Porqué el 4F, en Unión civico-militar

Este sábado se cumplen 25 años de la histórica rebelión militar del 4 de febrero de 1992, liderada por el entonces teniente coronel Hugo Chávez al frente de un valiente pelotón de paracaidistas que intentó, mediante la "Operación Zamora", tomar el Palacio de Miraflores en Caracas. Acción insurreccional del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR 200) en contra de un gobierno adeco profundamente corrupto que aplicaba a trocha y mocha el paquete neoliberal impuesto por el consenso de Washington. Pero ¿qué motivó a Chávez y sus camaradas emprender tan quijotesca rebelión? Veamos en forma cronológica que ocurría en Venezuela, durante las últimas décadas de la IV República:

Nos remontamos a los acontecimientos históricos del 23 de enero de 1958 que marcaron el final del régimen perezjimenista; una auténtica revolución cívico-militar pocas vistas desde la independencia política de Venezuela. Ese día, el pueblo, los comacates (coroneles, mayores, capitanes y tenientes) y soldados de las Fuerzas Armadas (FFAA) se unieron alrededor de la Junta Patriótica conducida por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) para derrocar la dictadura y brindar la posibilidad cierta de acceder el pueblo a una mejor calidad de vida, aunado a la necesaria purga en la cúpula militar plagada de pitiyanquis y serviles a la burguesía nacional.

Revolución que no logró cuajar en el poder, al interponerse la confabulación de los sectores de la derecha y el Departamento de Estado Norteamericano que movían los hilos entre bastidores para preservar el poder político y económico mediante el pacto de la quinta Punto Fijo entre URD, AD y COPEI. Fraguando a finales de 1958, unas elecciones amañadas propias de la democracia burguesa que permitió a la oligarquía seguir gobernando como lo hizo durante la dictadura recién derrocada.

A partir de entonces cambió la situación política en Venezuela; cundiendo en todo el país, el discurso anticomunista enmarcado en la guerra fría que se acentuaba entre la Unión Soviética y los EEUU. Lo que provocó la ruptura del espíritu de unidad nacional, militar y popular, alcanzada en el fragor de la lucha contra la dictadura, así como la exclusión política de la izquierda y el surgir de sucesivos gobiernos proyanquis, contrarios a las legítimas aspiraciones del pueblo.

De esta manera, durante la década de los 60, los presidentes adecos Rómulo Betancourt y Raúl Leoni se encargaron de reprimir brutalmente al PCV, al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y a un pueblo irreverente que se negaba a ser sumiso ante las pretensiones foráneas y oligarcas. Fue sí como Betancourt violó la Constitución al encarcelar, torturar y asesinar diputados, líderes sindicales, oficiales de las FFAA, dirigentes políticos, campesinos, estudiantes y militantes de izquierda; mientras entregaba gratuitamente el campo a millonarios estadounidenses y recursos del país a las trasnacionales, cual lacayo del imperio.

Situación que condujo inexorablemente a sectores progresistas de las FFAA insurreccionar con las heroicas rebeliones de la Infantería de Marina en Carúpano y de la Escuadra de Guerra en Puerto Cabello, el 4 de mayo y 2 de junio de 1962, respectivamente; sumándose luego el PCV, el MIR y otros sectores revolucionarios con la lucha armada y las guerrillas inspiradas en las victorias de la Sierra Maestra en Cuba. Acciones cívico-militares que fueron infructuosas para derrocar a Betancourt.

Luego vendría el gobierno de Leoni quien intensificó la represión y los brutales asesinatos, como los de Fabricio Ojeda y Alberto Lovera; inaugurando además en el continente americano la modalidad de la desaparición física, siguiendo instrucciones de Departamento de Estado norteamericano, dado el auge de las guerrillas "comunistas" en la región. Con Leoni se contabilizan más de mil desaparecidos, entre estudiantes, campesinos obreros, líderes políticos y sindicales; como los recordados Donato Carmona, Víctor Soto Rojas, Juan Pablo Crespo, Carmelo Mendoza, Eduardo Navarro Laurens, José Agustín Petit, Rufino Terán, Iván Daza, Víctor Coronel Arias, Fernando Vera Betancourt, Alejandro Tejero, Héctor Landáez, Juan Francisco Lugo, Felipe Malaver, Michelin Perdomo, Emperatriz Guzmán Cordero, Ali José Paredes Yéspica, José Rafael Guerra Silva, Ramón y Andrés Pasquier, Roque Lucena, Cesar Augusto Ríos y Antonio Aguilar.

A partir de 1969, el pacto de Punto Fijo siguió su curso con la llegada al poder de COPEI y el presidente Rafael Caldera, empezando de esta manera la alternabilidad de gobiernos entre estos dos partidos que afianzó una pseudodemocracia burguesa al propio estilo estadounidense; donde cada cinco años el pueblo "pendejo" se pronunciaba mediante el voto alienado y manipulado, dejando que una minoría selecta de la sociedad capitalista gobernara a su antojo y a una oligarquía mantenerse en el poder.

Con el antecedente nazi-fascista de COPEI, no extrañó que Caldera en 1970 interviniera militarmente por dos años a la Universidad Central de Venezuela, asesinando, hiriendo y encarcelando a decenas de estudiantes; mientras allanaba otras universidades, cerraba escuelas técnicas industriales y continuara con la represión utilizando la funesta policía política (DIGEPOL), el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Armada (SIFA) y los TO o teatros de operaciones antiguerrilleras.

En 1974 le sucedía a Caldera otro gobierno de AD, el primer mandato de Carlos Andrés Pérez con la misma tónica: una burguesía fortalecida económicamente, un pueblo que seguía abandonando el campo y se pauperizaba aún más llegando a vivir en condiciones infrahumanas; asimismo, el desempleo urbano aumentaba, la inflación disparada sin ningún alza de los salarios, la inseguridad y la corrupción en apogeo, partidos políticos y sindicatos desprestigiados y descompuestos, y un país que comenzaba a endeudarse fuertemente. Fue una década (los 70) cuando irónicamente los precios del petróleo subieron vertiginosamente; ingresando al país dólares a borbotones, pero que iban a parar a los bolsillos de la burguesía y de una pírrica clase media "nueva-rica".

Llegan entonces los gobiernos de Luis Herrera Campíns de COPEI y Jaime Lusinchi de AD, en la década comprendida entre 1979 y 1988; gobiernos que obedecieron ciegamente a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para endeudar al país como nunca antes gobierno alguno lo había permitido, mientras paradójicamente los precios del petróleo se triplicaban entre 1980 y 1981. Un severo endeudamiento externo que alcanzó la astronómica cifra de 33 millardos de dólares; comprometiendo Campíns cada año, más de una cuarta parte del ingreso petrolero para pagar dicha deuda, además de provocar que el Banco Central de Venezuela se declarara insolvente. Por ello, se desató una grave crisis económica y financiera en el país, seguida por la devaluación del bolívar aquel fatídico 18 de febrero de 1983 denominado "viernes negro" y la creación de la olla podrida de corrupción que representó el Régimen de Cambios Diferenciales (RECADI).

De tal manera que el empobrecimiento del pueblo se profundizó aún más con el gobierno de Campíns seguido por el de Lusinchi, cuando la inflación creció brutalmente, los salarios se estancaron y el desempleo cundió a lo largo y ancho del país; además de sucumbir los sistemas de salud, educación y el de los servicios públicos.

Fueron años cuando mermaron las reservas internacionales hasta casi agotarse cuando asumió Lusinchi el gobierno, continuado después por una profunda caída del precio del petróleo en 1985; comenzando a reducir el "gasto social" y a liberar los precios, siendo las primeras medidas de corte neoliberal que se implementaron en Venezuela.

En fin, la situación en general se agravó durante esa década, sin derecho a la protesta ya que la represión fue bestial por parte de Campíns y Lusinchi acompañados por los cuerpos policiales cometiendo cientos de desapariciones y asesinatos. De esta manera se perpetraron las masacres de Cantaura (1982), Yumare (1986) y El Amparo (1988) donde perdieron la vida decenas de heroicos revolucionarios y campesinos inocentes.

Sin embargo, el presidente Lusinchi culminaba su mandato con una alta popularidad, a pesar del grave deterioro de la situación económica y social del país; distorsión generada por la campaña mentirosa de los medios de comunicación, que escondía la miseria, el hambre, la pobreza y la corrupción, además de la grave crisis fiscal al liberar Lusinchi la economía. En diciembre de 1988 compitieron para la presidencia de la República y por sexta ocasión AD y COPEI, en el marco del pacto de Punto Fijo; saliendo ganador Carlos Andrés Pérez con 53 % de los votos, quien al posesionarse por segunda vez en el mismo cargo y en un soberbio acto que perecía más bien la coronación de un rey, señaló que recibía un país arruinado, como era costumbre cada vez que un presidente electo recibía el mando de su predecesor.

Con el discurso inaugural de Pérez, el 2 de febrero de 1989, el pueblo supo la verdad imperante en el país; persuadiéndose del engaño a que fue sometido por los medios. Pocos días después Pérez anunciaba el "Gran Viraje" con la aplicación de un programa de medidas rigurosas de ajuste económico, tirando al traste su promesa electoral de impulsar Venezuela hacia la grandeza y el bienestar de todos. Un paquetazo neoliberal que implicó "apretarse el cinturón" como Pérez mismo lo señalara, entregando la soberanía de las decisiones económicas al Fondo Monetario Internacional. Entre las disposiciones contempló un mayor endeudamiento del país, un aumento del 100 % en la gasolina, 50 % en las tarifas eléctrica y telefónica, y 30 % en el pasaje del transporte público, una mayor liberación de precios y la postergación del aumento salarial, lo que vino acompañado de la "bendita reducción del gasto social".

Pero el pueblo no se lo tragó, el 27 de febrero siguiente Guarenas despertó alarmado con un aumento del 80 % en la tarifa del transporte, decidido unilateralmente por los dueños de las líneas; generándose de forma espontánea una protesta legítima con la quema de cauchos, autobuses y comenzar a saquear los negocios, prendiendo la chispa revolucionaria y antineoliberal en la capital (Caracazo) y otras ciudades del país.

A partir de ese día, Pérez emprendió una enorme represión contra el pueblo, ocasionando miles de muertos, heridos y desaparecidos, no cediendo en la aplicación del paquetazo; tanto así que Pérez se adhiere ese mismo año al Consenso de Washington, con políticas de extorsión para acumular Venezuela una mayor deuda externa, lo que profundizó la pobreza y la miseria del pueblo en los subsiguientes años.

Así llegamos al 4 de febrero de 1992 cuando 5 tenientes coroneles, 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos y 2056 soldados liderados por el comandante Hugo Chávez se alzaron en Caracas, Maracaibo, Valencia y Maracay, contra el séptimo gobierno de AD, oligarca y sumiso ante el imperialismo yanqui. Rebeldes heroicos integrantes del MBR 200 fundado por Chávez en julio de 1983, conmemorando los 200 años del nacimiento del Libertador Simón Bolívar; quienes recibieron un modesto apoyo del pueblo en los alrededores de los cuarteles tomados por ellos, inmolándose varios militares y civiles. Entre ellos, los combatientes Santiago Carmona, Alberto Carregal y Fernando Cabrera, y los estudiantes Gilberto Peña, Jesús Zerpa y Columba Ríos.

En sus orígenes, Chávez y demás camaradas juraron el 17 de diciembre de 1983 ante el legendario Samán de Güere entre Turmero y Maracay, romper "las cadenas que oprimían al pueblo por voluntad de los poderosos", convocar a "elección popular" y a los "hombres libres" con "horror a la oligarquía", para construir una nueva República; Samán donde Bolívar en 1813 arengó igualmente a su tropa que descansaba bajo la sombra, continuar la heroica Campaña Admirable para recuperar la primera República.

Fue así cómo Chávez y sus camaradas constituyeron un movimiento político cargado de un gran imaginario emancipador, lleno de simbología patria y con profundo arraigo popular en el árbol ideológico de las tres raíces: Bolívar, Rodríguez y Zamora; hastiados de la grave situación política, económica y social acumulada por los sucesivos gobiernos adeco-copeyanos subordinados a la burguesía nacional, al Departamento de Estado de los EEUU y a la banca internacional, produciendo hambre y miseria en el pueblo, con respuestas asesinas para quienes se oponían. Además, se dieron cuenta que no tenía sentido incorporarse a los divididos partidos de izquierda que aún se lamentaban de la derrota política y militar infringida años anteriores por el imperialismo yanqui y sus lacayos; partidos que en su devenir se desgastaron, al igual que AD y COPEI con su continua perversión proselitista y corrupción practicada por estos dos partidos, año tras año.

En esa década de los 80, Chávez conoció de cerca al integrar las filas militares, los desmanes cometidos por las FFAA en contra del pueblo, con las masacres de Cantaura, Yumare y El Amparo, para indignarse aún más con la brutal represión que siguió al Caracazo; por lo cual, empezó a persuadir a sus camaradas del MBR 200 la necesidad de insurreccionar para intentar cambiar las cosas, intuyendo además la posibilidad cierta de suceder un golpe militar de derecha para defender los intereses foráneos y de la oligarquía, visto el debilitamiento político que presentaba el gobierno adeco de turno.

Entonces, ocurrió lo que debía ocurrir: el 4 de febrero de 1992; la chispa revolucionaria con Chávez y su "por ahora" que iba a esperanzar al pueblo en sus aspiraciones de vivir con dignidad. Otro hito en la historia de Venezuela, donde la unión cívico-militar se hizo presente, al igual que en la revolución independentista, en la guerra federal, en el derrocamiento de la dictadura pérezjimenista y en la lucha armada contra el betancourismo; hasta hoy en día, que observamos una auténtica y revolucionaria unidad cívico-militar.



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Sergio García Ponce

Ex-vicerrector de Desarrollo Territorial de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV).

 sagarciap@yahoo.es

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