Crisis de mediocridad

Desagravio al maestro Mosonyi

La libertad de pensamiento es una conquista intelectual que la Humanidad ha logrado a un costo incalculable pero con raíces trascendentes como para alcanzar, cierta evolución civilizatoria. A lo largo y ancho de la historia se ha ido construyendo un cuerpo de "paradigmas elevados" cuyo valor y consecuencias ha permitido salir de las catacumbas mentales.

Tener la capacidad de pensar y expresarse libremente, en medio de esta crisis estructural, de un modelo de sociedad sostenida en la acumulación del capital, la dependencia pro imperial y la pobreza social es muestra sólida de haber alcanzado la dimensión de militante humanizado por la grandeza de espíritu y claridad de ideas.

Y si esa dimensión humana tiene una edad otoñal cargada de transparencia y autenticidad, lo menos que se puede hacer es respetar semejante integridad moral y filosófica. Sin embargo, cuando la mediocridad política se hace poder y / o se pasea a su antojo entre burócratas disfuncionales y eunucos políticos, se produce una inversión vergonzante de valores.

Quien no tiene la capacidad de distinguir el cielo del universo como tampoco diferenciar la gigantesca distancia que hay entre un ser pensante de un castrado de imaginación, mal puede sentirse orgulloso de ver pasar a su lado un cuerpo y conciencia hecha sabiduría.

La agresión verbal cometida en los pasillos del Ministerio de Educación contra el profesor Mosonyi y su destitución como empleado público, es una aberración propia de un país atrapado en una profunda crisis de pueblo. Más allá de la singularidad como se ha venido rebanando la cultura en la mayoría social, de los personajes políticos del momento, tanto de la presunta izquierda como de ciertos sectores de la derecha criolla, está una sociedad cargada de hambre, pobreza mental, odios raciales, ostentación desenfrenada, arrogancia oficial y mínima memoria histórica.

En un corto recorrido por los últimos cuarenta años vemos que no es la primera vez cómo el talento, la espiritualidad, el ejemplo, la constancia y el estoicismo de muchos venezolanos y venezolanas es pisoteado dentro y fuera de la administración pública y privada, como si se tratara de un traste viejo tirado en la carretera.

Atreverse a ir hasta el final de un pensamiento es un acto de valor que puede costar la vida. Decir la verdad con absoluta lealtad a los hechos, es correr riesgos predecibles. Pero ¡con qué honor y dignidad se vive y se muere cuando se miran de frente los estrábicos ojos de la mediocridad y la cobardía!

A punta de semillas sembradas por la sabiduría acumulada, como la del profesor Mosonyi, debemos ir regando nuestra lucha revolucionaria. Entre la civilización y la barbarie hay una cruenta batalla con siglos de antigüedad, de tal manera nada nos extraña. Nada nos debilita. Todo lo contrario, porque mientras existan hombres y mujeres irreductibles, portavoces de sueños posibles, propulsores de cambios radicales en el pensamiento, enamorados de un planeta para todos, vale la pena mantener firme el privilegio de haber nacido con la sangre de los corderos y el puño de los rebeldes.

La estatura moral, académica, librepensadora del profesor Mosonyi está años luz de los pequeños falderos de oficina, de los "operadores políticos" con credenciales ministeriales. El representa la indianidad convertida en farol de nuestro mestizaje. El maestro que desafía la ignorancia porque cree en la inmensidad de las ideas.



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Elmer Niño


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