Pequeñas reseñas de algunos de nuestros caciques (II)

Hubo en Venezuela grupos de indígenas que sobresalieron por sus luchas contra los conquistadores españoles y que valientemente se opusieron a sus métodos crueles, al pillaje que hacían de sus riquezas y al abuso con sus mujeres. Enumeremos a unos cuantos jefes indígenas.

CURICURIÁN: Gobernó la tribu de Los Mariches y junto a otro cacique de nombre Chicuramay protagonizan innumerables batallas contra el invasor. Al final los capitanes Ponce de León y Fernández de Antequera logran vencerlos. Entre los condenados a muerte está Chicuramay, pero como los españoles no les conocían físicamente, quien se presenta ante ellos fue Curicurián tomando el lugar de su amigo y es ejecutado mientras que Chicuramay es dejado libre. YARACUY: Logro agrupar a más de quinientas poblaciones indígenas. En la batalla de Cuycutía logra vencer al capitán Vargas, el gobernador García de Paredes acude en auxilio de su gente pero llega tarde a la plaza y la encuentra totalmente destruida, sale en persecución de Yaracuy y lo atrapa por estar prácticamente solo ya que había dispersado a sus hombres. Al ser condenado a muerte arrebata la espada a uno de sus guardianes y dándole muerte grita: “Muero, pero no muero solo”


MANAURE: Pertenece a la tribu de Los Caquetíos. Cuando su pueblo es atacado por los españoles, Manaure decide presentarse ante el gobernador Juan de Ampies y ofrecerle el señorío de aquellas tierras a cambio de protección, es así como Manaure queda en libertad y así prepara la huida con sus guerreros para integrarse a la gente de Yaracuy y juntos luchan en varias batallas hasta que Manaure muere en la batalla de El Tocuyo en donde vencen al Capitán Vargas. YORACO: Nacido en tierras de Tácata, organiza su tribu y se alía a otros caciques para tratar de expulsar a los extranjeros. Yoraco era poseedor de un amuleto que y que lo hacía inmortal. El capitán García González sabiendo lo que se decía de la inmortalidad del cacique lucha cuerpo a cuerpo con él, durante un largo tiempo ninguna de los dos logra vencer al otro, y en un rato de descanso un soldado español a la orden del capitán español Rodríguez Suárez espera que Yoraco se descuide y es así como le da muerte atravesándolo de un certero lanzazo.

MARA: Gobernaba gran cantidad de tribus, sus guerreros le temían y obedecían ciegamente pues se le adjudicaba poderes sobrenaturales. Luchó, resistió y contuvo durante muchos años a los españoles que querían apoderarse de sus tierras por estar éstas ubicadas en un sitio muy estratégico, poco a poco tuvo que ir alejándose de allí rumbo a las costas corianas en donde continúa su lucha por echar a los invasores; hasta que con su muerte crea gran desconcierto y sus tribus deciden disgregarse y cada una coger su propio camino. YARÚA: El cacique de Los Maturines nombró a su hija Yarúa reina de la tribu, ella continúa la lucha contra los españoles. En batalla contra el capitán Alvarado pide ayuda a Guacaipuro y así vence al español. Yarúa se enamora de Guacaipuro pero éste por estar casado con su amada Urquía no le corresponde, y después de muchos intentos por conquistar el amor de Guacaipuro y fracasar en ello; sola un día se aleja sin rumbo conocido y más nunca se volvió a saber de ella.


SOROCAIMA: Desde muy joven combatió a los conquistadores españoles junto a Guacaipuro. Usaba un penacho de plumas al que debía su nombre, “Pájaro de vistoso plumaje”. Con un pequeño grupo de indígenas atacaba a las tropas españoles y cuando ellas reaccionaban los indigenaza se escondían entre las montañas. Al ser descubierto su escondite es hecho prisionero y los españoles le exigen ordene a sus guerreros se rindan y no vuelvan a atacarlos, de lo contrario le sería cortada la mano derecha. Sorocaima accede y le habla en su lengua a sus hombre pero en vez de pedirle se rindan, les ordena continúen la lucha. Es así como poco tiempo después le es cortada la mano derecha, dejándolo en libertad para que sirviera de escarmiento a su gente, pero cuando Sorocaima iba saliendo, algún español le dispara por la espalda y lo asesina cobardemente.

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José M. Ameliach N.


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