Del país profundo: El San Juan Bautista del caserío Mendoza ante la mirada de Antonio Clemente

Primero fue un asentamiento indígena de la nación Tomusa, que tenía posesión sobre aquellas tierras de Barlovento. Don Cosme Díaz, casado con Doña Mónica López era su Cacique, pero Martín Madera de los Ríos y Don Joseph de La Plaza, casados con Doña Josefa María y Doña Juana Petrona Blanco, respectivamente, lograron imponerse a los habitantes naturales para obtener titularidad de la región entre importantes linderos, a pesar de las luchas de los pueblos aborígenes que reclamaban ante la justicia lo que siempre les perteneció. Eran los primeros años del siglo dieciocho, y la querella iniciada ante un juez en el año 1714, favorece a esta familia de blancos con grandes extensiones de terrenos y haciendas, entre las que se cuentan 400 fanegas de tierras útiles en el Valle de Caucagua abajo, donde se junta la quebrada de Guacarapa al río que sigue su curso hacia el Tuy. Corroboramos datos de la historia magistralmente escrita por Lucas Guillermo Castillo Lara, para hacer mención a ese nombre Guacarapa, que reaparece de manera significativa, justo un siglo después, con los primeros sucesos de la guerra de independencia, entre pregones de hacienda. Se toma nota de los bienes secuestrados a los patriotas por parte de los realistas en esta región del actual estado Bolivariano de Miranda, donde se cuentan catorce haciendas pertenecientes a Caucagua, y en la relación aparece especialmente una, de plantaciones de cacao, nombrada Guacarapa, propiedad de don Francisco Molina, y arrendada por Don Manuel Bravo en 200 pesos anuales. ¿Sería en el mismo sitio que conocemos hoy como caserío Mendoza, atravesado por esa quebrada Guacarapa que se junta al río grande? Nos interrogamos y podemos encontrar afirmativas huellas de la débil herencia indígena y de la más reciente mezcla africana interpretada en un sorprendente lugar.

Eran tiempos de revueltas de negros libres y esclavos en el Barlovento de 1814, cuando muchos descendientes del sacrificado continente de África se declaraban fieles a Fernando VII, en abierta oposición a los dueños de haciendas que se sumarían al proceso de la independencia republicana. El Libertador Simón Bolívar emprende la emigración a Oriente, entonces las autoridades realistas, así como confiscaron haciendas en Caucagua, incluida la de Guacarapa, también lo hicieron en Macayra, Panaquire, Tapipa, El Guapo, Cúpira y Aragüita. Eran unos treinta dueños de haciendas en Barlovento, integrados al proceso independentista, los que perdieron sus bienes en aquel período, entre ellos, el propio Simón Bolívar, a quien los realistas le incautaron una de sus haciendas, la de Aragüita, con 11.712 plantas de cacao, 21 esclavos, 2 casas, una principal de habitación y otra para los esclavos, herramientas y muebles, entre los que se contaban una campana y una imagen de San Juan Bautista.

Una imagen como la de San Juan Bautista que debía ser venerada por los esclavos en esas posesiones de Simón Bolívar en Aragüita, también llegaba a encontrarse en distintas haciendas de Barlovento, como ocurre hoy en el caserío Mendoza, doscientos años después del proceso independentista. Ahora en pleno siglo veintiuno hay otra historia de la hacienda Guacarapa, confiscada al patriota Don Francisco Molina por unirse al ideario de Simón Bolívar. Indagar sobre ese pasado herrumbroso en estos tiempos, descubrir los secretos de lo que no está escrito, mirar hacia el presente y tener muy de cerca el testimonio oral de los descendientes de esclavizados activos allí, en el cerquillo de los cacaotales, fue nuestro propósito. Se regó en toda la comarca la herencia de los africanos, y en el itinerario de nuestra búsqueda, un barloventeño, nacido en el sitio de aquella hacienda Guacarapa en 1966, caserío Mendoza, Antonio Clemente, nos cuenta lo que a continuación sigue:

LA FAMILIA CLEMENTE Y EL CULTIVO DEL CACAO

“Yo soy cantante, músico de origen mendocero y mi familia Clemente es una de esas familias fundadoras del caserío, porque la mayoría de los caseríos de Barlovento viene de la formación de haciendas. En la parte del cultivo del cacao se narra que cuando estas grandes haciendas se fueron poblando, quienes construyeron casas como las del caserío Mendoza, eran los trabajadores de las haciendas, y entre ellos está la familia Clemente, la familia del papá de mi mamá. Mi mamá se llama Petra Basilia Clemente Briceño, y mi abuelo materno Crispín Clemente, él era un agricultor del cacao que trabajaba en este régimen de la hacienda Guacarapa que es la hacienda madre que manejó toda esta parte del caserío Mendoza. Todavía en Mendoza hay vestigios de lo que correspondió a esa hacienda, porque aun se mantiene el cultivo del cacao como principal factor económico de la comunidad y hubo un momento en que la hacienda fue repartida entre las familias de la misma comunidad. Se nos entregó parte de esas tierras para que se manejaran entre las familias y todavía se mantiene ese cultivo del cacao. Era una sola hacienda, la hacienda Guacarapa, sin embargo, había familias, como la familia Clemente, que tenían parcelas aparte y que eran heredadas de sus antecesores, y así otras familias, como los Palacios, los Bolívar, los Uribe y de hecho, aquí está la quebrada donde antiguamente nuestros antepasados hacían el bautizo tradicional del rito a San Juan Bautista cada 24 de junio, es la quebrada Guacarapa que atraviesa toda la hacienda y desemboca en el río grande que es el río Caucagua. Allí seguimos nosotros recordando la historia”

LAS MUJERES QUE CANTAN

“Hay una tradición oral por parte del pueblo que yo conocí a través de mi tía Juana Nepomucena Clemente de Burguillos, que para mí era la más insigne cultora de San Juan. Ella no tuvo hijos, pero todos los sobrinos y los ahijados pasamos a ser parte de ella, y ella hacía lo que se llamaba bautizos de muñecas, para generar empatías y unión en la comunidad. Mi tía Juana Nepomucena me contaba que desde la semana anterior a la celebración del San Juan, las mujeres preparaban por adelantado todo lo que debían hacer durante los días de la fiesta, preparaban toda su vestimenta y la comida para los tres días previos y los tres días posteriores a la celebración del San Juan, entonces los hombres eran los que se encargaban de las casas y las mujeres se dedicaban a la fiesta. Los hombres nunca eran cantadores, solo las mujeres podían cantar y los hombres a ejecutar los instrumentos, el mina, los culo e’puya, todos esos tambores. Ana Josefa Clemente Uribe, una tía abuela mía que participó en el año 1948 en la fiesta de la tradición, organizada en el Nuevo Circo de Caracas, narraba que había un San Juan de palo, una imagen de madera que custodiaba una tía de ella y que era a la que se le cantaba, pero desapareció y nunca más se pudo encontrar. Después de eso la imagen como tal, pasa a ser un elemento simbólico, coincide con el culto al Sagrado Corazón de Jesús que es el Santo Patrono destinado por la iglesia para el Caserío de Mendoza. El rito a San Juan pasó a ser un rito sin imagen durante mucho tiempo y a partir de los años ochenta, yo mismo con mi hermana y otros amigos decidimos adquirir una imagen que llevamos al pueblo, esa es la que se conserva actualmente.”

LAS SIETE PIEDRAS BLANCAS Y OTROS RITOS

“De todos los ritos que hacemos en Mendoza durante la celebración de San Juan Bautista, considero que el más auténtico y que yo mismo practico es el de la siete piedras blancas, que es una herencia tradicional de números nones. Ese mismo día del bautizo de todos los sanjuaneros del pueblo, devotos y visitantes, se sacan del fondo de la quebrada de Guacarapa siete piedritas blancas, esas siete piedritas blancas corresponden a las siete metas u objetivos más importantes que se tendrán durante el año, y es para que se cumplan como promesa de vida. Esas piedrecitas se pueden colocar en la casa o junto a un santo, o se pueden llevar a una iglesia y con fe se podrá ver como se irán cumpliendo durante el año las metas propuestas. Hay otras prácticas entre la gente, como por ejemplo la esperma de la vela que se echa en un recipiente con agua y al siguiente día se puede ver la figura que se formó y asociarla a algún acontecimiento especial, también ocurre que las mujeres se cortan el pelo ese día de San Juan Bautista para que crezcan con mayor abundancia y mejor fortaleza, y además está la práctica de lanzar en un plato con agua dos agujas, si quedan punta con punta, las personas van a conseguir pareja, pero si se separan, no. Todo esto se hace desde la medianoche del 23 hasta las 12 del día del 24, porque se supone que después de ese tiempo San Lázaro baña a los perros en las aguas del río y ya la cosa será otra, porque se ha acabado el momento propicio”

LA CELEBRACIÓN FESTIVA Y LA QUITIMBA

“Esa manifestación comienza el día 23 y a las 12 de la noche decía la gente ¡Vamos a descansar hoy, porque mañana es el día de San Juan!, pero ya a las 4 de la mañana del 24, estaban las mujeres cantando casa por casa. Vámonos muchachos allá por derecho/ aunque los barriales nos den por el pecho. Tiempo atrás el río grande, que es el río Caucagua, era el que le servía a la comunidad, porque era un río limpio, cristalino, y la mayoría de las fiestas se celebraban junto al río, San Juan, carnaval, navidad, semana santa, en algunas fiestas el río estaba bajo, y en otras, como en San Juan estaba crecido y llovía mucho. También en la casa de la hacienda Guacarapa que tenía el patio de secado de cacao y tenía capilla, se celebraba el San Juan. Ahora en este tiempo el santo está custodiado por Alicia Palacios, quien lo mantiene, lo limpia y lo prepara con flores para la celebración. Desde el día 23, caminamos con ese santo por todo el caserío y el 24, vamos al lado de la casa de la hacienda Guacarapa, seguimos hacia la quebrada Guacarapa que está al final del pueblo, hacemos el ritual y nos venimos estación por estación, primero en la casa de la familia Bolívar Sosa, luego en la casa de la familia Bolívar Itriago y de la familia Echenique, y cada quien en su casa con un pequeño altar donde tocamos el malembe solo con los tambores culo e’puya, porque el tambor mina está en la casa comunal esperándonos para la euforia colectiva. La penúltima estación es en la casa de mi mamá, la casa de Petra Basilia Clemente, donde ella canta su malembe y se emociona tanto como yo. Después viene toda la magia que se vive de una manera frenética y desbordante, con parejas alternativas que van entrando en una rueda y en otra rueda hasta llegar al mina, el tambor largo que está hecho de madera de aguacate. Las tonadas de San Juan del caserío de Mendoza son largas y cortas en distintos tiempos y tienen una forma especial de expresarse que las diferencian de otras regiones de Barlovento, así como los ritmos de los tambores que son menos lentos y menos acompasados en relación a otras poblaciones. Hasta los nombres de los instrumentos cambian, porque en todo Barlovento le dicen a los tambores prima, cruzao y pujao, nosotros le decimos quitimba, cruzao y macho y los parches son de cuero de acure y cuero de pereza y en otras partes los hacen con cuero de venado y de chivo, todo eso lo aprendí yo con un tío abuelo mío llamado Ceferino Clemente, con mi abuelo Crispín Clemente y con Dionisio Palacios, además de Roberto Blanco que era el constructor y dueños de aquellos tambores.”


Antonio Clemente en Barlovento. 2018
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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