Del país profundo: "Teodora Torrealba soy yo"

Habla el alma de una niña casi centenaria que suspira y sonríe en medio de la ternura, habla con las palabras del desahogo, de la comunicación con la divinidad y su oficio de alfarera, sin recordar de manera clara el año en que nació, fue así, con su pensamiento reflejando un pasado remoto, como la encontré, cubierta en grises trajes largos y sombrero negro, dándole vida al barro en aquel día de 1981, cuando fui a conocerla en la Posesión La Mora.

Teodora Torrealba hizo fama con el trabajo de alfarería al que dedicó toda una vida para expresar la nobleza de sus antepasados. Se comunicó sin temores con la luna, el aire, el fuego y el sol, y por eso siempre fueron hermosas todas las creaciones, convertidas entre sus manos en imágenes religiosas, muñecas y piezas utilitarias con policromía de progresivos trazos blancos y ese sello tan personal de Teodora, la artista del barro que nunca llegó a usar hornos de alfareros, ni hornos cerrados de ladrillos, solo la tierra usaba, tierra, leña encendida, porque el conocimiento de esas técnicas y el aprovechamiento de la materia prima en aquel trabajo lo aprendió de la madre Eugenia, de la abuela Tomasa, que es la manera de aprender entre los pueblos, en estrecho vínculo con la naturaleza, con el paisaje, transmisión de conocimientos, así, de generación en generación para salvaguardar prácticas ancestrales.

Teodora fue auténtica creadora de pueblo, con todos sus sentidos puestos en los ciclos del calendario al que pertenecía un lugar, un territorio de gran dimensión simbólica en el universo de luna menguante y de hijas alfareras. Se entiende que la región comprendida por los actuales estados Falcón, Yaracuy y Lara, de donde proviene Teodora, era asiento de naciones de Arawacos, Jiraharas y Ayamanes, comunidades que adoraban a muchos Dioses, y rendían culto al sol y a la luna y practicaban la pesca, la caza, la agricultura desde hacía varios siglos antes de Cristo, además de sacar provecho al algodón para sus tejidos y practicar el oficio milenario de la alfarería entre otras costumbres conocidas.

Por los caminos tan distintos trazados en rutas de siglos y cotidianas para ellos, llegaron los invasores europeos a esclavizar y con el paso del tiempo se impuso una mezcla humana en la identificación tan compleja de lo que sería la provincia de Venezuela.

Expediciones tras expediciónes, comandadas por Ambrosio Alfinger o Nicolás Federmán o Felipe de Hutten o Jorge Spira, los conquistadores del llamado “nuevo mundo” en esta parte del país, también fueron sumando a su dominio y sometimiento más pueblos de indígenas como los Gayones y Caquetíos, apresando hombres y mujeres en los temidos asaltos al territorio , y sin importar a qué nación indígena pertenecían, usarlos como guías y como bestias para las cargas más pesadas, venderlos como esclavos y definitivamente, usarlos a su antojo.

Alemanes y españoles con sus caballos, su ganado, sus perros de caza y sus armas de metal y de fuego, expedición tras expedición prácticamente exterminaron en menos de un siglo todos aquellos pueblos esclavizados para completar la ocupación total de lo que fueron paisajes y espacios de vida y de prácticas comunitarias de nuestros pueblos indígenas, crear nuevas fundaciones, haciendas de todo tipo e imponer modelos culturales que no lograron interrumpir del todo las antiguas creencias de los habitantes naturales, pues, guardadas casi en secreto, perviven aún parte de esas prácticas, como las que atesoró por años la niña Teodora Torrealba. Por esos caminos donde la encontré en la Posesión la Mora debieron pasar en su afán esclavista los alemanas que partían de Coro siguiendo hasta Carora, El Tocuyo y Barquisimeto, fundando más y más lugares y capturando más y más indígenas en su afán devastador.

Teodora Torrealba vivió hasta los 107 años (fallece en Sanare el 31 de maarzo del 2000) y muy cerca de aquel lugar donde la tierrra se voltió y que se nombra la hundición de Yay, muy cerca de su antiguo sitio de labores creció el gran monumento con su nombre que simboliza la admiración y el respeto de los habitantes del caserío, parroquia Pío Tamayo en el estado Lara. La escritura que sigue resume parte de lo que me dijo aquella vez.

DE LA LOMA DE CURIGUA.

“Yo hago la loza y mi loza me da para mantenerme con toda esta familia. Al quemar mi loza puedo pagar y puedo comer. Toda la vida he dependido de esto. Esto es como quien se pone a jugar y de aquí yo saco mi comida.

La mamá mía hacía la arcilla y yo comencé a hacer la arcilla, a jugar con tierra a la edad de 7 años. Yo le quitaba a la mamá mía peloticas de barro para hacer cantaritos y ollitas y casitas, hasta que llegué al punto de hacerlas más grandes. Mi mamá era de aquí de este sitio de la Loma de Curigua, de aquí de estas montañas del Estado Lara, de más debajo de la Laguna Amarilla era ella, porque ella nunca vivió en esta casa. Esta casa que se llama Posesión La Mora, este sitio La Mora lo compró mi papá cuando se nos murió la mamá mía, hace muchos años ya, y aquí vinimos a vivir los hijos.

Yo trabajo con las manos haciendo velitas de barro, las voy enrollando una encima de la otra, después las carabeo con pedacitos de totuma y se van cerrando, se ponen a secar y después que están secas se pintan y se ponen al horno con leña de manteca o con leña de chía que es la leña que se les echa junto con la bosta de vaca.”

ESTA TIERRA ES SAGRADA.

“A la loza hay que saber pintarla, hay que saber sacarla, hay que saber bruñirla. Yo hago tazas y hago platos, hago las alcarrazas que son las que no tienen orejas, hago los jarros que son los que tienen una oreja, y las chirguas las que tienen dos orejas. Esas fueron las que yo aprendí a hacer primero, las chirguas.

En una hora yo hago tres platos si trabajo en un tiempo bueno. Que no llueva para asolear y poder quemar. Cuando hay sol, hay que darle tres asoleadas para que quede buena y si no, hay que guardarlas para cuando haya sol.

Esta tierra de La Loma no necesita cerquillo de leña, basta que se queme con leña menuda y bosta para que quede buena. Esta tierra es sagrada, fíjese que yo he traído tierra de Yay, pero se me vuelve polvo esa tierra, ahora me fui por aquí por la Loma y bajé a un zanjón, donde me dijeron que había una veta muy buena y me traje una maleta de tierra, después fui con un burro y me traje una carga, eché a quemar esa tierra y me salió muy buena, mejor que la de Yay, porque esta loza con tierra de La Loma exige poca quema por lo buena que es.”

LA LOZA MIA NO SE QUIEBRA.

“La loza que yo hago es fuerte, no se rompe, fíjese que cuando vivíamos acá, al otro lado de la quebrada, íbamos un día a buscar agua y se me cayó una chirgua de la cabeza por ir comiendo chimó, entonces yo me le pegué atrás a la chirgua y cuando la agarré me di cuenta de que no le pasó nada, ahí fue cuando descubrí que la loza mía no se quiebra, y seguí haciendo chirguas. Estaba yo de doce años y desde entonces dije yo ¡a hacer loza grande!. Mi hermano Bernardino, el que me acompaña, trabajaba en esos campos, de esos campos le encargaban la loza, le encargaban ollas para poner en el fogón y tinajas para la chicha, pero ya a esta edad yo no hago la loza grande porque cansa mucho el cerebro, pega mucho en la nuca, yo hago ahora la loza pequeñita.”


NUNCA ME HE CASAO. ¡NI QUIERA DIOS!

“Mi nombre completo es María Teodora Torrealba, así me llamo yo, pero de María no tengo nada. Yo soy pura Teodora, Teodora Torrealba soy yo. Yo soy marcial, nací en marzo, en antevíspera del día de la Encarnación, pero no me acuerdo el año porque no tengo memoria, la memoria mía se fue porque yo era rezandera y un día me fui a rezar y cuando estaba alabando a Dios se me echó a perder la cabeza, sentí un golpe en la oreja y no sé que fue, sentí como si me hubieran dado un mazazo con toda la gana y quedé insulsa, eso es muy triste, porque yo rezaba, adonde hubiera muerto allá iba yo a dar, y ahora no puedo porque no tengo memoria. Nunca me he casao. ¡Ni quiera Dios!.”

Teodora Torrealba junto a su hermano Bernardino, en 1981
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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