Ayudar a las empresas, y no a sus empresarios; estos cuentan con la Banca Privada

Quede bien claro que ayudar a los empresarios privados es ayudar a la banca privada donde aquellos depositan su capital. Mayor perogrullada no puede concebirse. Los tiempos de guardar en botijas hace tiempo perdieron vigencia, aunque no todas han sido descubiertas[1].

Todas las quejas que podamos tener contra la banca terminan insostenibles, habida cuenta de que su rol en el capitalismo es ese, ser depositario del dinero ajeno[2], y como este es de la gente y de los empresarios privados, bueno, lo reciben porque con ello no les están dando una pedrada.

Efectivamente, el Estado puede, como lo ha mal hecho hasta ahora, crear y bienequipar parques industriales a créditos   recuperables, so pena de proceder a su traspaso ante moras e incompetencias empresariales. Colocar centros de salud de fácil acceso a los trabajadores de cada zona, cosas así. La banca privada, por ejemplo, en eso ha colaborado: coloca cajeros automáticos en las cercanías industriales, aunque sus servicios en el centro de las ciudades sigue dejando mucho qué desear; sus razones tendrá, pero, ¿no será porque ya en esos centros citadinos ya no vive  la gente “acomodada”.


[1] Se presume que en el centro de la Valencia “del Rey” las haya a montones, en esas casas que los Alcaldes y hasta la ONU (Organización de Naciones dizque Unidas) han blindado bajo la férula del engañoso   y supuestos “patrimonios históricos”, mientras subrepticia y muy posiblemente, los interesados, nacionales y extranjeros, vienen haciendo sus excavaciones. El cuello de botella que hoy entorpece el tránsito   al Norte de la Plaza Bolívar y colindante con la recordada “Camoruco”, avenida flanqueada, embellecida y preñada de lacres y rojos camorucos (Sterculia Apetala), y  desforestada por Rafael Caldera y su equipo de taladores, sigue sin tener una explicación razonable. Arquitectónicamente hablando, El “tesoro español” es infinito. La casa que compré, por ejemplo, la hallé con varios parches de cemento Portland en varios de sus ambientes: cocina y algunos cuartos. Quienes me precedieron como usuarios, tal vez, se lo llevaron todo, aunque los ricos de entonces tenían como frontera occidental y parroquial para sus viviendas la Avenida Anzoátegui, hacia “el cerro” donde frecuentaban sus “clubes” de antihigiénicas bolas criollas, bien lejos de la paz y el silencio que sus familiares necesitaban con cargo a los escadalazos que caracterizan estos centros, etílicos por excelencia, y sector occidental periférico   en el  la cual vivía  sólo la gente pobre que aquellos ricos usaron como Reserva Domesticoartesanal.

[2] Como debe saberse, el porcentaje de capital inicial y propio de la banca privada es muy pequeño en relación a los ingentes volúmenes de dinero que pasa por sus bóvedas, y que lo hace con altas frecuencias de rotación. Podríamos afirmar que las rotaciones bancarias se pueden medir en segundos y hasta fracciones expresables con 1 (uno) o menos dígitos. La electrónica moderna les ha facilitado semejantes micromediciones temporales.



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Manuel C. Martínez


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