La mustia procesión de AD

LA MUSTIA PROCESIÓN DE AD

NERI LA CRUZ

INGENIERO GEÓLOGO

n_lacruz@yahoo.com

Transcurría agosto de 1959. AD había ganado las elecciones y Rómulo Betancourt desde Miraflores derrumbaba de un plumazo el Plan de Emergencia que Larrazábal había ideado para combatir la miseria y el desempleo parido por la dictadura perezjimenista que oprimió por diez años al pueblo venezolano. Los desempleados organizaron entonces una gigantesca manifestación desde la Plaza Candelaria de Caracas en contra de la medida betancuriana. La represión adeca no se hizo esperar, con un sinnúmero de detenidos, heridos y asesinados. Ya allí se asomaba el demonio en liquiliqui blanco, de disparar primero y averiguar después. Y allí también entre ritos de saña, tortura y muerte, Betancourt extendía a la tétrica digepol, su ensangrentada partida de nacimiento. Pero también allí, quedaba en eterna germinación, la rebeldía de una juventud obrera y estudiantil, abriéndose paso en armas bajo el abrigo silente de las montañas venezolanas. La traición adeca llegó a tal descaro que en un discurso por esos días, Betancourt afirmaba -según Doris Francia en su libro Silencios de la Derrota- que “pueblo es una entelequia usada por los demagogos, porque el pueblo son los sindicatos, los partidos políticos y los empresarios organizados”. Habráse visto entonces, mayor impudicia en una traición, concretada apenas a pocos meses de haberse consumado el engaño eleccionario a un pueblo noble desasistido. El traidor colocaba el filo de su navaja, justo al cuello de los más desamparados. Pero AD, siempre fue así. Conspiró siempre AD, contra los mejores hombres de gobierno en este país hasta derrocarlos inmisericordemente. Derrocaron a Medina y al parecer Pérez Jiménez fue un ancla de horrible decenio, lanzada al océano patrio con un esfuerzo importante de AD después del asesinato de Delgado Chalbaud. Porque es que Betancourt fue un hombre ambicioso, siempre en búsqueda del poder y el desprecio por la gloria. Seguro que Ruiz Pineda, Carnevalli y Andrés Eloy, cual Prieto Figueroa, hubieran desde mucho tiempo, abandonado ese camino tortuoso de la política. Y ya hoy, cual septuagenario en extremaunción, ese cascarón blanco rancio, desluce ante una historia que se avergüenza de portar en sus paginas miles de traiciones a un pueblo que jamás entelequia, alguna vez en AD creyera.


(*)Ing. Geólogo

n_lacruz@yahoo.com


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Neri La Cruz(*)


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