La bachata poética

Se dice que el año de 1957 se inició un tranquilo martes. La dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, en Venezuela, mostraba su cansancio, quizás no sospechó que estaba demasiado cerca de su caída. El 3 de enero de ese año, la empresa norteamericana Hamilton Watch Company introduce al mercado el primer reloj eléctrico y el 20 del mismo mes, Eisenhower toma el juramento para su 2do mandato en los Estados Unidos. El 6 de febrero, empresas alemanas se comprometen a indemnizar a los judíos de los campos de concentración nazi. El 21 de ese segundo mes, febrero, del año 57, se celebra en el Paraninfo de la universidad de Barcelona, la primera asamblea de estudiantes. El vientre de Olga Seijas, esposa de un deportista, Gilberto Guerra, crecido, transitaba posiblemente el quito mes. El amor de seguro tejía algunas alientas. La gravidez tiene su encanto de esperanza.

El 3 de marzo del mismo año arriba a Colombia el primer computador y el primer día del mes de abril, la India adopta el Sistema Métrico Decimal. Ese año, 1957, Estados Unidos, poseía 1.127 bombas atómicas, realiza varias detonaciones y ensaya pruebas atómicas en el Sitio de Pruebas de Nevada. Precisamente, el 2 de junio desde un dirigible hacen estallar una bomba de Hidrógeno. El alumbramiento de los esposos Seijas-Guerra es un varón, que alcanzaría dos metros de alto, y viene al mundo un 7 de junio de 1957, en Santo Domingo, capital de la República Dominicana. De seguro nadie llegó a predecir que el ritmo y la clave del ritmo venían con aquella criaturita flaca y desgarbada. Juan Luis, lo llamarían.

Quizás su vocación literaria se apuntala con el transcurrir de sus estudios de filosofía y literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo para luego emprender los estudios en el Conservatorio Nacional de Música, de esa misma ciudad. Pero culmina la carrera en Boston, en el Berklee College of Music. A los 25 años recibe su diploma en composición de jazz. Transcurría el año 1982. Ser músico lo había tomado por asalto. Transitaba los 25 años de edad.

Dos años más tarde lanza su primera producción discográfica, intitulada Soplando y luego de varias presentaciones, firma su primo contratado con la Karen Records, dirigida por Bienvenido Rodríguez. Verdaderamente bienvenido fue aquel contrato porque sus raíces musicales, entre ellas el merengue, se transmutan en la palabra poética. La música y la poesía tienen la misma estatura que Juan Luis Guerra.
Si el corrió es de México, el son de Cuba; la bachata es musicalmente de República Dominicana. Género tremendamente bailable nacido de la urbe. Se dice que es un derivado del bolero o una expresión particular del bolero. Hereda el bongó del son cubano y las guitarras de aquellos históricos tríos, también del bolero. Y se incorpora la güira. Fue llamado en sus albores bolerito de guitarra. Tal como el tango tiene su génesis en lupanares y bares de la urbe de los años sesenta; su espíritu nostálgico y raíz melancólica hicieron llamarlo a la bachata música de amargue. Considerada marginal y del vulgo constituyó el emblema del despecho y el desamor. El pueblo sabía lo que interpretaba. La hibridación musical también tuvo sus efectos sobre la bachata. Ésta era, en los primeros tiempos, un sarao, una reunión social de carácter festivo. Se le podría emparentar con fiesta, rumba y bonche. Por ello su intrincada herencia popular. Una bachata era la parranda, así de sencillo.

La bachata al igual que el bolero reúne lo cursi y lo poético. Pero en el caso de Juan Luis Guerra se sucede una producción literaria expresada en metáforas, imágenes contundentes y propuestas poéticas de largo alcance. Opuestos escindidos construyen la metáfora que transita lo bucólico, lo urbano y teje el amor a la manera del bolero, pero también transita el mar. Una vesania literaria-ritmica. Tengo un corazón/mutilado de esperanza y de razón/ Tengo un corazón que madruga donde quiera/ ay / Y este corazón se desnuda de impaciencia/Ante tu voz/Pobre corazón que no atrapa su cordura. Inmediatamente lo sugerido cobra forma de mar, pasión sexual sugerida, vertida en imágenes pero firmemente decidida: quisiera ser un pez/ para tocar mi nariz en tu pecera/ Y hacer burbujas de amor por dondequiera/ Pasar la noche entera/ Mojado en ti. La elegancia del deseo no inválida la fuerza sexual del amor y su locura.

Voy a pedir su mano/ al amor hay que darle de beber/Voy a cortar una ramo de nubes/ para mojar su querer/voy a bajar por los yayales/ en una yagua de tul / voy a pintar los manantiales /con óleos de cielo azul. Vuelve la gran mojada del querer, siempre necesaria y vital pero cuando nombra los yayales y una yagua, lo dominicano lo embarga y hace referencia que bajar en una penca de palma real (Yagua) por las laderas de un cerro (Yayales). Los cerros siempre han pertenecido al pueblo laborioso que sabe entrompar la vida con alegranzas. Pero lo que resulta más bucólico es ese traje de novia que piensa hacer con hojas de platanal. Viene a pedir, mi mano, viene. Las reiteraciones en el canto son precisas y el ritmo sabroso. Viene a pedir mi nano, viene…

Un universo de agua mineral parece bastante para andar y desandar un sueño de soledad. En la poesía-canto de Juan Luis Guerra existe un tejer y destejer el amor entre el campo y la urbe. Un evocar tiene la sonoridad de entonces, lo amado transita la presencia y la nostalgia es posible bailarla. Pero hay una transversalidad de la justicia social en esas mismas letras, aún las de corte cristiano. Su vocación del compromiso social tiene alma desde siempre. Que caiga una aguacero de yuca y té, que elementos tan excluyentes, tan opuestos pero Guerra los hace encontrarse, hacerlos metáfora. Y continuar el arado con tu querer. El amor jamás se le disipa. Ojalá que llueve café en el campo. Reiterar ese deseo tiene que ser de alguien que sabe, a ciencia cierta, que la esperanza anda de bonita en la cara de esos niños benditos de corazón humilde. La verdad tiene a veces cantos extraordinarios y Juan Luis Guerra sabe cómo emprenderlos, escribirlos y cantarlos. La bachata poética anda de realengeo.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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