El odio como política

¡E l odio!, ¡el odio!: sin duda un estímulo para quienes no tienen principios. Aliciente para los inmorales. Poderosa droga para aquellos que se mueven en el terreno pantanoso del delito. El odio llevado a la política es coartada. Estimula aventuras y sacia propósitos de venganza.

¿Por qué el tema? Por diversas razones. La principal: porque a diario uno se tropieza en la calle, en el trabajo, en centros comerciales, en el vecindario, con un odio espeso, fétido. Odio que esparcen los medios y organizaciones políticas con irresponsabilidad aterradora.

Odio que a partir de la figura de Chávez se abate sobre la sociedad. Odio que revierte. Que se sabe dónde comienza, pero no dónde termina.


Este comentario también lo motiva la lectura de un libro que recomiendo, Sembrando Vientos, de Lucas Lanusse, investigador e historiador egresado de la Universidad Católica de Argentina, actualmente a cargo del área "Violencia, Política y Sociedad" de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad de San Martín. Lanusse, además, es columnista de Radio Mitre y autor de otro libro, el bestseller Montoneros. Y, por si fuera poco, es sobrino del general Agustín Lanusse, uno de los líderes del inefable proceso militar argentino. El autor analiza las causas de la violencia en el país sureño y lo hace con objetividad y pasión, lo que no es contradictorio. Para él, Juan Domingo Perón grafica el proceso de división de la sociedad argentina que desembocaría en la violencia salvaje que, por décadas, azotó al país. El golpe militar contra Perón, la llamada Revolución Libertadora que encabezó el general Pedro Eugenio Aramburu, fijó como blanco de su odio clasista y personal al peronismo, y generó, entre otros actos de barbarie, el bombardeo de Plaza Mayo por la aviación de la Armada -consumado con el mismo odio salvaje del bombardeo de La Moneda en Chiley el fusilamiento, sin juicio, de oficiales y militantes peronistas. Todo lo cual revirtió en reacciones como el asesinato del propio Aramburu por un comando montonero.


Reproduzco un párrafo del libro que explica muchas cosas que sucedieron en Argentina y que actualmente ocurren en la región. Copio: "La perspectiva de que Perón se mantuviera en la presidencia hasta 1958 generaba reacciones totalmente contrapuestas: para dos tercios de la población -conformados sobre todo por las clases populares- era sumamente alentadora; para el tercio restante -constituido principalmente por las clases medias y altas- resultaba indigerible. Aquella tajante división no debe hacer perder de vista que el peronismo no atacó ninguno de los intereses fundamentales de los sectores dominantes. En realidad, el feroz conflicto que oponía lo `oligárquico’ a lo `popular’ era antes que nada cultural y se había originado a partir de la espectacular e inédita incorporación de los obreros, del pueblo, al consumo, a la ciudad, a la política. El 17 de octubre (fecha en que Perón se convierte en poder) tenía un enorme valor simbólico precisamente porque sintetizaba a la perfección esa irrupción, ese tornarse `visible’. Para los beneficiarios de la nueva realidad, la oligarquía era una clase fría y egoísta, que pretendía restringir ese acceso a esos bienes. Esta mirada permitía combinar un violento ataque disuasivo -típico, por ejemplo, de Eva Peróncon escasas medidas concretas en contra de sus difusos destinatarios. De la misma manera, la virulencia antiperonista reflejaba en gran medida una reacción horrorizada frente a la invasión popular de los espacios considerados propios. La ira en contra del peronismo no respondía únicamente al autoritarismo del gobierno sino también a la pérdida de la deferencia de parte de los sectores populares, originada en las medidas `demagógicas’ del régimen. Dentro de esa lógica se entienden el desprecio por el `cabeza negra’ y la ridiculización del `grasa’. Algo se había roto" concluye Lanusse. Quien arriba a interesantes conclusiones sobre el odio y la violencia, demasiado extensas para incorporar a este artículo.


En Venezuela conocemos el fenómeno desde hace diez años.

Con la particularidad de que, sin llegar a los extremos de Argentina -¡por suerte!- caminamos al borde del abismo. No aceptar que en el país ha habido cambios sociales, políticos y culturales importantes y que el pueblo -empleando el lenguaje de Lanusse- se "visibilizó", es despreciar la realidad y, además, una provocación. Lo cual se hace evidente durante la década a través de reacciones irracionales. Igual hay que reconocer que existe un sector del país, también visible, con el que hay que dialogar -obvio que con el democrático; no con el golpista. No hacerlo es una torpeza; una temeridad. Ambas actitudes, tensadas por la incomunicación y el cultivo miserable del odio, pudieran conducirnos, tarde o temprano, a un desenlace cruento que luego lamentaríamos. Unos más; otros menos.

Pero, en general, todos. Como ocurrió en otros países latinoamericanos que vivieron la tragedia de una ruptura que ha dejado huellas imborrables.

jvrangelv@yahoo.es


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

 jvrangelv@yahoo.es      @EspejoJVHOY

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