Del país profundo: El Tambor Redoblante de San Juan entre Guarenas y Guatire

Una década antes de declararse la fundación del pueblo indígena de Guarenas, bajo la advocación de la virgen reina de América, Nuestra Señora de Copacabana, ya en Caracas se había establecido la principal cofradía de San Juan Bautista, creada por morenos libres y esclavos africanos de nación Tari, que tenían sede principal en la Iglesia de San Mauricio, “ el cuerpo principal de esta hermandad se ha de componer de veinticuatro cofrades, en alusión a los que vio San Juan ante el Supremo Trono… quienes serán varones, de buena vida y fama, timoratos y devotos, no mujeres ni impedidos, ni enfermos de la cama …”, lo recuerda en sus estudios Miguel Acosta Saignes, al hacer referencia al “Libro de cabildos de la cofradía del Precursor Sr. San Juan Bautista que se venera en la Iglesia de S. Mauricio de esta capital”. El año 1611, es período de creación de dicha cofradía, que además de participar con sus miembros como testigos en las marchas de gala, al compás de redoblantes, nos trae referencias del baile de tambores en la procesión de San Juan cada 24 de junio, calificado luego de “desorden en lugar de devoción y veneración”. Con la llegada del obispo Diego de Baños y Sotomayor, los bailes en los que eran muy activas las mujeres negras en honor al santo, fueron considerados como graves ofensas a Dios y quedan prohibidos desde el año 1687. Dice Acosta Saignes al referirse a estas cofradías de Caracas “Durante mucho tiempo se conservaron los bailes africanos transplantados a América. Los tambores resonaban en los atrios y al bailar a los santos católicos, los africanos venerarían secretamente en los primeros tiempos a sus remotos dioses de truenos, de fertilidad y de libertad. Después todo fue propicio para que a fines del siglo XVIII se borrasen las últimas danzas por disposición del Gobernador. Solo en el interior de Venezuela continuarían resonando los tambores de San Juan.”

Guarenas y Guatire, la gran puerta de entrada de Caracas, hacia el este, al mundo selvático y desconocido de Barlovento para aquel entonces, estarían entre los primeros lugares que le dieron fuerza a esa celebración de tanta fama entre los africanos Tari de la Iglesia de San Mauricio. En esos valles lejanos, sembrados de haciendas de cacao y de caña de azúcar, resultaban familiares las capillas donde se protegían imágenes de San Juan Bautista y de otras santidades. Allí no llegó con suficiente fuerza el chillido de las “Constituciones Sinodales”, como tampoco tendrían cabida las censuras de las autoridades eclesiásticas encabezadas por el Obispo Diego de Baños y Sotomayor, quien veía sacrilegio y superstición, en lo que era raíz profunda de nuestra cultura, y como tal, le resultaba abominable pecado reprobado por la Santa Escritura y opuesto al primer mandamiento de Dios.

En Guatire hoy siguen floreciendo las llamadas Parrandas de San Juan. Se cuentan la de Ñeta y la de Paula Pérez con fama antigua, la de Lucio, la de Basana, la de Sixto, los Bachacos, Alzur, Tony y la Parranda de San Juan Omaira Avariano, según nos informa Miguel Alciro Berroterán, activísimo promotor de las tradiciones populares del lugar. Tres tipos de baile en la celebración a San Juan Bautista: Bamba, Corrío y Redondo y decenas de tonadas, donde se hace presente en los cantos un conjunto de fonemas que nos llevan de nuevo al recuerdo de África. “Ay mariandé, ay Juan Bimbé”. “Ay cuándo salirá yayo Juanicó”. “Quilembe, cuándo salirá” .“Oye lía calangangue”. “Amasé biumbembe cumbelé”. “E lutanguee e’ yayo”. “Piré piré bailé”. “Quilí quilí quilí tu manto tulé”. “Samba tulé yaya”. “Oh Oya”. “Quele quele Cuma”. Más de cuarenta temas, recopilados por Ángel Fernández e Ignacio Porras Istúriz en Guatire, cuartetas de versos octosílabos. Cantos de solistas y cantos de coros de las más variadas características donde está presente siempre el acento africano. “Tambú y Támbulo taté. Tambú y Támbulo yayá”. El tambor redoblante se hace sentir como el principal instrumento de percusión junto a la llamada curbatica o pujao y el cruzao, tambores pequeños de dos parches denominados también culo e’ puya, pero con características muy distintas a la de este tipo de batería de tambores en otros lugares de la región central, por su menor tamaño.

Alexander Livinalli, gran estudioso y practicante del tema musical de San Juan Bautista, nos dice que el redoblante de sonido más alto, sustituye en Guatire a un tercer culo e’ puya llamado macho. El culo e’ puya debe ejecutarse con las dos manos, y caminando en los recorridos del santo se hace incómodo su manejo, por eso el redoblante bimembranófono, que va a guindado al hombro sí se puede ejecutar libremente, y se transforma en el instrumento ideal para las marchas sanjuaneras exclusivas del día 24 de junio, aunque me cuenta también Livinalli que él fue testigo del uso del mismo tipo de redoblante en las procesiones del Santo Sepulcro en la Semana Santa. Al menos vio ejecutarlo a los músicos Antonio Machado y Blanco Avariano en los actos religiosos de este pueblo del valle de Pacairigua. A diferencia del toque de tambores en otras regiones de Barlovento, para celebrar a San Juan Bautista, donde no hay más de quince tonadas, en Guatire hay más de cuarenta, con una forma de bailes muy diversos, donde el movimiento de los bailadores no es tan sensual y se concentra más en los pies que en las caderas, así, con cambios repentinos de una tonada a otra, las parejas que se desplazan al ritmo de los tambores, muestran la mayor destreza de sus movimientos.

No es distinto el panorama de la celebración de San Juan Bautista en la vecina Guarenas. También allí prevalece el tambor redoblante, instrumento proveniente de Europa, que en sus orígenes más lejanos y antiguos se elaboraba con parches de tripa de gato, mientras que entre los vecinos valles de Guarenas y Guatire, el parche doble se fabrica con cuero de chivo procesado. Este instrumento, destacado por su uso en los desfiles militares y ceremonias religiosas para marcar el paso, llegó a la América en los barcos colonizadores y dejó de tocarse en esta tierra con las manos enguantadas. Con la piel desnuda, los descendientes de africanos lo incorporaron a sus fiestas de esclavitud, formando parte de su larga adoración a San Juan Bautista, al responder con su sonoridad excitante a las preguntas del tocador, a los deseos de los bailadores, tonada tras tonada. El negro libre, manumiso, y también el esclavo de los grandes sacrificios, alteraron su sonido para fundirlo en los rituales que hacen memoria a sus lugares nativos. En la rebelde Guarenas, fundada en 1621, alrededor de las haciendas de caña de azúcar y de los trapiches, muy pronto los negros y esclavos conformarían la mayor parte de la población, en contraste con la presencia de blancos, indios y pardos. Un ejemplo lo tenemos en esta data del año 1800, poco tiempo antes de iniciarse el proceso independentista. De un total de 2999 pobladores de Guarenas, eran blancos 1004, indios 397, pardos 226, negros 655 y esclavos 717. Negros libres y esclavos que rendían culto a San Juan Bautista bajo los ojos vigilantes e incrédulos de los mayorales de las fincas.

Busco un testigo practicante de esta manifestación de Guarenas y encuentro a Luis Alberto Rivas Aponte, cuyos abuelos provenían de las haciendas de Casarapa y El Carmen. En la casa número 47 de la calle El Parque, donde vive Luis, está guardada la imagen de un sacralizado San Juan Niño, del cual es su custodio. Con mucha seguridad él me dice: “El culto a San Juan viene de la época de la colonia, se sembró cuando esto se llamaba el Cantón de Guarenas, y había un punto que era la hacienda Casarapa, cercana a la hacienda San Pedro, a la hacienda El Carmen, a la hacienda Concepción. Antes el patrón de la hacienda Casarapa era un Cristo y se bailaba el día de San Juan sin tener su imagen. La imagen de San Juan “chivita” la trae aquí la familia Cartaya, lo piden a Italia y lo traen a Venezuela por La Guaira, eso fue un fiestón que se hizo cuando llegó San Juan “chivita” aquí, era un San Juan Bautista grande que tenía barba, y por eso le dicen “chivita” y que quedó guardado en la iglesia, porque el verdadero San Juan de nosotros, que es el San Juan de la calle, es el San Juan Niño, que antes salía del caserío de Salsipuedes, donde estaban los peones, hacia la catedral de Guarenas y de nuevo se llevaba a la hacienda Casarapa para hacerle la celebración más larga, se celebraba matando un ganado y con grupos de joropo tuyero que llegaban cuando rompía el tambor de San Juan. Ese San Juan Niño lo trajo aquí la familia Garmendia, después siguió con Lisandra Arteaga y la familia Arteaga se lo deja a Pablo Gutiérrez, Pablo Gutiérrez se muere y la difunta Petra Díaz se lo entrega a Flor Espinoza, después Flor Espinoza se lo entrega a Douglas Flores y llega a Giovanni Castro, quien después me lo entrega a mí, es entonces cuando nace la Asociación Civil de San Juan de Guarenas y yo me encargo de todo, de prepararle su baile, cuando la gente lleva frente a la iglesia a distintas imágenes de San Juan, las que cada creyente tiene en sus casas, para celebrar ese día 24 de junio, que es el día de su nacimiento, por eso hablamos aquí del baile de los santos, porque son muchos sanjuanes los que llegan de distintas partes de Guarenas, además de este San Juan Niño que yo cargo. Anteriormente para celebrar a San Juan se recorría desde Guarenas a Santa Lucía y Santa Teresa, por eso hay un baile parecido a los que hacen en Santa Lucía y que se llama “el pato” Allá viene el pato/déjalo que venga/que si viene solo/ le saco la lengua/, pero los bailes son muchísimos más y se tocan con los tambores cruzao, pujao y el redoblante que es el que le da más sabor a la fiesta”

Ese 24 de junio del que nos habla Luis Alberto Rivas Aponte, no es el principio ni el final de la fiesta de San Juan en Guarenas, que tiene un comienzo cada segundo domingo de mayo, cuando se hace un velorio a la Santísima Cruz en el sitio de Alto de la Olla. Se trae al San Juan Niño para adorarlo, hacerle sus toques de tambor y sus bailes. Es un velorio compartido que marca el inicio del culto a los antepasados, a través de la imagen venerada por los herederos de la peonada, hasta que se vuelve al lugar de la hacienda Guacarapa con el milagroso Bautista, una semana antes del día 24 de junio. Así se sigue con el redoblante, el cruzao, el pujao y la algarabía de todo un pueblo que marca un momento culminante el día de San Pedro Apostol, cada 29 de junio, otra nueva escala de la celebración donde se encuentran después del mediodía frente a la Catedral de Nuestra Señora de Copacabana, sanpedreños y sanjuaneros, en la profundidad de sus creencias y esperan que dure el mayor tiempo posible la cercanía entre las manoseadas imágenes. Son los actos de fe, que en distintos momentos anclaron sus crecientes poderes en la memoria del pueblo, transfundida en la huella de los dioses lejanos de la madre África. Sobresale de nuevo el sonido alto del tambor redoblante que no descansa.

Luis Alberto Rivas Aponte con la imagen del San Juan Niño de Guarenas. 2018
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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