A propósito del cambio de nombre del estado Vargas

Hace 26 años, cuando el pueblo guaireño estaba enfrascado en la lucha por la autonomía, la figura de la creación del Estado se oponía a la de formar el concejo municipal, propusimos por la prensa de entonces –y después lo recogimos en un pequeño libro que titulamos: “Un Programa y una Conciencia para el Estado Vargas”– que el nuevo estado debía llamarse Estado La Guaira, capital Vargas, por esos años 80 reivindicamos la bandera de Gual España como la bandera regional, hecho que finalmente fue aprobado por la primera Asamblea Legislativa que se eligió en 1999.
El presidente Chávez propuso, en el marco de la toma de posesión del nuevo gobernador, General García Carneiro, que se le debía cambiar el nombre al Estado Vargas y sugirió el nombre de José María España o el de algún líder indígena de los muchos valerosos guerreros que en el territorio guaireño enfrentaron la invasión y agresión española.

¿Por qué propuse para el debate que el nuevo Estado debía llamarse La Guaira?
En primer lugar por ser éste el nombre originario que los habitantes caribes de la región ancestralmente le habían dado. “Guaira, viento veloz de fuego”, “amigo”,”canoa” en lengua caribe. Ése fue el nombre que aquí encontraron los españoles, el nombre más extendido, el nombre histórico, patronímico tan válido como Maiquetía, Naiguatá, Macuto, Caruao, pero más universal que ellos, sitio donde comenzó a nacer la villa, primero, después la ciudad, refundada por Diego de Osorio en aquel junio de 1589, después del batallar incansable de Paisana, sucesor de Guaicaipuro, en su enfrentamiento al colonialismo español.
La fuerza de la palabra La Guaira es tan grande que cualquier venezolano, de cualquier latitud, población, Estado, cuando va a venir para esta región, dice: “Vamos para La Guaira”, “Voy para La Guaira”.

Si los argumentos anteriores no son suficientes, el nombre Guaira traspasó los siglos venezolanos y la historia y luchas de su pueblo están poderosamente vinculadas al nombre de la región, sin contar que el guaireño desarrolló una identidad y un sentido de pertenencia, un conjunto de rasgos culturales, una idiosincrasia que lo definen como guaireño, no como varguense.
El nombre del doctor José María Vargas se lo ponen a la región los godos, los oligarcas caraqueños, porque la región guaireña fue siempre, históricamente, un apéndice comercial de Caracas. Vargas, el sabio, el científico, el ilustre primer Rector de la Universidad Central de Venezuela, el mismo que se enfrentó a uno de los asesinos del mariscal Sucre, Pedro Carujo, que le dio el golpe de Estado de 1835, y se inmortalizó con la frase: “El mundo es del hombre justo”, para responderle al golpista Carujo, que justificaba su acción diciéndole: “El mundo es de los valientes”. El bolivarianismo de Vargas era débil, pese a que se opuso a la disolución de la Gran Colombia por parte de Páez, de la godarria valenciana y caraqueña en el Congreso Constituyente de 1830. Su origen, es altamente sabido, es guaireño, como lo fue el prócer Carlos Soublette, el general zamorista Pedro Aguado, José María España, Joaquina Sánchez, Manuel Gual, Eloy Escobar (dilecto amigo de José Martí durante la estancia de éste en Venezuela), Juan José Breca, Pedro Elías Gutiérrez y un sin fin de personajes relevantes en las letras y las artes.

El debate tanto para quitarle el nombre al Estado como para escoger uno nuevo, no parece fácil, como no lo fue, por ejemplo, cuando la primera Asamblea Legislativa que dirigió nuestro apreciado amigo, el baquetero Gabriel Estaba, y se convocó al concurso del himno del Estado, llegaron decenas de hermosas composiciones y un grupo de tirapiedras, exaltados que nunca faltan, montoneros, impidieron que se escogiera algunas de las piezas como por ejemplo la carmañola española que formaba parte del programa de la Revolución de Gual y España. ¿No está el Estado Vargas, sin himno, acaso y el que está es el del municipio, adequísimo por cierto?
Por supuesto que hay que reivindicar las luchas políticas que desde los años 80 emprendimos un grupo de guaireños –nativos o venidos de otras regiones de Venezuela que allí se habían asentado– por la autonomía regional, comenzando en la década del 80 del siglo XX. Estudiosos como hemos sido de la historia, la geografía, la literatura y la cultura popular guaireña, nos pareció entonces válida la lucha por el Estado Vargas porque, dentro de las luchas revolucionarias, era una forma de enfrentar el estatus quo, de enfrentar el partido más peligroso y negativo, AD, quien buscaba monopolizar todo el poder político con su propuesta de la creación del consejo municipal. Al final la cobardía política del entonces presidente Luis Herrera Campins, de Copei en el parlamento, en Vargas mismo, cedieron al chantaje y a la presión de la oligarquía caraqueña que no quería todavía desprenderse del comodín que era Vargas. Aquellas luchas donde se embarcó mucha gente valiosa como Pedro Chinchilla, se creó la Coordinadora Popular por el Estado Vargas que hizo estudios muy serios y presentó incluso un proyecto de ley que creaba el Estado Vargas y dio muchas batallas de calle se fueron apagando porque los factores de poder le dieron la espalda y el pueblo no tenía, pese a su organización, fuerza suficiente para que se aprobara el Estado en el Congreso Nacional. En 1987 AD, bajo el infame gobierno de Lusinchi, impuso el consejo municipal, elegidos a dedo todos sus integrantes, y su primera medida fue sacar por la fuerza de la Casa Guipuzcoana a 25 instituciones culturales que allí funcionaban. ¿Algún parecido con lo que hacen los fascistas hoy en Miranda contra las Misiones y los espacios del pueblo?

El nombre de Estado Vargas había tomado cuerpo, se había enraizado en el pueblo y para finales de 1997/1998 resurge con fuerza nuevamente la propuesta de crear el Estado Vargas. El presidente Caldera no estaba muy de acuerdo con la creación del Estado, pero quienes habíamos levantado esas banderas en los 80 retomamos con fuerza la lucha autonomista, por su parte el PPT, que tiene una importante cuota de diputados trabaja también en ese sentido pero siguiendo a la cola de AD, quien viene trabajando la idea de crear el Estado Vargas pero un estado corporativo, un inmenso negocio. Los adecos juraban que ganaban las elecciones de ese año y el sórdido y gris José Rubín se veían como gobernador del flamante Estado. Se crea primero el Territorio Federal Vargas (1997, siguiendo el mismo patrón que convirtió a los Territorios Federales Amazonas y Delta Amacuro, ninguna de esas regiones del país sin la tradición de lucha que históricamente tenía La Guaira, pero concebidos por la oligarquía como estados negocios, corporativos para extraerles todas sus riquezas) y luego el Estado Vargas (1998).

Pero llego el comandante Chávez y mandó a parar y a Rubín y a los adecos de Vargas se les cayó la sopa del plato a la boca. La vorágine revolucionaria llevó a Laya a la gobernación del naciente Estado Vargas, en una alianza chimba, al igual que el candidato que fue un bacalao que nos lo tuvimos que montar durante toda la campaña e ir Chávez varias veces a Vargas para que alzara vuelo. Torpe y malagradecido cuando lo estaban proclamando le agradeció a un empresario que había financiado la campaña del PPT en Vargas y olímpicamente ignoró a los muchos que habíamos luchados por la autonomía regional, que fuimos echados a un lado. Pablo Medina y Arístóbulo monitoreaban aquel torpe y sectario gobernante, que pretendió establecer relaciones con la China de Formosa pasando por encima del Canciller Rangel y de los intereses del país, creyendo, como cree Radonski, que ser gobernador es tener autonomía plena para hacer del Estado que se gobierna, otro país. Por cierto Laya tuvo que regresar desde las Islas Canarias regañado. ¿Hasta dónde no fue esa una de las arteras maniobras de Pablo Medina para crearle problemas al naciente gobierno de Chávez?

Vino el deslave, el desastre, los 50 mil muertos de la tragedia, el éxodo y el comenzar de nuevo con el gobierno revolucionario la reconstrucción de Vargas. El espacio no da para hacer un balance del gobierno del Mayor Antonio Rodríguez San Juan, en otro momento se hará, pero lo que si es cierto es que durante sus 8 años de gobierno poco se avanzó en el desarrollo de la identidad y en el desarrollo espiritual de Vargas, en varios aspectos de la cultura se retrocedió y se perdieron conquistas como el Complejo Cultural Vargas, que el mediocre director de Cultura Carlos Díaz dejó perder de manera infame y su gestión no pudo ser más gris y anodina.

Chávez, como siempre, puso las ideas para el debate, propuso cambiarle el nombre al Estado. Los revolucionarios y el pueblo varguense deben tomarle la palabra y que se abra el debate, la discusión y ésta sea profunda, científica, altamente política y revolucionaria.(1º-12-08)

(humbertocaracola@gmail.com)


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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

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