillo --- un teléfono inteligente nuevo que había comprado esa misma semana --- y en vez de sacarle el chip, así como algunos lo hacen al ser atracados en una buseta, escondió su teléfono entre los cojines del asiento.

De esa manera --- me contó --- si por casualidad los ladrones tomarían el tiempo de revisar todos los asientos, él podía simplemente responderles algo al estilo de:

”Ah, pues, mira eso, de haberlo sabido me lo hubiera cogido para mí.”

Eso es lo que me contó el vecino, pero seguro que nunca hubiera dicho eso, o nada parecido, ya que el tipo es un poquito cobarde, muy buena gente, y no le gusta meterse en líos.

Bueno, aun así, me pareció que la idea de esconder el teléfono para recuperarlo después del atraco era brillante, realmente brillante.

Entonces, ya que mi vecino es una persona muy sencilla, y no lleva reloj, ni anillos, ni cadenas, y usa una camisa y pantalones y zapatos viejos porque que trabaja en los campos, cuando le llegó el delincuente con la funda, solo le entregó unos pocos bolívares que tenia en su bolsillo, y por suerte, no pasó nada más.

A nadie les dispararon, y nadie intentó atacar a los atacantes tampoco, los delincuentes recogieron su funda llena de “regalos,” y como Santa Claus, se bajaron sonriendo de la buseta y desaparecieron en la oscuridad de la madrugada.

Eso fue todo lo que me contó, entonces le dije, para ser solidario:

”Ah, que bien, eso fue muy inteligente, y tuviste suerte, saliste vivo, y con tu nuevo teléfono … ¿muéstramelo?”

Me miró, con unos ojos de pollito mojado, y me respondió:

”Bueno, me gustaría, pero no puedo, me lo olvide en la buseta.”



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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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