Del país profundo: Las palabras santas en la voz de Guillermina Ramírez

Guillermina Eloisa Ramírez Cova, con fecha de nacimiento el 25 de junio de 1926 en la antigua calle larga de Cariaco, es el personaje que ocupa la entrega de este documento. Entre el 14 de agosto de 1945 y el 3 de julio de 1968 dio a luz 15 hijos y para cada uno trajo un apodo. Socorrito, Chía, Chipo, La Nena, Muchache, Osa, Mangué, Pibe, Tiznao, Gatiñán, Chila, Mono, Cheo, todos concebidos con Socorro de Jesús Figuera Bejarano, todos con esos apellidos de padre y madre, Figuera Ramírez, menos los otros 3 que pudo criar, Guillermo Quintero, José Cova y Santos Villahermosa. Total 18 hijos a los que infundió vida con una fortaleza física envidiable esta Guillermina, hija de María Isabel Cova y de Francisco Javier Ramírez, padre y madre descendientes de esclavos. No podemos imaginar si de mandingas, de congos o de loangos, ni en qué flota del nombre de dios arribarían a nuestras costas los más lejanos familiares insertados desde África, quizás como piezas de contrabando en este convulsionado y áspero territorio marítimo, o como piezas de remates en “venta y pregón”, o como secuestrados, o como sublevados.

En el siglo XX aún sobrevivían testimonios y recuerdos de la esclavitud, los cuales se reflejaban particularmente en aquellas comunidades concentradas en sitios donde perduran todavía aspectos de la religiosidad y la magia, la música, la danza, el arte, las tecnologías propias aplicadas a cultivos, cosechas y preparación de alimentos, así como numerosas costumbres y tradiciones consideradas fundamentales en su vida diaria y en un complejo desenvolvimiento sociocultural transformado día a día, ante la conflictiva tensión existente en los sectores rurales donde se ubican estos grupos humanos, altamente afectados por una marcada desventaja en el aspecto socioeconómico, además de la visión negativa sobre el “negro” que muchos grupos de poder continúan estableciendo. Viví para verlo.

Varias han sido las historias que constatan este tipo de vida en territorios distintos, pertenecientes todos al estado Sucre, varios los nombres de la gente humilde que me ha obsequiado con las señas de África y sus creencias y que he podido incluir en sucesivas entregas de estos escritos, refiriéndome a los golfos de Paria y de Cariaco, Berta Cova, Juan Jiménez, Juan Luis García, Inés Emilia Gil “Campú” y mi querida Berta Vargas, al citar los más cercanos que traigo en mis recuerdos. Ahora, para completar el ciclo, el fragmento de un relato, de uno solo de los capítulos que he llegado a difundir sobre esta larga tarea que me propuse llevar adelante hace años, un libro de vida con Guillermina Ramírez al que le dediqué muchas páginas y que se detuvo con el sobresalto de su fallecimiento. Ofrezco este testimonio suyo en homenaje a su rebeldía, a su grandeza y a su infinita bondad:

LA FAMILIA DE LAS MANUMISAS Y LA CRUZ DEL MISTERIO.

“…La Cruz del Misterio existe en Cariaco porque las mujeres que vivían en la Hacienda La Reforma guardaban muchísimos misterios, esa gente era de apellido Quintero, Marcolina y Mercedes. Esa Mercedes era hija de Marta Quintero y Marta Quintero fue hija de esclava, a ellas le decían la familia de las manumisas. Esa Mercedita la manumisa tuvo un solo hijo, Juan y se volvió loco a los 18 años, después murió sin conseguir juicio. A ellas de tanto misterio que tenían uno nunca las vio preocuparse por ese loco Juan Quintero, sino que lo metieron en un cepo y en ese cepo murió, de allí no lo sacaron para nada. Para cortarle el pelo cuando lo tenía muy largo, el señor Félix mandaba a su mayordomo llamado Juan Díaz, y tenía que ir el propio señor Félix con una escopeta para amenazarlo y poder cortarle el pelo.

El señor Félix se preocupó más por el loco que las mismas manumisas que eran su tía y su mamá. Allí en la Hacienda La Reforma, donde estaba el loco Juan Quintero, fue que las manumisas encontraron la Cruz, la encontró Mercedita que estaba barriendo, encontró su Cruz y dijo que esa se la había reparado Dios y que para aquí y para allá y que tal cosa, y adornó su Cruz con papel de seda y le forró el sombrero donde la halló y de allí empezó a hacerle su rosario y a cantarle su velorio de Cruz en mayo y a hacerle muchas cosas y a esa Cruz, el que le pide la Cruz del Misterio le ha hecho sus milagros, y los campesinos le ofrecían cochinos a la Cruz y le llevaban cochinos a las manumisas para que se los criaran a la Cruz, y así fue haciéndose la fama de esa Cruz. La Cruz del Misterio en Cariaco tuvo real por demás, tuvo tanto real que prestó, la Cruz tenía su baúl y la gente venía de Cariaco a traerle de todo. La Cruz tenía platos y cubiertos finos, tenía manteles bordados, tenía cortinas y mucho lujo, aquel baúl que llamaban el baúl de la Cruz estaba lleno de dinero. A esa Cruz le hacían su fiesta el 3 de mayo que era su día en el calendario y el 16 que fue el día en que la encontraron.

Las manumisas se murieron y la Cruz estaba en la casa de la señora Antonia Manuela, pero como la señora Antonia Manuela ha sido muy perseguida por la candela y las casa donde ella ha vivido siempre se queman, entonces la pasaron a la casa de las Rojas y el señor Francisco Alcalá consiguió ese pedacito de terreno y con el dinero que fueron recogiendo y con la gente que las ayudó, ellas le hicieron esa capilla que es donde está ahora guardada y las Rojas se ocupan de lavarla, limpiarla, adornarla, de ponerle sus cosas y ahora eso que antes se llamaba La Palencia se le dice hoy en sector de la Cruz. Yo le ofrecí a la Santísima Cruz del Misterio, que si uno de mis hijos, Socorrito, no se me moría, yo le celebraría a ella sus fiestas.

Pero vamos a seguir con la historia de Juan Quintero, el Juan ese, hijo de las Quintero, de las manumisas, el hijo de Mercedita Quintero. Dicen que fue cuando el cumplió los 18 años que se volvió loco y que fue porque un señor le dio un secreto para que se llevara a las mujeres sin enamorarlas, sin estar perdiendo su tiempo en enamorarlas, las mujeres se podían ir con él y para ponerse en ese secreto el señor le dijo a Juan Quintero que el tenía que coger la paja del nido de un pájaro carpintero, que es un pájaro que hace su nido en la parte más alta de los árboles, y también le dijo el señor a Juan Quintero que para que el secreto tuviera efecto, tenía que poner por la noche una sábana blanca en la tierra, subirse muy arriba del árbol, desbaratar el nido y utilizar para el secreto la paja que cayera en esa sábana, pero de acuerdo a las instrucciones, cuando Juan Quintero fuera a desbaratar el nido del carpintero en la noche, el no debía ver hacia la tierra donde estaba la sábana puesta, sino que por la mañana del día siguiente, debía ser cuando él volviera a buscar la paja que estaría sobre la sábana. Entonces cuando ese Juan Quintero se subió a la mata, no hizo como se le dijo, porque los ojos siempre quieren ver, total que él desbarató su nido, pero vio hacia donde estaba la sábana, y sobre la sábana, en vez de la paja del nido del carpintero vio al señor de las uñas largas que brincaba de una esquina a la otra esquina de la sábana, y cuando vio aquello, Juan Quintero se bajó de la mata con su juicio malo y cogió la calle y empezó a cantar, se volvió loco y nunca más durmió. Cantaba buenísimo, cantaba malagueñas y jotas y de noche el pueblo se dormía escuchando las canciones del loco Juan Quintero, él era un negro bonito, un muchacho de 18 años ese que se quedó acompañado del señor diablo y siguió loco hasta que se murió.

Aquí había muchos locos amarrados en cepos y había muchos casos de ese señor diablo, siempre se oía decir de mucha gente “fulano está así porque está trabajando con el diablo”, “fulano vendió su hijo al diablo”, y así los casos iban uno tras otro, había mucho que hacer con el diablo y la gente misma se vestía de diablo para el día de Corpus Christi, porque sabían que el diablo venía, se anunciaba la visita del diablo, esa es parte de la historia que yo he vivido…”

Guillermina Ramírez en la Hacienda La Reforma de Cariaco.1981
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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