A miles de kilómetros de distancia, Cuba y las islas del lago de Maracaibo están unidas por una historia de solidaridad

Puente de amor entre islas

ISLA DE TOAS.— A Maracaibo, en la costa occidental de Venezuela, se llega a través de un majestuoso puente de 8 kilómetros sobre el lago, el Rafael Urdaneta, considerado uno de los más largos del mundo. Desde allí, se avistan las emblemáticas refinerías y campos de petróleo, con torres que sobresalen de la superficie del agua, y se pierden al Sur, donde el llamado Relámpago del Catatumbo emite un constante destello de luz...

La historia de Zulia, considerado uno de los estados más pujantes del país, está ligada a la explosión del pozo Zumaque I, que en 1914 dio inicio a la industria petrolera en la región. La poca profundidad del lago, con apenas 50 metros, hizo posible la explotación de yacimientos sublacustres, mientras que en los límites con Colombia, en Guasare, se extrae carbón, y en el Tablazo funciona el segundo complejo petroquímico de la nación.

Pero todas esas riquezas, distribuidas en 63 100 kilómetros cuadrados, no han servido por igual a los maracuchos, gentilicio que identifica a los habitantes de Maracaibo y que se hizo extensivo a los zulianos. Por cuatro décadas, la gente pobre ha visto salir, uno tras otro, a los gigantescos barcos cisterna de petróleo, sin que sucesivos gobiernos invirtieran un solo centavo a favor de los pobres, o de los más de 150 000 analfabetos que ahora aprenden a leer y a escribir con la Misión Robinson.

VACUNA CONTRA LA DESESPERANZA

A la salida o entrada del lago, según se mire, existe un archipiélago formado por los movimientos de tierra y la sedimentación: en las islas San Carlos, Zapara, Pescaderos, Barbosa y Maracas viven centenares de familias que descienden, en su mayoría, de los indios añús (paraujanos), que todavía habitan en viviendas palafíticas (sobre pilotes) en la laguna de Sinamaica, al Noroeste de Maracaibo, hablan el castellano y se han casado con criollos.

Finol Montiel y el facilitador
Douglas ahora son como hermanos.

Así son los 380 habitantes de la isla Maracas, donde el joven Douglas Finol alfabetiza a los pobladores del lugar y les enseña una forma eterna de ser libres: el conocimiento. Él, que con mucho esfuerzo estudió hasta cuarto año de contaduría, soñó con ser maestro, y en sus ratos libres, por iniciativa personal, daba clases a los niños de la comunidad: "La Misión Robinson, dice, es la primera alegría que llega a la isla en muchos años. La gente sabe que esta vez sí es en serio, porque está la ayuda solidaria de Cuba".

En la pizarra, Finol Montiel, de 28 años, escribe a los visitantes lo que un mes atrás ni siquiera soñaba: "Señor presidente, gracias por el Plan Robinson". Cuando le preguntamos por el método de alfabetización, Finol nos asegura que se aprende fácil y que son fabulosos los consejos que da Bienvenido: "La maestra cubana que sale en el video es muy buena, pero ese otro es como un sabio, que nos enseña geografía, cultura, historia, y de la vida".

Rudy Morales, cuenta que viene a clases en las tardes, porque en las mañanas le pone el pecho a otro de los programas de la Revolución bolivariana: "En la Isla Maracas, gracias al Presidente, inauguramos un multihogar, donde se garantiza la alimentación de 30 niños desnutridos, y necesitados de atención médica". Rudy nos invita a la instalación, donde cuatro frases resumen las esencias del lugar donde trabaja: "El mejor olor, el del pan. El mejor sabor, el de la sal. El mejor amor, el de los niños. La mejor vacuna..., contra la desesperanza".

AMOR POR CUBA EN TOAS

La lancha atraca en la Isla de Toas, 2,5 kilómetros al Sur de la península de San Carlos, donde está la boca del lago de Maracaibo. Con una mínima superficie de 3 kilómetros, el lugar atesora las productivas salinas de El Toro y Aracho, yacimientos de lignito sulfurosos, arcillas, calizas y un pequeño yacimiento de mineral cuprífero. Pero como en la mayoría de los pueblos mineros, emerge la humildad y la pobreza.

En Isla de Toas veneran al Che y a Cuba.

Al centro del poblado, en la casa de Neisy Iriarte, descubrimos un "yacimiento" de amor y solidaridad: "Bienvenidos los cubanos a la Isla de Toas", dice un bonito letrero en la pizarra, que multiplica su valor cuando la facilitadora nos cuenta que lo escribió Benita del Sol, una anciana que ya está a punto de graduarse en la campaña de alfabetización. Nelson, el hijo de la maestra, se queda extasiado con la clase y dice que ahora su casa es más alegre, como las escuelas.

En las paredes del aula, improvisada en una terraza de la vivienda, hay afiches del Che Guevara, Chávez y Bolívar: "A Cuba, aclara Neisy, la llevamos en el corazón y en esos videos que han traído la libertad a un millón de venezolanos. Aquí, en esta otra isla, le estaremos eternamente agradecidos".


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Félix López y Ricardo López Hevia


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