La culpa es del ciego y también de quien le da los dólares

Hay una contradicción insalvable en este sistema socialista capitalista. El gobierno socialista y la burguesía importadora se odian y se quieren. Es un conflicto parecido a esas relaciones que no funcionan entre marido y mujer pero siguen viviendo juntos ante la mirada estupefacta de quienes no entienden esa convivencia del siglo XXI. El gobierno le pone cachos a la burguesía importadora con la idea revolucionaria marxista y la burguesía traiciona al gobierno subordinándose al imperialismo norteamericano. De esta extraña coexistencia nace la cultura del TV plasma y del Sansung Galaxy. Hoy podemos decir que gracias a esta contradicción socialista capitalista, el pueblo está en la calle pero no en la pelea por el socialismo sino haciendo colas nerviosas para comprar, entre otros, los apetecidos televisores planos o el android de moda.

Seguramente la burguesía importadora agotará sus mercancías vendiéndolas a los precios justos regulados por el gobierno. Sin duda lo que dejarán de percibir los comerciantes por la usura lo compensarán de alguna manera por la ganancia de la venta masiva de sus productos y con el ahorro en publicidad pues nada mejor se podía inventar para vender de todo como pan caliente. Los empresarios siempre se llenarán los bolsillos. La gente sencilla, por su parte, está comprando cualquier artículo necesario o superfluo eufórica por el ajuste de los precios en las importaciones. Éstas fueron adquiridas con los dólares del pueblo entregados a la burguesía la cual además de hacer el gran negocio también conspira contra el gobierno a la espera de recibir más dólares baratos y continuar así el círculo vicioso de una economía capitalista dependiente de la renta petrolera.

En esa relación, entre quien asigna los dólares y quien los recibe para lucrarse con la especulación, las dos partes están involucradas en la responsabilidad de mantener un sistema perverso que no tiene nada que ver con el socialismo revolucionario. Eso hay que tenerlo muy claro. La burguesía importadora es el enemigo principal de la revolución, siempre será parásita porque es apátrida y aliada al imperialismo. No le hace ningún bien al país. Entonces por qué el gobierno socialista la subsidia. Es un error pensar que esta burguesía parásita es susceptible de reformarse, mejorarse o ser controlada. El capitalismo siempre es cruel esa es su propia naturaleza y lo peor del capitalismo en Venezuela es el representado por la burguesía importadora.

No es cuestionable el despliegue, aunque tardío, del gobierno revolucionario contra la usura, el atraco y el robo desmedido desatado por el neoliberalismo, pero mejor sería que la revolución le negara los dólares del pueblo a los gánsteres del capitalismo teniendo en cuenta que la burguesía importadora nunca será humana ni solidaria. Por eso decimos que a la política económica de Maduro hay que darle un apoyo crítico y reflexivo, y a la oligarquía ni paz ni cuartel.

El poder económico de la burguesía ha sido desafiado por el gobierno revolucionario. Los comercios obligados por la ley a fijar precios razonables de ganancias están ardidos. La soberbia dominante de la oligarquía está tocada y amenazada con la Ley Habilitante, pero esa clase explotadora sigue vivita, coleando y acechante, igual a una fiera herida más peligrosa y depredadora. Los conatos de saqueos protagonizados por la contrarrevolución fueron la primera intentona desestabilizadora de la ultraderecha en respuesta a las inspecciones garantes de los derechos de público. Nada debe sorprendernos de lo que será la reacción fascista de la burguesía en lo inmediato, pero su acción sigilosa más peligrosa está en su capacidad para detener la profundización del proceso transformador haciendo uso de su poder para estimular la conciliación y el reformismo en las propias filas de la revolución donde hay una clase media chavista seducida por la mediocridad de Disney Word, por el whiskey 18 años, por la opulencia de los vehículos rústicos, por la exclusividad de colegios privados y clínicas de lujo es decir que comparte los mismos gustos extravagantes de la burguesía y modelan con su mal ejemplo, ausente de sacrificios, las esperanzas frustradas de los inmensos sectores empobrecidos de nuestro país.



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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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