Del país profundo: Cuando atravesamos el Atlántico con María Rodríguez (y II)

Durante los cuatro primeros días que permanecimos en Londres, ya cumplidas las actuaciones en Camdem y los ensayos en Arts Worwide, se puso a la vista el juego seductor de María Rodríguez sobre un público poco familiarizado con esta música del oriente venezolano (la polka y el vals resultaban menos extraños desde el contagioso bandolín de Remigio Fuentes). Jóvenes y niños recibían con gracia los movimientos de algunas danzas en una serenata escolar reforzada en aplausos, y por ser de más fácil adaptación bailaron junto a nosotros el maremare con sus pasitos hacia adelante y hacia atrás. Los brindis y agasajos no tardaron fuera de la rutina de trabajo. Surgieron los abrigos improvisados y las bufandas de un lado para otro en medio del otoño y por supuesto, algo de tiempo para recorrer algunos sitios emblemáticos de los que tanto hablan los londinenses.

María disfrutó mucho la ceremonia del cambio de guardia en el Palacio de Buckingham y de su imponente fachada con el largo balcón donde suele aparecer la familia real. Le hablamos del significado de la monarquía, de las famosas fiestas en palacio y también de los accidentes originados por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero de todo lo que ella pudo ver en el paseo, incluido el puente que cruza el río Támesis (el Tower Bridge), lo que más le atrajo fue la melodía del famoso Big-Ben, en lo alto de la torre del Palacio de Westminster, sede del Parlamento Británico, donde se eleva sobre 16 pisos la pesada campana del reloj más grande del mundo que se puede apreciar desde cuatro horizontes distintos. Comprobamos en nuestro animado reconocimiento histórico, que cada cuarto de hora las ondas de sonido desde aquel campanario se escuchaban de una manera muy diferente.

En las noches de celebraciones por el calor de la posada, volvíamos a nuestro itinerario cumanés, al recuerdo de los primeros tiempos del sacudón de la cultura desde aquellas tres casas rodeadas de cocotales y mangos, que podían unirse para llevar el nombre de Quinta Tobía, en la antigua calle de los baños llamada con los cambios calle Junín. Allí, entre el río Manzanares y el mercado, en una nueva etapa de vida, María conoció la mano sincera de Alfredo Armas Alfonzo, quien le hizo maestra de identidades de su propio pueblo, esto ocurriría muchos años después del prolongado erizamiento de tantas ilusiones en la ruta marcada por otra bitácora hacia La Guaira, con un giro final en la más antigua ciudad del Orinoco, mudanza tras mudanza en un clima de suerte, deseos vertiginosos, ataduras, desdichas y muchos cantos de boleros.

Vuelven también a nuestro desafío de la memoria en Londres, los nombres de músicos de la otra generación Chico Eloy, Gerardo Oyoque, Eliodoro Ruiz, el famoso Rejoso y Francisco Ruiz, el maraquero, con los que ella se acompañaría en los cantos matutinos, teniendo como guía a Santos Barrios en aquella emisora Radio Sucre entre los días benditos de la navidad, y de nuevo vuelven Aurelia Rodríguez y Petra Ramírez y los títeres de la calle del medio y las comparsas transformadas en mariposa de colores, paloma mensajera y sirena. Más allá de tantas tormentas florece otra vez en la vida y serán variadas las canciones para ver recompensada la esperanza de los pobres y querer arreglar el mundo. Con ese lema, “del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos”, y con mucho más que una consigna la universidad de oriente se entregó a sus amores en una antología de sus interpretaciones que desde Cumaná se pudieron regar por toda la patria venezolana.

Fui uno de sus más cercanos cómplices en este otro destino muy largo y propulsor de la cultura, aunque no la había encontrado todavía en la fecha emblemática de la Plaza de Toros Monumental de San Cristóbal, que no recordaba tanto por los 18.000 espectadores que pudieron aplaudirla cuando cantó y llevo sus bailes orientales, sino, porque allí mismo, un 22 de enero de 1969 llegó a conocer en un mano a mano a los grandes de los grandes, Palomo Linares y César Girón y supo verdaderamente lo que era una faena taurina y cómo se cortaban las orejas y los rabos de aquellos animales que vio matar tan lejos. Por allí andábamos con los recuerdos de nuestra maravillosa tierra, cuando nos llaman a tomar la buseta para el siguiente concierto que será en la segunda ciudad más importante de aquel país por su número de habitantes, y que está a una distancia de 166 kilómetros de Londres. Birmingham, en la región inglesa de West Midlands es conocida como la ciudad de los mil oficios, y nos llevan allí por su fama como capital de la música, donde también han tenido origen importantes bandas de rock, de la escena punk y del reggae.

EL RIO MANZANARES Y LAS AGUAS DEL TAJO EN UNA DOCENA DE BESOS.

Si a la hora de escribir esta reseña me preguntaran en qué lugar del viaje María causó más atracción, no dudaría en decirlo, donde silbó saudade, donde ese sentimiento cumanés se confundió entre lágrimas y melancolía en una distancia inocultable de secretos desde las desembocaduras del río Manzanares a las aguas salobres del río Tajo. Para sorpresa de todos nosotros, fue allí exactamente, en las cabalgaduras de Lisboa, donde tanta y tanta gente muy hermosa pudo aplaudirla y pedir que se repitiera aquella canción resplandeciente y humana, versos de ansiados instantes de amor entre los que regresaron de una patria a otra patria, después de haber quedado muy, pero muy atrás de lo que fueron las guerras. Aquella copla atribuida a Juan Pinto (un cumanés nacido en la Parroquia Altagracia) más que a José Antonio López o a Salvador Llamozas y que se pudo escuchar en Ayacucho, se repitió una y otra vez. ¡Ay Cumaná! quien te viera/y por tus calles pasara/ y a San Francisco fuera/ a misa de madrugada/.

Ocurrió un hecho muy curioso en el Centro Moderno de Arte que se debe a Calouste Gulbenkian, el magnate petrolero y filántropo armenio que fallece en Lisboa en 1955 y que dejó su herencia para crear la prestigiosa fundación que lleva su nombre. Fue allí, en esas grandes instalaciones donde se hizo presente María Rodríguez, cantora, bailarina, médium e curandeira, (como se leía en la muestra fotográfica de Rafael Salvatore “Habitantes da terra abencoada” que también se inauguraba en aquel momento). Fue allí en ese encuentro, donde nos sorprendió una audiencia integrada mayoritariamente por familias portuguesas que fueron inmigrantes de muchos años en Venezuela ( que hicieron fortuna antes de regresar al sur de Europa) y donde vivirían y se mezclarían por tantísimo tiempo para acostumbrarse a los gustos musicales y a un entusiasmo que poco se repite y que es propio del ser venezolano, del hombre y la mujer de oriente, fueron instantes para recordar al pueblo pobre con aquellas canciones que muchos de ellos conocían demasiado por haber vivido o conocido a Cumaná.

Después del concierto se hizo larga la tertulia, el brindis y la repetición de los sonidos instrumentales para complacer a uno y a otro de los presentes, sin que pudiera evitarse este bolero que María quiso cantar “bebe mujer, bebe de mi copa/dame doce besos en la boca..”, una docena de besos, aquella canción tomada de la Sonora Matancera se repitió también entre las voces de jóvenes artistas portugueses allí reunidos, sin dejar para otro instante un tema tan nostálgico como el fado con el que fuimos obsequiados en el misterio de aquel emocionante intercambio en el que se miraron los dos mundos y sin pensarlo mucho, nos abrazamos una vez y otra vez, cuando ya la noche nos decía que debíamos dejar Lisboa.

LA DESPEDIDA LONDINENSE.

Además de los diversos sitios recorridos en Londres, María se trajo la impresión de una visita al castillo de Warwick, conocido como el mejor castillo de Inglaterra y una de las mayores atracciones turísticas del país, porque allí se ha reconstruido a través de maniquíes y personajes sacados de famosos museos de cera, los estilos de vida de la época medieval a la que se vinculan distintas escenas en la monumental edificación que tiene sus orígenes en el siglo X. María no dejaba de curiosear cada detalle y más bien parecía una niña envuelta en las circunstancias de cuentos de hadas y princesas.

Unos siete conciertos en distintos destinos del Reino Unido permitieron divulgar suficientemente la historia grabada por World Circuit de María Rodríguez La Tremenda. Más allá de lo acontecido en Londres y en el Arts Center de Rotheham, tanto las actuaciones en la Universidad de Wordwide en Coventry y en Nothingham, además de las importantes muestras en dos ciudades de tanta fama musical como Manchester y Birminghan, nos llenaron de satisfacción a todos, porque notamos el especial interés de un público tan variado por conocer más sobre estas expresiones de arte que podían resultarle extrañas y lejanas, pero no era así, observaríamos con el tiempo que tradiciones tan bien resguardadas como elementos de la sabiduría de nuestros pueblos, resultan de especial atracción para muchos conglomerados humanos donde el desarrollo industrial marca otras pautas y modelos de vida.

El último día en Londres nos propusimos cumplir con una visita pendiente que tenía origen en estas largas conversaciones, donde un personaje al que ella tanto amó y al que nombraba simplemente Rubito, torcería siempre a la izquierda a la hora de las luchas de los pueblos. Un decidido militante era Rubito el hermano mayor de María. Fundaba barrios en un sitio y otro sitio, como me contaba, y cuando ya descubría formas en la organización de la gente, se iba a otro lugar a comenzar de nuevo y así la vida lo fue llevando por un solo camino en ese espiral de vocación de servicio que María Rodríguez admiró siempre. Por supuesto, no resultaba ajeno a nuestros temas de conversación la lucha constante en la sociedad, donde ella venía tomando parte, y cuando tocamos tantos ejemplos, entre los cuales estaban sus propias canciones y volvíamos siempre a Carlos Marx, y a la política, la complicidad se hizo mutua. Aquel día tomamos la ruta del cementerio del distrito de Highgate y nos detuvimos frente a la tumba de Marx. Todavía recuerdo como si fuera ayer ese sábado de otoño.

Con María Rodríguez junto a la tumba de Marx
Credito: Rafael Salvatore











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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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