¿Será posible que el Libertador haya muerto envenenado?

Estimado lector, en la polémica planteada por el Presidente venezolano Hugo Chávez sobre el probable envenenamiento del Libertador Simón Bolívar, en vez de la muerte a consecuencia de una tuberculosis, he aquí algunos fragmentos de cartas que el Libertador envía a partir de tres meses antes de su fallecimiento el 17 de Diciembre de 1.830. Analice como en ese breve tiempo cambia, mejorando y empeorando, el estado anímico y físico de aquel gran hombre.

El 18 de septiembre de 1.830 el Libertador escribe desde Cartagena al general Rafael Urdaneta una larga carta, dándole contestación de algunos documentos que les trae unos comisionados: “Como ciudadano y como soldado ofrezco mis servicios a la república: ninguno será más celoso en servirla; y sostendré al gobierno con toda mi influencia y todas mis fuerzas. Hay también una circunstancia que me hace inútil en esa administración: primero es existir que modificar; debemos antes crear de nuevo esta patria que se ha disuelto y, por consiguiente, hasta que no esté reunida por las armas no se puede gobernar bien. Yo me ofrezco para servir en la parte más difícil y peligrosa; así evitaré que me culpen de egoísmo.” Más adelante dice…“también es verdad que si llego a poner los pies en Bogotá, no se que será de mi, acosado por todas partes, con la iglesia por un lado, con el ejército por otro, y el pueblo por todas partes.” Y casi al final propone “Atienda usted exclusivamente a esa parte, que yo haré lo demás del Magdalena a Venezuela, incluyendo a Boyacá.”

14 días después, 2 de Octubre, desde Turbaco vuelve a escribirle al general Urdaneta y le dice: “Yo he venido aquí de Cartagena un poco malo, atacado de los nervios, de la bilis y del reumatismo. No es creíble el estado en que se encuentra mi naturaleza. Está casi agotada y no me queda esperanza de restablecerme enteramente en ninguna parte y de ningún modo. Solo un clima como el de Ocaña puede servirme como alivio; pues la tierra caliente me mata y en la fría no me va bien; la experiencia me lo ha enseñado así.” El 11 de Octubre le escribe al general Pedro A. Herrán: “No vacile usted mi querido amigo; venga usted a ayudarme y a ayudar a su patria. Espero a usted sin falta antes de dos meses. Yo estoy ayudando por esta parte mientras las elecciones constitucionales se verifican para entrar en la presidencia (si salgo electo) por el camino real y bajo la protección de la legitimidad. Yo no quiero que me llamen nunca usurpador.”

Desde Soledad el 16 de Octubre escribe nuevamente al general Urdaneta: “También ha de saber usted que mi debilidad ha llegado a tal extremo que el menor airecito me constipa y que tengo que estar cubierto de lana de la cabeza a los pies…Todo esto, mi querido general, me imposibilita de ofrecer volver al gobierno, o más bien de cumplir lo que había prometido a los pueblos de ayudarlos con todas mis fuerzas, pues no tengo ninguna que emplear ni esperanza de recobrarlas”. El 8 de Noviembre desde Barranquilla le vuelve a escribir al general Urdaneta: “Mis males van así, así; sufro en general todos los achaques, pero suelo tener más o menos fuerzas, cuanto menos dieta tomo, pero este desorden de mi dieta es aconsejado por el medico mismo para que no me muera de consunción” El 4 de Diciembre Bolívar escribe al general Diego Ibarra desde Santa Marta: “A mi lado no hay nada que hacer, pues yo estoy retirado enteramente de los negocios públicos y no podré servir para nada antes de seis meses.” Desde San Pedro el 7 de Diciembre le escribe al general Urdaneta: “Yo he estado bien malo, y los médicos me han creído de cuidado y, a pesar de haberme embarcado y venido a Santa Marta, no había sentido mejora ninguna hasta ayer que me vine a esta hacienda. Hoy me he sentido mucho mejor y ya tengo esperanza de reponerme pronto, especialmente si me prueban los temperamentos a donde pienso ir a convalecerme.”

Y dos días después escribe, desde San Pedro, el 11 de Diciembre, al general Justo Briceño. “En los últimos momentos de mi vida, le escribo ésta para rogarle, como la única prueba que le resta por darme de su afecto y consideración, que se reconcilie de buena fe con el general Urdaneta y que se reúna en torno al actual gobierno para sostenerlo”

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José M. Ameliach N.


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