Del terremoto de Cumaná al desembarco del Falke

Del país profundo: Cuando atravesamos el Atlántico con María Rodríguez (I)

El terremoto de Cumaná fue el primer trago amargo del que seguimos hablando con María Rodríguez durante aquel famoso viaje hacia Europa en el mes de octubre del año1986.

Un 17 de Enero de1929 a las 7:32 de la mañana tronó todo con un ruido que pateaba profundo sobre el mar, se revolvía el océano, se levantaban sus aguas hasta cinco metros de altura contra las pequeñas embarcaciones pesqueras que eran arruinadas de un solo golpe, disueltas como maderas débiles entre los patios. En aquel instante las aves desaparecieron en los vientos del huracán, solo peces, nubes de algas, restos de manglares y otros residuos marinos se pudieron ver tierra adentro, donde antes estaban acomodados los gallos, las gallinas, los perros y los cerdos. A muchos animales y personas se los tragó la tierra que se abría con lluvia de tormentas arrastrando comarcas, enseres y árboles, poniendo en la escena muchos muertos y miles de heridos, (más de una tercera parte de la población). La sismicidad desastrosa de la ciudad de Cumaná por siglos, la ha dejado varias veces entre escombros, pero este año 1929 ocurrió algo muy extraño y desfigurado, pues, en los alrededores de Puerto Sucre, Puerto España, El Salado y Plaza Bolívar, donde el acontecimiento fue más feroz, el mar se retiró aproximadamente a unos 200 metros y después vino con su furia en aquellas olas gigantescas que arrasaron con cuanta propiedad de los pescadores más pobres había en los caseríos vecinos.

María Rodríguez, quien aún no llegaba a los cinco años, tenía por morada una casa de bahareque y palma y tierra apisonada donde caminaba descalza en el barrio Plaza Bolívar, llamado también calle Herrera (había nacido en julio de1924). Ella me cuenta durante el vuelo que hacemos en la ruta Caracas-Lisboa- Londres, que el sacudón tumbó las paredes del rancho de la abuela Tomasa Rodríguez, donde cada noche se echaba a dormir en una estera, un petate de junco, como le dicen en otros lugares de oriente. Ese día muy temprano, afortunadamente estaba fuera del aposento con Olga, su hermanita menor sentada sobre sus piernas cuando vio el gran remolino que las derribó a las dos, sin que pudieran pararse en ese instante de sorpresas, era muy fuerte el ruido y la velocidad del viento no las dejaba avanzar, ni siquiera un paso, cuando se percataron que se abría la tierra y todo el caserío se cayó. Era la sabana de El Totumo en Cumaná, la que después se nombraría elegantemente como barrio Plaza Bolívar.

Carmen Rodríguez, la madre de María, como buena vendedora de pescado, regresaba temprano desde la playa con una mara llena de coro-coro fresco, y nunca pasó por su imaginación que el puente colgante que atravesaba todas las semanas se desplomaría con el suceso de aquel momento y la tierra abierta que se había tragado a los animales le daría el susto de su vida hundiéndola hasta la mitad del cuerpo, lucha y lucha para no irse al abismo y sin abandonar el sitio de tanta tragedia, al rato se abraza de nuevo con toda la familia en el verdadero desierto del desastre. El gobierno levantó carpas en aquella sabana, eran marrones, recuerda María y entregaron cobijas, rosadas, “verdosas” y azules y camitas portátiles de lona en el mismo sitio donde se juntaban las aguas dulces y las saladas de la gran laguna revuelta, que seguiría siendo más desierto y tierra, como la de todas las calles de Cumaná, donde la única construida con cemento se llamaba la calle larga y nada más.

La razón del viaje a Europa donde tiene cabida esta conversación, se ha promovido por gestiones del cineasta John Dickinson y del fotógrafo Rafael Salvatore, y está fundamentado en el lanzamiento del disco María Rodríguez La Tremenda (Songs from Venezuela) por el sello World Circuit de Inglaterra, más una suma de recitales entre aquel país y el vecino Portugal, por eso nos acompañan también los músicos Remigio Antonio Fuentes (bandolín), Gilberto Rafael Rodríguez (cuatro), Félix Castillo Segura (guitarra) y Héctor Enrique Rodríguez (maracas), el inseparable conjunto de intérpretes que siempre María solicita y que están registrados en el disco con temas tan conocidos como Río Manzanares, El Canto de Cruz, La Mariposa, El Mariscal, El Gallo entre otras canciones sobre las que hemos escrito, y la que no puede faltar porque equivale a una biografía de la cantante cumanesa, La Tremenda que da título a la producción de Anne Hunt (Manufactured by Mayking Records). Toda una semana de actividades y conciertos en la isla británica más grande del Reino Unido es lo que nos espera.

EL CUENTO LARGO DE LA GUERRA Y EL FALKE.

María descansa un rato, no duerme, más bien dormita y fija la mirada en la altura veloz de aquel traslado trasatlántico que cumple el Transporte Air Portugal, bromea sobre el vestuario de las azafatas y vuelve entre la distancia y la memoria a los recuerdos de Cumaná. Como si se tratara de un instante en que quiere decirlo todo, sigue contándome otros sucesos después del terremoto en aquel fatídico año 1929. Se avecinaba entonces con más de 2.000 maúseres, carabinas, pistolas y 48.000 cartuchos la reconocida invasión que planificaron cuidadosamente los combatientes de la Junta Suprema de Liberación Nacional utilizando el famoso barco carguero Falke, sin suponer que por primera vez en la historia del país, la aviación oficial equipada con ametralladoras y bombas de 10 kilogramos entraría en combate sobrevolando la sabana de El Totumo donde estaba situado el aposento de María.

Los rebeldes fueron perseguidos y derrotados. Ardió en plomo Cumaná y los combatientes entre muertos y heridos quedaban tirados en la calle larga y sobre el puente Guzmán Blanco. Allí cayó Emilio Fernández, el presidente del Estado Sucre y por el bando contrario, envuelto en una bandera tricolor se conoció la baja del jefe de la expedición Román Delgado Chalbaud, además de otros mártires.

Fue un domingo 11 de agosto el comienzo de otra guerra en Cumaná y también fue en esos días cuando por vez primera en su vida María Rodríguez conoció un avión bombardero, todos lo llamaban en el barrio el pájaro blanco, y corrían y corrían saltando zanjas por esa sabana de El Totumo para mirarlo con sus piruetas en el aire cuando volaba muy bajo y daba vueltas y lo sentían muy cerca con aquel ruido estremecedor. Eran más de dos los pájaros blancos y en ese tiempo se nombraba mucho aquí a Doroteito Flores me dice María y recuerda que su abuela tomó parte en esa guerra y chaparreó a un hombre llamado Pedro Pelota, con tan mala suerte que en la refriega aparece otra mujer a sus espaldas y le apuñalea sobre el brazo derecho, honda la herida, saturada luego con 20 puntos. Hubo muchos muertos después de largas horas de tiroteos entre la gente del gobierno y los alzados contra Juan Vicente Gómez que pasaban muy cerca de la casa de María, por el barrio El Salado, ella recuerda que fue en ese tiempo cuando a su padre Jesús Ríos le contrataron con su carreta de mula para ir a enterrar a muchos de los muertos en el cementerio que existía en ese lugar donde después se levantó el famoso Barrio Obrero.

Tardó en llegar la paz y no bastó con esconderse boca abajo entre los brazos de la madre cuando arreciaban los aviones con metralla, solo había para comer aquella galleta marca capitolio y aguacates, lo único al alcance de la mano, porque no se podía salir afuera de las casas. Las abuelas Tomasa Rodríguez y Lorenza Ríos vestían a los hijos varones con trajes de mujeres y los maquillaban y ocultaban su cabello corto con turbantes, les ponían camisones, blusas de mangas largas y enaguas para confundir a los soldados que penetraban en las rancherías buscando a los hombres más jóvenes para el servicio militar obligatorio, sacándolos a la fuerza y golpeándolos si mostraban resistencia. Siempre serían los más pobres quienes recibían más amenazas.

LOS SUEÑOS CON EL AGUA, EL ABISMO, LA LUNA

Aparte de la calle larga que tanto recorrió María Rodríguez cuando niña, más allá de Puerto España y Puerto Sucre, estaban los barrios de San Francisco, Buena Vista, Bebedero, Chiclana, Caigüire y el inolvidable Castillo de San Antonio de la Eminencia, donde el ejército tenía sitio, ella conocía todos los laberintos de Cumaná y un día tras otros aparecía con su oculto amuleto de una cruz de carbón trazada en la espalda para librarse del mal de ojo si se hacía presente lo negativo, el peligro, porque a María no le gustaba jugar con muñecas, le atraían más otros juegos en los que se hizo diestra, el juego del volador que se elevaba mejor en tiempos de cuaresma, adivinar los secretos de de la luna cumanesa, el juego de pelota en la sabana abierta, el juego de metras contra los muchachos con los que se peleaba siempre porque le apodaban “la cabra mocha” y le hacían burlas por la forma como recogía su cabellera en dos crinejas muy bien tensadas. Era la madre Carmen Rodríguez quien la peinaría así de madrugada para mandarla muy temprano al río a recoger el agua fresca, ya estaba acostumbrada a cargar con mucha fuerza los enormes recipientes sobre su cabeza de combate. Era así, un día tras otro.

En un lenguaje pintoresco María me habla de sus secretos de la infancia y de la adivinación del porvenir, de la manera como aquellos sucesos del año 29 la enlazaron a distintos sueños recurrentes y significativos en su vida, donde el agua, el abismo y la luna siempre aparecerían en su imaginación, sería porque una vez resbaló en el muelle de Puerto Sucre y estuvo a punto de ahogarse, la salva un pescador que la templó por los moños cuando se estaba hundiendo, piensa ella que fue un suceso real y muy intenso, no un sueño, quizás de allí venga su particular ansiedad, la influencia en su carácter, el inadvertido sufrimiento, su vocación viajera, perseguida por aquellos recuerdos de niña que tanto la excitaban en el deseo de personificar seres muy sensuales, como la sirena que le dio tanta fama después del tiempo de Totoña Córdova, de Silvina Acosta, de la tía Aurelia Rodríguez (la inolvidable Marbella que siempre le daba de comer) “Sirenita encantadora/quien te pudiera pescar/ y sacarte del peligro/ de lo profundo del mar/”. Causaba envidia y admiración esa niña María vestida de sirena, tan atractiva y apegada al personaje, que a los 16 años, cuando un primer hombre en su vida, aquel guitarrista y cantante llamado Norberto Bastardo, la embarazó, todavía el pueblo cumanés decía “Mira, quien le vino a quitar las escamas a la cola de la sirena”. De él tendría su primer hijo y adornada con collares, gargantillas y muchas piedras bonitas y pulseras y todos los premios y el dinero que obtuvo con aquel personaje de la sirena, se apartó a las costas lejanas de La Guaira a llorar al hijo primogénito después del difícil parto. “Yo era una mujer enterita, tenía unas carnes duras y unos pechos como de madera muy provocativos y nada me detenía” me repite. Desde el momento en que se alejó de sus playas tan queridas sería infinito su recorrido entre muchos lugares del país, sin olvidar nunca el terremoto que transformó su vida en Cumaná y el inesperado desembarco del Falke.

Perdimos la noción del tiempo y en un estallido automático ya el avión está en la pista de aterrizaje. Llega la hora del trasbordo en Lisboa con una mañana de octubre muy helada y al rato el otro vuelo a Inglaterra, donde nos espera una primera actuación en el distrito londinense de Camdem, allí está ubicada la casa de época georgiana (58 Grafton Way) en la cual vivió el precursor de la independencia Francisco de Miranda con su esposa inglesa Sara Andrews y sus dos hijos. María se emociona al saber que en ese mismo lugar donde cantará por primera vez en Europa, Francisco de Miranda diseñó la bandera de Venezuela y también se encontró aquí con Simón Bolívar, por eso decide incluir en el concierto los versos de aquella gaita Libertador, a Bolívar.

María Rodríguez y los músicos cumaneses sobre el puente del río Támesis. Londres 1986
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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