¿Y cuántos tendrán ajedrez de oro y otras vanidades?

En esto de la política es asombrante, inabortable e incierto el comportamiento para no quebrantar a la ascética ética, es impredecible cuándo, cómo y en qué momento estalla la roñosería del que al lado del mandato adula para lograr remontar posiciones de poder que hagan crecer sus ilimitados extremos de engreimiento y darse autosatisfacciones de egolatría. Conducir hipocresía es característica para decirse astuto político: Rómulo, Caldera y Villalba; maestros de 4 décadas que degeneraron conducta del ciudadano ejemplar, que dejaron cátedras de cómo es qué se corrompen masas a perfección y disimular rastros aristócratas bien conformes de la trilogía: Poder Económico, Poder Religioso y Poder Político, en mismo orden: Poder del espejito, Poder de la cruz, Poder de la espada.

La tradición del mal no ausenta en una revolución; y muy por el contrario, ésta, es víctima de asecho, del asedio, de persecución de métodos a fin de mantener vigencia y descomponer o descompensar la mínima intensión de cambio; se vale de la falsa democracia para reclamar y para que reine la confusión, para que intimide la ideología por implantar, para que el bochinche político permita el desbarajuste, para que el desorden facilite ser costilla del poder, ser uña y sucio y acaudalar, formar parte sustancial de esa, la trinca que involuciona procedimientos de grandes cambios filosóficos revolucionarios.

El poder se exhibe a través del boato; es como para dar entender que la cuantía suma más poder y que es insaciable, sórdido de todo principio, desatado en su delinquir, desmedido en el crimen y desmoralizado en aplicación de la política, sirve de trampolín para llegar al estrellato de la "elegante delincuencia", bien representada desde ciertas amorales posesiones color-partidistas (cimborrios-signaturas) que usan la político como medio de producción del ideológico sin asidero; su ajedrez mantiene en jaque a la decente política, asalta la honradez, albozara y despierta el envanecimiento en quienes practican la polis fetichería.

 

 

 

 



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Omar Ignacio Pinto


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