Del país profundo: Lo que Eleuterio Demba me enseñó de Guanoco

Eleuterio Demba se llama el acompañante que nos guía en el territorio del lago de asfalto más grande del mundo. Nació en Guanoco, a unas siete millas del lago y fue embarrador, güinchero, electricista, mecánico de las compañías que explotaron las mayores riquezas de esta parte oriental del país. La humedad voraz se siente en el crujido de aquel suelo lleno de suciedades y de donde salían hacia un muelle miles de toneladas del mineral negro. Pesados vapores remontaban el ansiado tesoro por el río San Juan para revestir las grandes calles y avenidas de Nueva York o de Chicago. Con el tiempo se ha alterado la vegetación de aquel lugar como una inmensidad en abandono. Es lo que nos enseña Eleuterio Demba cuando lo encontramos en el año 1975. Las pesadas cajas de metal en medio del óxido tienen todavía rastros grises del betún. Están dormidos los ejes de los remolcadores, dormidos los espesos reservorios de brea que servirían también para calafatear. Está dormida la historia.

Cuándo le preguntamos a Eleuterio Demba si sabía algo de la guerra por la disputa de ese lago, solo comentó que desde Trinidad venían cada mes seiscientos hombres a cortar la brea en el gran matadero y que los jefes de aquellos ejércitos extranjeros vivían en casas de maderas traídas del norte. Era el Campo de los Americanos donde ningún hombre criollo podía entrar. Le preguntamos si había oído hablar de la New York and Bermúdez Company y reconoce que fue la primera compañía y que además de tomar el asfalto cargaban madera y agua de la quebrada de Sixto Gil para todo el continente.

30 de mayo de 1884. Gaceta Oficial número 3.258. “Ejecútese” del Presidente Joaquín Crespo.

El Ejecutivo Nacional aprueba un contrato que da derecho a “explorar y explotar las producciones naturales de los bosques existentes en terrenos baldíos en el Estado Bermúdez; pudiendo extraer de ellos maderas de construcción, de ebanistería y demás utilizables para la industria; y las resinas, plantas y simientes aromáticas esenciales, tintóreas y medicinales” y concede al señor Horacio R. Hamilton el derecho de explotar el asfalto en el mismo estado Bermúdez (hoy estado Sucre, municipio Benítez) durante veinticinco años, también concede el derecho de “navegar por pequeños vapores en los caños y ríos navegables”, pudiendo tomar para combustible la leña necesaria en los bosque baldíos. El señor Horacio R. Hamilton se obliga a pagar al Tesoro Público “dos bolívares por cada novecientos noventa y nueve y medio kilogramos de asfalto que exporte”. El gobierno también le concedía el derecho a construir un ferrocarril y a canalizar uno o más de los ríos, comenzando por Caño Colorado y Guarapiche hasta Maturín para la exportación e importación y la exclusividad de navegarlos, además de disfrutar de los terrenos que cultive y de las semillas o plantas que introduzca sin pagar derechos de importación.

El lejano rostro de Eleuterio Demba salta en mi memoria. Había en su piel oscura la huella del descendiente trinitario que me habla de los crucificados. El es uno de los que ganaba un bolívar diario en la compañía, en las otras compañías como la Caribbean y la Creole hasta que hicieron huelga para llegar a siete bolívares con veinticuatro centavos. Fue una huelga de quince días me asegura. Si se cortaban un dedo no pasaba nada y las muertes por accidente no eran reconocidas por las empresas norteamericanas. Los carros andaban dentro del lago de asfalto de Guanoco y la máquina traía hasta ochenta vagones para trasegar la carga hacia los vapores que atravesaban el río San Juan semana tras semana. Barcos que recurvan hacia el Atlántico.

16 de noviembre de 1885. Condado de New York.
Horacio R. Hamilton decide traspasar y entregar por la suma de un dólar a la New York Bermúdez Company “todos sus derechos, títulos, intereses, privilegios y poderes” otorgados por el Gobierno venezolano. Años más tarde la New York Bermúdez Company inicia negociaciones con The Trinidad Asphalt Company, se suceden diferentes traspasos hasta fusionar definitivamente las citadas empresas en el gran trust General Asphalt Company. Sin embargo se dejan acciones de la New York Bermúdez Company en posesión de algunos señores norteamericanos muy activos entre los años 1901 y 1902.
Es el comienzo de otra era de conflictos en el país cuando se “concibió la idea de derrocar al General Castro y a su gobierno”, tras procedimientos judiciales pendientes que podían afectar intereses norteamericanos. Cipriano Castro es nombrado en marzo de 1901 Presidente de la República y Juan Vicente Gómez Vicepresidente. Castro venía de cruzar el río Táchira un año antes encabezando la Revolución Liberal Restauradora e implantando el lema “Nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos”. Así empieza también una nueva guerra provocada contra Castro por el capital norteamericano con la participación determinante de Manuel Antonio Matos, quien es financiado por la New York and Bermúdez Company con la suma inicial de ciento cuarenta mil dólares, además de ayudas materiales como la entrega de botes, caballos, maúseres, rifles Winchéster revólveres, municiones machetes. Todo era movilizado desde los talleres de la compañía norteamericana en el mismo Guanoco donde Eleuterio Demba se hizo con el tiempo un veterano.

Todo empezaría con un banquete a Matos el 5 de julio de 1901 y de inmediato los viajes a Trinidad y a las oficinas de la New York and Bermúdez Company, marcadas con el número once de Broadway. En Venezuela se sacrificaron millares de vidas y se perdió mucho dinero, además del asedio internacional al país tras la llamada Guerra Libertadora, donde es derrotado Matos y sus cómplices. Triunfa Cipriano Castro y se da un paso histórico con el juicio al trust norteamericano, proceso que dolorosamente queda anulado, como está escrito. Así es la historia tantas veces contada. Castro enferma y viaja al exterior. Deja el poder en manos de su compadre y Vicepresidente Juan Vicente Gómez, quien no le permite entrar más a Venezuela. Se consolida el imperialismo norteamericano. Se pierde la independencia y los geólogos extranjeros desmenuzan Guanoco hasta encontrar petróleo a 665 pies de profundidad desde agosto de 1912, como también lo sabe Eleuterio Demba. Es el primer pozo petrolífero profundo, el Barbabuí 1. Guanoco es un comienzo. Otros lugares del oriente seguirán marcados por sucesivos reventones y el río San Juan podrá derrochar toda su belleza empujando las pesadas cargas hacia el océano del mar Caribe.

Palabras más, palabras menos seguimos atados a la rueda giratoria de Eleuterio Demba, quien se lamenta de la olvidada vida de Guanoco, y nos sonríe más acá del bien y del mal, después que nos describe el atrevimiento de tantos brindis con champagne brandy y ginebra. De aquel sitio Eleuterio Demba reconoce la intensidad de Madame Kane, “la que lo fundamentó todo para los más pobres”, cuando Guanoco fue tan rico.

El Río San Juan, vía de exportación del asfalto y del petróleo
Credito: Rafael Salvatore


El Río San Juan, vía de exportación del asfalto y del petróleo
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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