Milagros electorales en navidad

Navidad, navidad, santa navidad. Así arranca uno de los reconocidos villancicos que amenizan esta temporada. La recta final del año, donde las familias separadas por distancia y compromisos se congregan nuevamente, tal vez por única vez en 12 largos meses, quizás, si la situación aprieta un poco más en Venezuela, por última vez en mucho tiempo. Como tantas otras cosas en nuestro atribulado país, esta especie de reencuentro en otros tiempos obligatorio se encuentra a merced de la aguda crisis económica, que con terquedad se empeña en borrarlo del itinerario.

La ilusión de la navidad hará regresar hasta a los de mayor edad a los tiernos tiempos de su infancia, recordar los abrazos de los viejos, en muchos casos ya ausentes para siempre, los regalos colocados debajo de la cama o del chinchorro, el misterio del niño Jesús, ese ser divino que premiaba todas tus buenas obras a través de 365 días, y que siempre estaba dispuesto a perdonar alguna que otra travesura que te colocaba al filo de no recibir tu presente. Sin duda la mejor etapa de la vida, esa donde la inocencia priva sobre la maldad de un mundo cada vez más peligroso, materialista y complejo.

Pero en nuestra amada Venezuela esta temporada mágica se presenta con más sombras que luces; la inflación galopante consume el salario del humilde trabajador como una hiena hambrienta, los ingresos mensuales cuando mucho alcanzan para cubrir dos o tres días de alimentación, eso si tienes la suerte de conseguir los productos de la dieta básica, desaparecidos desde hace meses de los anaqueles de abastos, bodegas y supermercados, en estos establecimientos solo quedan estantes vacíos y empleados temerosos por la inminente perdida de sus puestos de trabajo. Ya la palabra escasez parece una caricia, un arrullo, un verso de Neruda, la realidad de la calle es mucho más trágica, ruda, inclemente, y lo peor del caso es que el tema no representa una prioridad, las medidas económicas brillan por su ausencia, la improvisación es la regla general, el barco marcha a la deriva, el capitán y la tripulación hace tiempo perdieron el control, se encuentran en la cubierta midiendo la distancia que los separa del agua, no van a dejar que el naufragio los sorprenda.

Esta navidad en la mayoría de los hogares de mi patria no habrá regalos debajo de la cama, ni estrenos, ni las tradicionales hallacas, ni siquiera el pernil ofrecido por el presidente; el niño Jesús se adelantó dos semanas convertido en bono comprador de conciencias, un voto igual a un bono del niño Jesús, menuda praxis revolucionaria, la cuarta república convertida en niña de pecho. Marx y Lenin deben estar retorciéndose en sus tumbas de vergüenza pura, los mercaderes del templo se trasladaron a las gobernaciones, alcaldías y oficinas del PSUV en todo el país para realizar un delito electoral en colectivo, porque lo ocurrido este 10 de diciembre en las elecciones municipales equivale a plantarse en las puertas de los centros de votación con un fajo de billetes y entregar a cada uno de los electores su asignación por vender su alma, su dignidad y su futuro. No hay maquillaje que pueda ocultarlo, para quienes gobiernan Venezuela el pueblo humilde tiene precio, y ellos, los dueños del poder están dispuestos a pagarlo, comprometiendo aún más la ya delicada situación financiera de un estado colapsado como nunca antes.

Por si la compra de votos no resultaba suficiente, los "revolucionarios" devenidos en socialdemócratas tenían su carta estratégicamente oculta baja la manga, inflar la votación de sus candidatos de tal manera que nadie pudiese objetar los resultados; ¿a quién se le puede ocurrir impugnar unos comicios que perdió por paliza? ¿Quién le prestaría atención a una denuncia de este tipo? Todo parece perfectamente calculado, pero existe un pequeño detalle, los estudios estadísticos de intención de voto y aprobación de los funcionarios psuvistas en contienda, que en la mayoría de los casos era muy negativa, sobre todo de aquellos por optaban por la reelección, y con esto no se quiere decir que dichos estudios sean perfectos, exactos, inapelables, se sabe que existe lo que se denomina margen de error, que regularmente esta entre 2 y 5 %. La ciencia estadística te puede indicar de una forma más o menos certera que puede ocurrir en un evento electoral determinado, aunque se han producido excepciones, en la mayoría de los casos los estudios terminan por ser acertados.

Pero, durante las elecciones municipales de Venezuela podríamos considerar que ha ocurrido una especie de milagro electoral, de esos que colocan el mundo al revés, que trastocan la lógica, que hacen que volvamos a pensar que en verdad la tierra puede ser plana. Se dispone de información donde alcaldes con niveles de rechazo del 80% o más han llegado a obtener una votación por encima de ese porcentaje; por ejemplo, en el caso específico del municipio San Fernando del estado Apure, la alcaldesa reelecta con el 77% de los votos era a su vez la que mayor desaprobación tenía con niveles que superaban el 90%. También en el estado Apure, pero en el Municipio Achaguas, el alcalde también reelecto perdió la parroquia capital con alrededor de 15 puntos de ventaja, y cuando su rival ya prácticamente cantaba victoria y se aprestaba para descorchar la champaña se consigue con la sorpresa de que el aspirante psuvista había arrasado en las otras 5 parroquias con una diferencia superior al 40% en cada una de ellas. Por supuesto que eso no resiste la más mínima argumentación estadística, es totalmente improbable que esto pueda ocurrir en un sistema democrático y electoral transparente y equilibrado. En Venezuela el ventajismo gubernamental es abismal en todos los sentidos, la participación y el protagonismo del pueblo son solo letras ocultas en un recóndito lugar de un texto aprobado por allá en 1999 y que solo es citado de acuerdo a la ocasión y a la conveniencia de los factores de poder.

Por otra parte, y por inverosímil que parezca, el gobierno que se jacta de ser comunero prohíbe con una estratagema poco decorosa la elección como alcalde del Municipio Simón Planas del estado Lara al líder comunero Angel Prado. Sus electores se resisten a rendirse y toman las calles de la población de Sarare, la respuesta del gobierno no se hace esperar y ordena militarizar la zona, el pueblo chavista bolivariano, organizado y consciente ahora representa una amenaza, creer en la participación popular es una afrenta que no puede ser perdonada y mucho menos permitida, ya los habitantes de Simón Planas pasaron a engrosar las listas de sediciosos e indisciplinados.

El 2017 se despide con su carga de experiencias, miserias y frustraciones, y el 2018 se prevé más duro todavía, los venezolanos se las ingenian para sobrevivir, su creatividad ha sido puesta a prueba como nunca, quienes no se marchen tendrán que lidiar con un escenario económico igual o peor que el actual, mientras, una cúpula indolente crea una burbuja impenetrable a su alrededor, para ellos la crisis nunca ha existido, han diseñado su propia fabula, un país donde todo es maravilloso, donde los estantes están repletos, donde cualquier medicina se puede conseguir en la botica de la esquina, y el salario de los trabajadores del campo y la ciudad alcanza para todo. Aunque en el fondo saben que no es así, poco les importa, se preparan para nuevas "victorias". Nuestros niños no contaran con los regalos de navidad, el niño Jesús se extravió, se fue tras las estrellas del oriente; pero ellos si están contando con sus milagros electorales, como los del 10 de diciembre, que les permita perpetuarse en el poder a costa de todos nosotros. Solo falta que el pueblo sufriente de la última palabra, la definitiva, la que puede cambiar el rumbo de la historia.

leisserrebolledo76@gmail.com



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