Del país profundo: Pablo Antonio Núñez, el Sanpedreño Mayor de Guarenas

Pablo Antonio Núñez conoció bien esa Guarenas de solo dos calles asfaltadas, la calle Comercio y la calle Paéz; lo demás eran callejones y sobresalía en la parte más elevada la iglesia y la casa de gobierno, nos cuenta también que para ese entonces estaban en formación la calle Bolívar y la Ambrosio Plaza, pero él vive alejado de ambas y la calle donde nos hemos encontrado para conversar se le llama hoy día El Parque, allí está ubicada como si fuera un escondrijo la casa de los sanpedreños frente a la proclama de grandes árboles, muy cerca de la quebrada de Oro y de la unión de los ríos Tuy y Curupao. Tiempo atrás era solo un caminito por donde subían burros y caballos. Vamos de una Guarenas a otra Guarenas.

Hablamos de lo que en sus orígenes los europeos nombraron el pueblo indígena de Guarenas, fundado en 1621, por el Capitán español Gutiérrez de Lugo y el Padre Gabriel de Mendoza y que tendría una santa como patrona, Nuestra Señora de la Copacabana de las Guarenas. Lo demás sería interminables historias de luchas, batallas de hacendados ricos contra gente pobre, o alianzas entre patrones y esclavizados en todo el entorno, donde cobraba fuerza la presencia de los africanos y sus descendientes acusados de negros insurrectos, sublevados, amotinados. Eran los luchadores y sus líderes a quienes los caraqueños aborrecían, temerosos por lo que se hablaba de aquel territorio al imaginarse un baño de sangre como el de Haití a comienzos del siglo XIX. Con más fuerza debía sentirse ese temor durante el desarrollo de nuestro proceso independentista que develó las parcialidades y conspiraciones en Guarenas y todo su eje de Barlovento. Unos con la causa realista, otros con la causa patriota y otros con su única causa verdadera que sería la libertad. En la región, sobre la cual poco se habla en la historia, poco se escribe y más se borra, hubo alzamientos de los herederos de África que proclamaban a Fernando VII y en gran parte se oponían a la gesta libertadora de Simón Bolívar. Sangrientos episodios de gran resonancia sacudieron el polvo de estas tierras.

Pensamos que en aquel tiempo debía celebrarse de alguna manera el culto a San Pedro cada 29 de junio, al menos entre los caminos donde estuvieron enclavadas las haciendas El Carmen con sus grandes cosechas de caña de azúcar y la de San Pedro, donde se encontraba un famoso trapiche y se procesaban la melaza y el papelón que tenía fama de ser el mejor de Guarenas. En esa hacienda El Carmen, un 5 de julio de 1901 nació Antonio María Núñez, hijo de Guillermina Núñez, y allí vivió hasta los 17 años del trabajo del bagazo. Antonio María “bagaseaba” entre cosecha y cosecha en esa hacienda repleta de riquezas. Su hijo Antonio Núñez, es el único de los 10 hermanos que lleva el mismo nombre paterno, el sello de Antonio. Con él conversamos una mañana en la que nos recuerda que todavía se conservan buenas partes de la ruinas reconocibles de una de las dos haciendas tan nombradas, nos dice que se trata de la hacienda San Pedro que era de la familia Vera y que cuando niño llegó a verla con el colosal trapiche en funcionamiento. Nos asegura también que en esa extensión de muchos amuletos destacaba la capilla, donde era guardiana la imagen de San Pedro el de los milagros, antes de su traslado definitivo a la casa del señor Juan Aponte, ubicada entre las calles Sucre y 19 de abril de la creyente Guarenas, y de donde la sacaban claveteada y entre rezos cada 28 de junio para introducirla a la Catedral de Nuestra Señora de Copacabana y adornarla con máxima belleza, porque debía festejarse al día siguiente en procesión junto a sus parranderos que celebraban con cantos, música y bailes su 29 de junio vistiendo levitas, pantalones negros, sombrero pumpá y pañuelos al cuello y donde era visible con una indumentaria distinta la representación de la esclava María Ignacia y la de los tucusitos que mostraban banderines de los mismos colores de sus trajes, rojo y azul. Ya el día 30 de junio de nuevo esa imagen retornaba a la casa de Juan Aponte, y así cada año, hasta sus últimos días de vida, cuando Juan Aponte hizo venir hasta su aposento a Antonio María Núñez y a Leoncio Campos para pedirles que se hicieran cargo de esa imagen milagrosa de San Pedro, concluyendo que el lugar donde debía permanecer el venerado santo ya tenía nombre: Catedral de Nuestra Señora de Copacabana. Allí los dos parranderos la seguirían adornando cada año, nos cuenta el séptimo hijo de Antonio María Núñez.


“EN EL NOMBRE DE DIOS COMIENZO COMO DEBO COMENZAR.”

“Mi papá cuando entra en la Parranda de San Pedro vivía en la hacienda El Carmen, se hizo parrandero porque tuvo una dolencia muy grande en las piernas y se puso a escuchar a los parranderos y le pidió a San Pedro que le quitara la dolencia, y al otro día cuando se despertó, ya no tenía dolencia, entonces se fue a hablar con Norberto Blanco que era el jefe de la Parranda y lo aceptó. Después se hicieron compadres. Norberto Blanco vivía en Trapichito y después vivió en otra hacienda llamada La Concepción, y en otra llamada La Fundación y finalmente en la hacienda La Mandarina. Un día Norberto manda a buscar a mi papá porque estaba grave de salud y le dice: “Compadre lo mandé a buscar porque quiero que usted se haga cargo de la Parranda” y papá me cuenta que estaban como testigos solo seis parranderos y él aceptó hacerse cargo, aunque no tocaba cuatro, solo la maraca. Después me correspondería a mí esa responsabilidad desde el año 1980, antes de que muriera mi papá un 5 de febrero de 1987. Yo vivía donde llaman Güeime y mi papá que andaba por los 79 años, vivía aún en la calle Comercio y me manda a buscar en un jeep con Alí Navarro, y cuando llegué a su casa salió del cuarto, nos reunimos en la sala donde estaban otros parranderos, Magdaleno Orta, Pedro Torres, Alí Navarro y mi hermano Erasmo Núñez, allí me dijo: “Pablo, te mandé a buscar porque quiero que te hagas cargo de la Parranda, ya las piernas no me dan para seguir caminando”. Eso fue un mes antes de celebrarse el San Pedro y el 29 de junio de 1980, cuando estamos los dos en la puerta de la iglesia, él esperaba que yo comenzara el canto y yo esperaba que comenzara él, pero me dio la orden de que comenzara yo y así fue. En el nombre de Dios comienzo/como debo comenzar/ en el nombre de Dios y la Virgen/ yo me voy a persignar/. Yo me encomendé a Dios y a mi padre Antonio María Núñez ese año ochenta, y asumí la jefatura de unos 12 parranderos, pero hoy pasamos de 30, porque hay muchos otros que pagan promesa, pero que no les gusta vestirse ese día de San Pedro…”

“ANTES SALIAMOS SIN LEVITA NI SOMBRERO PUMPA”

“…Yo siento que Antonio María Núñez está conmigo todo el día cuando salimos a parrandear, por eso primero le prendo una vela y después le ofrezco un palo de ron, porque la única promesa que yo tengo es con Antonio, mi padre. Antes salíamos sin levita ni sombrero pumpá y yo recuerdo que empecé con él desde los 6 años como tucusito y después fui coticero, yo mismo hice mis cotizas de cuero de ganado… Eramos 10 hermanos de padre y madre, el mayor fue Erasmo Nuñez que ya falleció, también fallecieron otros 6 entre varones y hembras y solo me quedan vivas dos hermanas, Rosa Núñez y Emma Núñez, todos nacidos aquí en Guarenas y parteados por Juanita Gallardo que fue mi primera madrina. En la casa 19 de la calle Comercio donde yo nací un 30 de junio del año 1946 había un patio con matas de saúco que se usaban para la tos y la gripe, malojillo, albahaca y orégano orejón, además de rosas y frutales donde se conseguían matas de riñón, guanábana, limón agrio, mango, naranja, lechoza, cambur morado y un cuadro de caña de azúcar que daba dos cosechas. Mi mamá cuidaba esas matas, preparaba dulces de cereza, de mamón y de durazno y también cortaba la ropa y cosía para mi papá y para todos nosotros y mi papá que era albañil y trabajaba en Guarenas, otras veces en Caracas, nunca nos desamparaba y tenía sembrado en aquel terreno grande del patio el tomate, el pimentón, el plátano, el quinchoncho, la caraota, el ñame y la yuca, además de criar sus gallinas y sus cochinos. Así nos levantamos esos diez hermanos, alimentándonos de todo lo que había en aquel patio de la calle Comercio con la bendición de esa madre y de ese padre al que yo le sigo cantando: Como dijo Antonio Núñez/ yo se lo voy a explicar/ al San Pedro de Guarenas/ no podemos olvidar…”

DE REPARTIDOR DE TELEGRAMAS A CABO PRIMERO DEL EJERCITO.

“Yo fui repartidor de telegramas por casi cinco años, me puse a trabajar por las necesidades de la familia, más o menos 20 telegramas diarios repartía, saliendo en una bicicleta desde la calle Venezuela donde quedaba el telégrafo y subiendo hacia la parte de arriba del pueblo. Recuerdo una vez que debí llevar un telegrama a La Clavellina, era para la hija de una señora que había muerto y me dice que no sabía firmar y me pide que se lo lea porque tampoco sabía leer, yo abro el sobre y leo lo que está escrito: “Mamá falleció” era lo único que decía el telegrama y cuando levanté la vista ya estaba en el suelo aquella mujer, entonces yo llamo a una vecina para que ayude, pero la vecina también empezó a llorar, hasta que llegó el esposo y las auxilió, después que yo estuve en aquel compromiso cerca de una hora, porque allí casi nadie sabía leer, recuerdo que una vez que pasó el duelo la señora vino hasta el telégrafo y en señal de agradecimiento me trajo hallacas de regalo. Después del telégrafo trabajé en el cine Guarenas que estaba entre la calle Comercio y la Arismendi, yo barría la sala, limpiaba las sillas, repartía los carteles en el pueblo y ayudaba al operador, así fue como aprendí a manejar los proyectores pasando películas de vaqueros y mejicanas. Cuando estaba más grande, pero siendo todavía menor de edad, me fui con mi hermana Carmen Núñez Escalona a Los Frailes de Catia y trabajé despachando helados a los vendedores de carritos, eran más de 80 y yo los surtía desde una cava cumpliendo un horario de 7 a 11 de la mañana y de 4 de la tarde a 8 de la noche, fueron 2 o 3 años aquel trabajo y de allí me fui al ejército. Serví entre Trujillo, Maracaibo y Caracas, hice cursos de armamento, fusil, pistola, lanzacohetes, aprendí a colocar minas y estuve en el campamento antiguerrillero de El Tocuyo, Teatro de Operaciones Número 5. Salí como Cabo Primero en el año 1967. Después que regresé a Guarenas me invitaron a un matrimonio y conocí a María Díaz, mi actual esposa, bailamos esa vez y ya tenemos casi 50 años juntos, 4 hijos y más de una docena de nietos, todos tiene que ver con la Parranda de San Pedro…”

Pablo Antonio Núñez junto al San Pedro de Guarenas. CDC 2014
Credito: Rafael Salvatore


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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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