La última barrera

En estos momentos difíciles que padecemos los venezolanos, preocupados tanto por la crisis misma como por los posibles desenlaces violentos, miramos estupefactos la mamadera de gallo del "diálogo" entre dos que con la anuencia papal y de los acompañantes ex presidentes, se está llevando a cabo a cuenta gotas, mientras el chorro de muerte producto de la inseguridad inmisericorde, el hambre que campea por todos los rincones, la pulverización de la moneda que nos vendieron como "fuerte", la corrupción, descaro y cinismo de quienes detentan el poder burlándose a diario del pueblo y la diáspora de decenas de miles de compatriotas que ha desgarrado la familia venezolana nos inunda amenazando con ahogarnos.

La gente, en cualquier rincón, calle, mercado o espacio, exterioriza la necesidad de diálogo, pero a la vez manifiesta, con razón, desconfianza de lo que se percibe como una negociación entre pranes, a espaldas del pueblo, como siempre. La negociación del reparto del botín y sus migajas.

A final de cuentas, por más que aborrezcamos al despotismo actual, tenemos que admitir que Maduro no es la causa. Ni siquiera Chávez. Son consecuencia. Es una crisis estructural que coyuntura tras coyuntura sigue arrimando la arruga y que en este momento pareciera ya no poder arrimarla más. Salir de Maduro, como queremos la mayoría cierta y abrumadora de los venezolanos, quizás resuelva un momento, quizás dé un respiro, pero la crisis que ha envilecido las instituciones, pulverizando al Estado venezolano, ahora amenaza peligrosamente con desintegrarnos como nación.

Yo no creo que el Papa Francisco, Samper, Zapatero y sus compadres, entiendan bien esto. Pero los venezolanos necesitamos urgentemente reencontrarnos como nación, necesitamos reconciliarnos, urgimos de justicia y libertad, y eso no lo va a resolver un "diálogo" entre quienes solamente representan sus intereses y no a los ciudadanos. Los venezolanos necesitamos dialogar. Un gran diálogo por todos los rincones que permita parar la hecatombe fratricida que toca insistentemente a la puerta, azuzada especialmente desde las instancias de poder para preservarlo al costo que sea.

La única manera real de hacerlo, y que permita en verdad que los hijos de esta tierra, todos sin excepción, chavistas y no chavistas, partidos, gremios, colegios profesionales, campesinos, vecinos, indígenas, empresarios, obreros, académicos, jóvenes, hombres, mujeres, en fín, todos, podamos debatir el país que queremos y construirlo entre todos para intentar superar esta barbarie, el rentismo y la centralización asfixiante, para diseñar un verdadero estado federal, donde la municipalización sea realidad y podamos por fin superar la dependencia del vaivén del precio petrolero, construir riqueza a través del trabajo y el estudio y detener la criminal explotación irracional de nuestros recursos, definitivamente es a través de un proceso constituyente.

Estoy convencido que es la última barrera que nos separa del fratricidio, para no matarnos salvajemente en las calles. Llegó el momento de hacer realidad la soberanía que reside en el pueblo. Sin ataduras, Sin mesías. Sin imposiciones. Es la hora de un verdadero proceso constituyente popular, que no pueda ser secuestrado como el de 1999 y que devino en esta caricatura trágica y cruel que sufrimos en la actualidad.

Podrá decirme cualquiera que el hambre no puede esperar por el resultado de la constituyente. Es cierto. Tampoco los enfermos, ni las víctimas del crimen, ni la devastación producida por el Arco minero. Todo eso es cierto y muchas cosas más. Pero igual, se fue este 2016 con un resultado nulo en la intención de superar la crisis y especialmente con la burla en que devino la mayoritaria aspiración de revocar a Maduro. Solamente la Constituyente es el mecanismo constitucional, profundamente democrático, cívico y pacífico que nos puede permitir cambiar todo de una vez. No es tan solo revocar a Maduro y su banda de bárbaros. Es revocar también a los integrantes de los otros poderes arrodillados servilmente al despotismo. Es revocar la impunidad, la prevaricación y comenzar a revocar a la corrupción de una vez por todas. ¿Y quién mejor para hacer eso que el pueblo mismo? Sin ataduras, sin negociaciones, sin líneas partidistas. Y está consagrado en nuestra mancillada Constitución.

Lo contrario es seguir de burla en burla, de manipulación en manipulación, de fraude en fraude. Y los venezolanos estamos hartos. O dialogamos entre todos o vamos a matarnos en las calles. Eso no lo merecen nuestros hijos y nietos. No lo merecemos ninguno. Y es la única forma que podamos ir de nuevo a las calles masivamente con un propósito real. Millones de venezolanos en toda Venezuela exigiendo una Constituyente.

Sabemos a quienes no les conviene. Tanto a los depredadores que bárbaramente saquean desde el poder en la actualidad, como a los que aspiran sucederlos para retrotraernos a la cuarta, o sea, más de lo mismo. Y definitivamente, sólo el pueblo salva al pueblo. No le tengamos miedo a nuestros poderes creadores, no temamos a la democracia: vamos a impulsar un verdadero proceso constituyente popular, soberano, legítimo y democrático e impidamos que Venezuela se ahogue con la sangre de sus hijos en un cruel conflicto civil al que nos ha llevado la soberbia y los intereses de los grupos de siempre, y que hoy está peligrosamente en la vuelta de la esquina.



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Florencio Porras Echezuría

Doctor en Estudios Políticos ULA, MSc en Ciencias Políticas, Capitán (EJ-R) 4F, Ex Constituyente, Ex Gobernador del Estado Mérida.

 florencioporras@yahoo.es      @FlorencioPorras

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