Los niños soldados

Es lamentable, muy lamentable, que los niños formen parte del juego macabro de la guerra. Pero mucho más lamentable es que los mayores de esos niños la hagan, y sobre todo que, indefensos, tengan que sufrirla. De todos modos un niño o una niña de 12 años que ha visto morir a su padre o a su madre o a su hermano o a su tío o al vecino por una bala o la explosión de un misil, se convierte en hombre o mujer adulto en ese mismo instante.

Hacer la guerra en estos casos y a esa edad no es como trabajar en un taller de costura: es la consecuencia necesaria de una terrible perturbación de quienes les han traído al mundo. Los culpables no añaden más culpa por el hecho de que “sus” niños vayan a la guerra: están en la guerra. Intentar evitar que los 500.000 niños no participen activamente en ella es casi una monstruosidad, pues seguro que sufren mucho menos con un fusil entre las manos que viendo cómo se desarrollan, a edad tan temprana, en su entorno los horribles acontecimientos sin poder participar ni protegerse contra ellos. El permanecer esos niños a la espera, manteniéndose al margen, huyendo o teniendo que esconderse para evitar la guerra inútilmente, tiene que ser una tortura mucho mayor que entrar en combate.

La denuncia de estas cosas, como de tantas otras, termina siendo un propósito tan testimonial como estúpido o inconsciente para que todo siga igual. Denunciar estos hechos que forman parte del conflicto mayor, que es la invención de razones o excusas para hacer la guerra, por más digna que sea la intención de amparar la causa del niño, es otra manera como otra cualquiera de atacar los efectos para que sigan intactas las causas. Ya se sabe que los denunciantes se limitan a apuntar al problema, a poner el dedo en la llaga para concienciar, pero sería mucho más eficaz centrar la(s) lucha(s) contra la insensatez, los abusos y la fuerza bruta en una sola dirección que esparcir energías en asuntos concomitantes pero tangenciales, que además y por mucho que esté Aministía Internacional por medio, es fácil presenten grietas, objeciones y argumentos como los que acabo de exponer; con lo que se debilita considerablemente la causa entera.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2602 veces.



Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

Visite el perfil de Jaime Richart para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Jaime Richart

Jaime Richart

Más artículos de este autor


Notas relacionadas