Tamunangue larense, africanía e historia insurgente

Esa suite de siete sones que reúne lo sagrado y lo profano, la virtud morigerada del espíritu y el exceso de los cuerpos en la lascivia breve, raíz de la madre África en tierras larenses, principalmente en El Tocuyo, ciudad madre de Venezuela, Curarigua por la tierras secas de la depresión de la muy Leal Ciudad del Portillo de Carora, Nueva Segovia de Barquisimeto y ya en el siglo XIX Cabudare; cuyas referencias testimoniales devienen, de acuerdo a publicación del Facebook del Ateneo de aquella población, de ese tiempo y más atrás, de los primeros años del contacto de las civilizaciones americanas, europeas y del llamado cuerno africano. Entonces se puede decir que el tamunangue es emoción que eriza la piel, humedece los ojos y enciende los cuerpos en las escenificaciones folclóricas.

El repicar de tambores, maracas, la eclosión del cuatro con rangueos acompasados o en arrebato, los tonos graves o más agudos del quinto, el requinto y las voces acopladas de los cultores, que aclaran la garganta con clarito de la penca del cocuy, parecen activar remotas fibras de ancestros trasterrados y junto a los fuegos artificiales, cohetes o explosión de pólvora prenden la fiesta cada 13 de junio; así, todo remite a una época cuando la alegría, paradójicamente, era también signo de resistencia. So pretexto de conmemorar de manera tan festiva el sueño definitivo y último de san Antonio de Padua para disfrutar de la visión beatífica de Dios, mística cristiana y otras espiritualidades de religiones naturales se expresan en admirable juntura; este hombre típico del Medio Evo que en realidad fue un devoto portugués de gran ternura para con los pobres, niños, enamorados y quienes padecen por las cosas perdidas, la pila del bautismo asignó otro nombre pero la bondad sin par demostrada en la bota italiana lo rebautizó como san Antonio de Padua. El humilde santo de la alegría, sostén de los afligidos, y, por estas tierras, seguramente contra su voluntad, tapadero de otros dioses en exilio, hibridación cultural mediante; estos días en Barquisimeto ha estado muy celebrado y concurrido en iglesias y plazas u otros espacios públicos.

En efecto, la Plaza San José de la barquisimetanísima iglesia del mismo nombre y la Plaza de la Justicia este miércoles 13 de junio de 2018, tipo 2 de la tarde cuando arribó la procesión precedida por 4 efigies bamboleantes en hombros de sus devotos, inmediatamente el eco del Edifico Nacional y la caserones antiguos del casco histórico devolvía al viento los alegres compases de los instrumentos emocionados y el alma puesta en las voces de la Asociación de Folcloristas del estado Lara, hasta tornar aquello en un incendio con el reino soberano del hipotálamo, región corporal que concentra importantes funciones esenciales del cuerpo, a saber, de acuerdo con la Wikipedia, "… mantiene la temperatura corporal, y organiza conductas, como alimentación, ingesta de líquidos, apareamiento y agresión. Es el regulador central de las funciones viscerales autónomas y endocrinas".

En cuanto a "agresión" una observación participante se puede evidenciar que la manera como se inicia la danza con la Batalla, dos o más jugadores patéticamente con garrotes y machetes escenifican una mítica lucha entre el bien y el mal, con acometidas violentas de ataque y defensa que cesa a la media hora o antes. En cambio, el primero de los sones, llamado La Bella del Tamunangue da paso a la fiesta y la danza con figuras muy sensuales y hasta versos subidos en La Jurumienga, El Poco a poco, El Yiyivamos, La Perrendenga, El Galerón y El Seis Figurea’o (o figureado).

Al final se canta La Salve, a modo de un rezo a la divinidad cristiana y su intercesora, la Virgen María, la Madre de Dios. Ello, aunque ya a esa altura de la fiesta el aumento de la concentración del etanol en la sangre está por encima de los niveles tolerados y la "intoxicación etílica" ha hace estragos en el sistema nervioso central; de donde se tiene que sus efectos terciarios motivan conductas francamente controvertidas, no en todos, claro, sino de entre quienes son más "alegres". Porque otros hay que a esa hora y punto esos traguitos no les han hecho ni coquito y su tripa pide antes que caña sopa de gallina o chivo con mucho ñame, ocumo, yuca, además de aliños verdes, junto a las arepitas de maíz en concha, pero eso ya en ámbitos más familiares, porque en la iglesia sólo se reparten los "Panes de san Antonio" bendecidos en la misa. Aun en tiempos de crisis como los actuales cuando todos estamos más flacos, menos los funcionarios gubernamentales y activistas de la oposición, será porque las remesas de dólares les permiten comer mucha carne y pollo; pero lo cierto es que la diferencia entre dirigencia y pueblo llano es notoria, pueblo sigue en resistencia hoy sobre todo contra las "malechurías" que decía el intelectual autodidacta caroreño Cecilio Zubillaga Perera, don Chío.

En lo particular llama la atención cómo esas tradiciones se mantienen mediante la oralidad y las prácticas sociales de tenor cívico religioso y solo con el andar del tiempo se institucionalizan y entonces el Estado las reconoce como legítimas apoyándolas medianamente, como ha hecho por ejemplo el actual alcalde del municipio Iribarren, a través del Instituto de Cultura y Arte, además de Corporación de Cultura del Estado Lara; sin embargo, una nota final supone reconocer que actos como los referidos a la celebración del tamunangue de san Antonio trasciende las divisiones partidistas, une a los ciudadanos en un unánime sentir configurando una identidad y pertenencia. San Antonio de Padua pone así en su bondad a dialogar a todos en un mismo destino humano, que resume Enmanuel Kant en sus famosas preguntas sobre qué podemos conocer, cómo podemos actuar, qué es el hombre y qué podemos esperar, esperar decimos en esta vida y más allá de esta…



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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