La Planta insolente…o en pos de las huellas del Imperio

La Planta insolente es la más reciente película de la juvenil madurez artística del Maestro Román Chalbaud, obra que se estrena en los cines del país a partir de mañana viernes 12 de mayo. Es por ello que siento la necesidad de aproximarme a ella para, de alguna manera, contribuir modestamente con su difusión, esperando que esta aproximación esté bien orientada.

Una obra de arte se considera maestra cuando conjuga perfectamente el fondo y la forma; también, cuando el discurso artístico trasciende épocas y geografías y se convierte en una referencia de todos los tiempos, especialmente cuando está referido a acontecimientos históricos y, por ende, políticos. Tal es el caso de esta película, sin duda alguna.

Lógicamente, empezaré por el fondo, el sentido de este extraordinario relato cinematográfico:

La acción dramática se centra en al advenimiento al poder político de Cipriano Castro, sus luchas para mantener el Gobierno, su posición nacionalista en defensa de los intereses de la Patria, y la traición que lo derroca y exilia para siempre.

El hilo conductor de la acción se inicia con la entrada de Castro a Caracas el 22 de octubre de 1899, cabalgando el triunfo de la Revolución Liberal Restauradora desde Los Andes, junto con su aliado y compadre Juan Vicente Gómez. Continúa con las luchas políticas internas y externas que enfrenta y vence. Internas, por la oposición de la burguesía caraqueña, y la de caudillos locales que quieren derrocarlo, como la llamada Revolución Libertadora, una guerra que dura casi tres años, encabezada por el banquero Manuel Antonio Matos, al que castro logra vencer, y el alzamiento de Nicolás Rolando, igualmente derrotado. Externas, por intereses económicos de compañías extranjeras afianzadas en el país por gobiernos anteriores y por esa misma burguesía.

El conflicto se genera por la posición nacionalista de Castro en defensa de los intereses del país que está sumido en una profunda crisis económica, y la posición entreguista al extranjero de las fuerzas políticas que lo adversan.

El climax de la película llega a su punto cumbre con el trance de la deuda externa de la nación a potencias extranjeras, acumulada desde antes, y que Castro se niega a pagar en las condiciones leoninas establecidas. Momento crítico que estalla con el bloqueo por parte de potencias extranjeras Inglaterra y Alemania, que para presionarlo no tardan en lanzar un brutal bombardeo a las costas venezolanas, y las que se le unen Holanda, Francia, Italia y (¡!!) México.

Ante el descomunal ataque y consciente de la imposibilidad de la defensa bélica, Catro decreta una amnistía y lanza su célebre discurso: "!Venezolanos: la planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria….." Es tal la reciedumbre dramática de esta alocución que moviliza inmediatamente el sempiterno patriotismo venezolano: todas las fuerzas política opositoras se unen al clamor de la nación entera en defensa de la Patria, campesinos, trabajadores, profesionales, estudiantes, y artistas, incluso ciudadanos completamente desvinculados a las luchas políticas como el pacífico doctor José Gregorio Hernández.

Ante el desproporcionado ataque militar de las grandes potencias, surgieron voces de protesta internacionales en apoyo al pueblo venezolano. La Nación se salva y Castro es proclamado "Restaurador de Venezuela".

Es un nuevo triunfo para Cipriano Castro. Pero la acción dramática da otra vuelta a la tuerca, y Castro va a enfrentar su primera y gran derrota: la ambición agazapada de su compadre y Vice-Presidente Juan Vicente Gómez, aprovecha la obligada ausencia del país del Presidente Castro por problemas de salud, se une a la burguesía opositora y a los intereses económicos de las potencias extranjeras, traiciona a su compadre, se queda con la silla presidencial y no le permite a Castro retornar al país nunca más.

El fondo de la película, entonces, revela el drama de un hombre que vence todos los obstáculos para llegar a la cumbre del poder, pero no se doblega a los intereses imperiales que se valen de su fuerza bélica para dominar a países más débiles. Revela también, la alta traición de los vende-patria de todos los tiempos, a espaldas de los heroicos pueblos que no se acobardan ante ninguna planta insolente.

Vale la pena destacar, aunque sea brevemente, el total contexto histórico, económico, social y político de Venezuela, antes y durante el periódo presidencial de Cipriano Castro de 1899 a 1908.

En 1830, con la separación de Venezuela de la Gran Colombia, en una evidente traición al ideario de Simón Bolvívar, los gobiernos que se suceden, uno tras otro (Páez, Soublette, los Monagas, Toro, Juan Crisóstomo Falcón, Antonio Guzmán Blanco, Joquín Crespo, Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacios, Joaquín Crespo, Ignacio Andrade) no se preocuparon por la construcción de una Patria propia, libre e independiente. Por el contrario, plegaron sus propios intereses a los de las potencias imperiales: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania. Páez, el único que pudo evitarlo, para su lamentable degradación histórica, no fue la excepción. Bajo su Gobierno "Conservador", a partir de 1830, Venezuela fue entregada sistemáticamente al dominio colonial que, dicho sea de paso, siempre se mantuvo entre luchas fraticidas estériles. Fue una "donación" de la nación a las potencias económicas extranjeras por medio de pactos y contrataciones (negociaciones) apátridas.

Con la Guerra de Independencia, el país quedó arruinado. Ruina que se fue acrecentando con empréstitos descomunales y leoninos, gobierno tras gobierno, dejándolo hipotecado. Esas enormes sumas de dinero de los préstamos, no se utilizaron para el desarrollo del pueblo: gran parte de ellas llenaron las arcas de los gobernantes de turno. La oligarquía-burguesa , (siempre plegada a los Gobiernos de turno que la complacía, o los derrocaban cuando los niveles de ganancia no le satisfascía) nunca sacrificó un ápice en beneficio del crecimiento económico, social y cultural del país.

La economía venezolana (que se sustentaba en la producción y exportación de productos agrícolas, principalmente café) con la industrialización europea y norteamericana y la baja de los precios de eso productos, sufrió un considerable descenso, mientras que los intereses de la deuda externa crecían de manera exponencial.

En el contexto de esta situación, Cipriano Castro llegó al poder. Su Gobierno, efectivamente, fue personalista, suspendió libertades y hubo desorden administrativo. Pero estas fallas de su Gobierno, por lo que fue ferozmente criticado, no se diferenciaban en lo absoluto de gobiernos anteriores. Páez (que se alió a la burguesía) fue tirano, y los gobiernos conservadores o liberales (una misma oligarquía) no fueron precisamente inmaculados; el personalismo siempre imperó. Guzmán Blanco es un buen ejemplo, así como los presidentes anteriormente nombrados.

A Cipriano Castro lo rodeó la burguesía que coqueteaba con él, al mismo tiempo que lo atacaba con saña, burla y descrédito. No era el carácter personalista y dictatorial de Castro lo que les molestaba. (Por lo demás, esa democracia tolerante, honrada y permisiva jamás se practicó en el país. La doble moral burguesa siempre prevaleció) Lo que molestó de Cipriano Castro fueron las medidas económicas nacionalistas y su coraje para enfrentar a las potencias extranjeras que habían apadrinado a todos los regímenes, de Páez en adelante. No fue pura coincidencia que el bloqueo y bombardeo a Venezuela se produjeran justamente durante la Revolución Libertadora para tumbar a Castro, liderada por el banquero Manuel Matos que tenía negocios con la New York and Bermudez Cómpany y la Orinoco Steam Ship Company. Por otra parte, el error táctico de Castro (la falla trágica, diría yo) fue confiar demasiado en su compadre y Vice-Presidente Juan Vicente Gómez; el no darse cuenta de que, por debajo de cuerdas, se estaba aliando a la burguesía opositora y a las grandes compañías extranjeras dentro y fuera de la nación.

Juan Vicente Gómez, temiéndole como le temía a Castro, le dio el puntillazo de la traición cuando éste estaba fuera del país, continuó con la entrega de la Patria y lo desterró para siempre. ¡Es la fatal repetición de la Historia!

Volviendo a la película, lo importante, lo fascinante, lo emocionante de La Planta insolente de Román Chalbaud, es que devela una realidad histórica que, en el concierto de la geopolítica latinoamericana y mundial, se hace clara, patente y evidentemente actual.

Hay que señalar que, para el logro sincrónico fondo y forma, hubo un acuerdo bien orquestado de los dos maestros: Luis Brito García (Guionista) y Román Chalbaud (Director). Ambos artistas han trabajado nuestra Historia con una óptica crítica y apegados a la verdad.

Ahora, el paso siguiente, es la mirada a la Forma:

El Guión, el elemento literario, está lleno de metáforas y símbolos; trabaja el tiempo en forma lineal (Presentación, conflicto, nudo y desenlace): desde la entrada de Cipriano Castro a Caracas, hasta su metafórica muerte. Utiliza fórmulas narrativas para sintetizar acontecimientos. Los diálogos son ajustados a la investigación histórica de los personajes. No son diálogos fabulados. (Por cierto, yo utilizo esas fórmulas en mi obra de teatro sobre Ezequiel Zamora. ¡Valga la propaganda!). Luis Brito García me contó hace poco, que él colocaba citas históricas precisas de los diálogos, a pie de páginas.

En nuestro país es sumamente difícil reproducir cinematográficamente historias del pasado. En Caracas principalmente, y en la mayoría de las ciudades, se perdieron, casi en su totalidad, los contornos originarios. Estos fueron transformados por la "!modernidad", sin respetar la necesaria conservación de zonas históricas.

Sorprende, cómo se aprovecha al máximo los pocos lugares y edificios de entonces: el Capitolio, una calle de La Pastora y de otros pueblos, y así sucesivamente. De tal manera que podemos conectarnos con los años de la narración: 1899-1908. A eso se le añade el vestuario adecuado; la música (el vals de "Ruperta" es una nota fresca y graciosa); la reconstrucción del gabinete presidencial, la habitación del matrimonio Castro; las batallas navales, los buques y los marineros se suman al realismo de la película.

Uno de los factores fundamentales para el cine es el trabajo actoral. En esta película, todos los actores representan sus papeles con gran efectividad y verismo. Son muchos los personajes. Todos merecen un análisis particular. Pero hay que destacar la magistral actuación de Roberto Moll en el personaje protagónico: encarna a un Cipriano Castro con la misma fuerza interior que este hombre debió tener para enfrentar las circunstancias que tuvo que vivir; la fuerza de carácter, su voluntad férrea para lograr sus objetivos y para imponerse a los contrincantes; la velocidad de sus respuestas; su poder de seducción; pero también, sus debilidades, dudas y temores que surgen en los sueños o pesadillas. A Moll no se le escapa nada: cada respiro, pausa, miradas; el matiz de todas las emociones que experimenta el personaje.

Vemos a una Zoila de Castro (interpretada excelentemente por la actriz Juliana Cuervos) viva, orgánica, al natural y con la misma fuerza del personaje.

A un Juan Vicente Gómez (Pedro Pineda) callado, silencioso, con énfasis en la mirada. Pensamos que muy a propósito, no sólo porque Gómez en la realidad fue así: parco, midiendo cada palabra, sino para destacar en la cinta el enmascaramiento del personaje y la sorpresa final, cuando muestra su verdadera personalidad despótica y tiránica.

A un José Gregorio Hernández (Armando Monasterios) que se hace sensiblemente presente, como lo fue en la realidad: un hombre que nunca comulgó con la violencia pero con su sonrisa cálida se ofrece para salvar al país de la "planta insolente del extranjero".

Sobre todos estos aspectos formales señalados, surge la mano maestra de Román Chalbaud, en este nuevo peldaño de su exitosa carrera de Director: A un relato real, coherente, lineal, le da un sorpresivo tratamiento Surrealista. Es extraordinariamente acertado este tratamiento. Surrealismo. Es decir, sub, debajo de la realidad. (Tal vez porque Sigmund Freud utilizó el término "iceberg" para definir el inconsciente) Prefiero el de Transrrealismo o el de Ultrarrealismo: la relidad profunda que habita más allá, el inconsciente, que es el que maneja (querrámoslo, nos demos cuenta o no) la acción del individuo. La razón y la lógica que se adjudican la primacía de la realidad, no ven más que un solo lado de las cosas, quedándose en la superficie de lo aparente. Pero la ultra o transrrealidad es parte de nuestra naturaleza, es la fuente de toda creación, ni que decir de la artística.

Los sueños (sustancia esencial del Surrealismo) develan la realidad profunda de todo: lo obvio, la cotidianidad, lo que nos aterroriza, lo que anhelamos, deseos, impulsos, percepciones o intuiciones, lo que nos compensa, equilibra o desequilibra. Esto es aplicable tanto a los personajes de la trama como al espectador. Las visiones de la muerte , los sueños, las pesadillas de Cipriano Castro son la ultrarrealidad que lo arropa: el acoso, la amenaza no siempre oculta de la burguesía que le adula y, al mismo tiempo se burla de él y quiere eliminarlo, y también su consciencia de culpa. Los espectadores quedamos sorprendidos con la aparente ruptura de la lógica; pero al mismo tiempo la ultrarrealidad se nos revela. Es que ella existe en lo subliminal, en lo arquetípico, aparentemente suprimidos en nuestro interior, pero que surgen en nuestra conciencia por mecanismos insospechados en fracciones de segundo, cuando se produce una asociación en la inmediatez del presente. Por eso el Movimiento Surrealista fue y es tan efectivo: desnuda la realidad profunda. Es lo que hace Román Chalbaud en su película La Planta insolente. Las metáforas y los símbolos también son reveladores: los abanicos en el arcón de la habitación matrimonial dicen mucho más a los celos de la esposa de Castro; el niño con la honda es el sentimiento profundo de la valentía del débil; el mar en el que está sumergido Castro, es su trágica soledad existencial y su muerte.

Lo importante, lo emocionante, lo extraordinario de La Planta insolente es ese desenmascaramiento de la verdad histórica y presente, en el contexto de la realidad política venezolana, latinoamericana y mundial, por lo que adquiere una absoluta vigencia: los vende-patria de todos los tiempos y geografías que se mueven al compás de sus mezquinos intereses y los de las grandes potencias con los hilos del titiritero, son los mismos. ¡Podemos reconocerlos!

La Villa del Cine viene registrando fílmicamente nuestra Historia Patria. Películas como "Bolivar: el hombre de las dificultades", "Miranda", "Boves", "Zamora" y todas las demás películas realizadas son muestra fehaciente de los logros de la Revolución Bolivariana. Proyecto que fue impulsado como Política de Estado por el Comandante eterno Hugo Chávez, y ahora continuado por el Presidente Nicolás Maduro.

La Villa del Cine está llamada a tener un importante lugar en el desarrollo de nuestra dramaturgia cinematográfica, que como la televisiva y la teatral, son los instrumentos más eficaces para el conocimiento y la difusión de lo nuestro.



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