Del país profundo: Al cumplirse 35 años de la Masacre de Cantaura rindo homenaje a Emperatriz Guzmán

Querida Emperatriz:

Maremare es algo más que un canto, algo más que un lugar no tan lejano, donde un día se desdoblaron las nubes y volvieron los aviones de guerra a dejar grandes cicatrices. Había bajado la columna guerrillera al encuentro con la juventud y con los sueños.

Querida Emperatriz, yo no te vi morir. Yo no escuche el estallido de tu sangre ni vi los pájaros que se retiraron en estampida de la sorprendente refriega. Yo no sentí el olor de hazaña de tus ojos. Yo no miré el color heroico de tu agonía, no palpé la sangre de tu cuerpo ensayando la muerte. Yo no te vi morir en tu afán de victoria, ni vi tu cacerina, ni tu fusil ni tu traje de antigua guerrillera. Quedó tu arenga, tus astillas de hueso, tu sudor y tus recuerdos de Aguasay.

Aquí en medio de tu desatada furia, quedó un hijo por nacer, un heredero expuesto al rojo vivo. Aquí quedó el cadáver de meses con su pequeña cabeza fuera del campo de batalla y su pecho abierto. Un pecho más entre los muertos victoriosos de octubre. Carne quemada de pólvora junto a un fragmento de tu corazón. Hombros, rodillas, pies descuartizados, irreconocible figura de ángel profanado en un vientre.

Querida Emperatriz, yo no te vi morir con tus costillas quebradas como puntas de lanzas. Yo no te vi perder tus piernas en la primera ráfaga ni vi arrancar la gracia de tu cabellera. Yo no te vi caer bajo las cabriolas del entretenido juego de los aviones. Yo no te vi insistir ni atrincherarte ni traquetear tu arma, ni ponerte en la mira y dispararle al cielo clavado de fuego sobre ti. Yo no te vi morir.

Saltaste con los puños del lince fulminado en los aires y tu único grito de defensa se quebró entre tus dientes. Aquí estuvo tu bastón de mando y tu piel fina sumergida en la guerra. No llegaste a ver el rostro del enemigo ni te libraste del Camberra atravesado en el laberinto del oído. Ese gran murciélago insensible que da aletazos y destroza los árboles y quema la hierba y empantana los ríos con el repaso de sus explosiones.

Un minuto de zozobra bastó para tu muerte, un solo minuto impetuoso donde empezó y terminó el cuarto día de aquel mes. Un minuto a la altura de tus ojos para entrar a esta pesadilla de la guerra en el lunes rudo de la caída. Mil balas barriendo centímetro a centímetro piedras, tierras, siembras, techos de los apertrechados en la alta llanura. Fuego que envenena la luz y traspasa al sol, torcido todavía sobre el suelo de la masacre.

Mil balas al blanco perforando cobardemente nervios, músculos, huesos desnudos de todos tus hermanos acorralados mil veces, fusilados mil veces con las espaldas reventadas mil veces por los fulminantes metales multiplicándose de un cuerpo a otro cuerpo. Inmortales mil veces con la inmortal leyenda escrita sobre el pecho abierto de veintitrés cadáveres mutilados a sangre fría.

Querida Emperatriz, yo no te vi morir entre esos cuerpos destrozados, alejados los unos de los otros entre la sangre y el barro de la maleza ¿Quedarían acorralados como tú?, contra la última pared de la inmensidad y sin entregar la bandera de la guerra. Surgen los pequeños hornos del plomo entre los ojos. La estricta muerte instalada por el odio de los verdugos que ajustician bajo juramento de justicia con un tiro de gracia sobre cada cadáver.

Yo no te vi morir en la Mesa de Guanipa, pero sí me dijeron los shamanes indígenas entre los silbidos de la brisa que la gran amada Emperatriz aquel mismo día se hizo remolino debajo del dominio celeste . Emperatriz se fue a vivir al fondo de los ríos y tuvo el control sobre los pájaros que habían huido de la guerra. Cuando fundió su alma con el dueño de las aguas viajó a las nubes para calmar su sed y en la captura mágica iba de un lugar a otro lugar atravesando las nacientes del arcoiris de octubre que aquel día derrochó toda su belleza en la inmensidad de la sabana.

Desde el Aguasay natal de Emperatriz Guzmán una vista de la Mesa de Guanipa. Año 2013
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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