La sonrisa que desarma el odio

La Cima de los más Fuertes

Hay un cielo alto donde el bloque no existe. Solo estacas y láminas de zinc. El barro, el charco de la lluvia y el frío que asesina a los mosquitos, son pisoteados por el Jeep que sirve de ascensor al pobre. Sube y baja que compromete el trabajo diario y alguna bolsa solidaria que a cuestas, llenará el estómago de los que conquistaron el cerro. Aquí el baño es con una latica de Crema Arroz Polly y la cocina, para privilegio de la modernidad, con una bombona de once kilos de gas ó, si la vaina se pone jodida, un fogón con palos recogidos al azar. Este reino brutal domina la Sultana del Avila y el contraste no necesita explicación. Abajo el dinero hecho concreto; arriba la supervivencia… Hay más diferencias, pero todavía hay pendejos que creen en las que compran con su dignidad. No crean que desaparecieron los sueños individuales… Todavía hay bolsas que venderían el alma por bajar y no subir más. La vida aquí tiene compromisos serios y estuvo mucho tiempo ausente de las promesas quinquenales. La vida aquí es más letal y se juega con trompos de guayabo y voladores de palma forrados en bolsas plásticas. Los espacios se compran con un alambre y la equidad pasa por encima de la mala fe de algún vecino que presuma de su hombría… Estos no tienen vida con las respuestas de una comunidad que tiene ciertos códigos inaplazables; por que hay más bolas en la unión de la mayoría que en un cabrón que se la quiera pasar de vivo…

Una diarrea se trataba con los menjurgues de la abuela Juana, algún tabaco en honor a la reina del Sorte y la bondad de un Dios que maneja la suerte como destino… La barriga escupía la vida en una habitación de varios catres, mientras los carajitos afuera jugaban sin enterarse del nuevo ciudadano. Bueno, algunos con suerte, saltaron con vida en la maternidad si el Jeep estaba cerca y si la madrugada no jugaba con las ganas de parir… La violencia se mide en territorios y en provocar esos límites que tiene la valentía cuando las opciones son una demostración de vergüenza propia…

Un día, no me importa si el panfleto llena esta idea, la sonrisa se instaló cambiando el cielo del infierno que vigilaba al animal enjaulado. Un viento de esperanza subió y acarició las paredes de zinc; se encargó de ilustrar la lucha que enterramos cuando las cosas no cambian y llenó de flores el destino de ese hormiguero que sube y baja a diario. El pesebre que coronaba la miseria recibió al hermano cubano; el médico que cree en la salud de los sanos y no concibe la salud como clientela que enriquece economías particulares. En moto, a pie, escalando por encima de las estadísticas delincuenciales provocadas por tantos años de abandono, se fueron integrando y fundiendo dos revoluciones; la solidaridad brinda el amor más sublime; ese que solo se encuentra en la poesía del juramento eterno; ese que baila con sus brinquitos jodedores en el corazón y erizan las emociones en el estómago; ese que no tiene precio y que duele que jode si se pierde…

Allí observé la sonrisa perenne que tiene a la muerte como compañera natural. La muerte que ejecutaba sin previo aviso y ahora se convierte en consigna contra el fascismo. Cuando no existe horizonte y la miseria agobia, la muerte es un recurso inestable que escuda la mentira de sobrevivir sin esperanza. Pero, cuando brilla una estrella en medio de los avances, la muerte se convierte en una compañera inevitable si el fascismo intentara robarnos el futuro… Muchos podrán echar el cuento de un país que aplastaría a la reacción sin miedo a la compañera común…

Esa sonrisa es la garúa que refresca; es el retrato vivo de las cosas que hay que resolver; es la enfermedad vencida y la reunión que indica nuevos rumbos; es la música de un pueblo que arde cantando el himno con sentido propio y siete estrellas blancas que se colocan, por cojones, a la vista del necesitado que se resiste a perder su espacio… Bolívar aquí es el hombre que lo lleva en el alma y la independencia que se persigue por que no murió en Santa Marta; Bolívar es la mujer y el niño que se funde apasionado en medio de carreteras serpenteantes con la razón a cuestas…

Hoy bajé por bajar. Pero, mañana me convertiré en pájaro para regresar a un mundo que se está llenando de colores. Quizás encuentre al viejo Juan, quien venció al analfabetismo este mes, leyendo al Principito ó a Don Quijote acostado en su chinchorro. Tal vez encuentre a Pedro abrigando nuevos sueños con su cooperativa de corte y costura, haciendo los uniformes para los alumnos de la nueva escuela bolivariana… A Jacinto, que cambió la pistola por un discurso comprometido y revolucionario… A María, que está detrás de esa rara especie que no apoya a Hugo Chávez, contrastando el antes y el después del barrio que se empina en el cerro… A Lucía, que trabaja con Pedro ahora y echó al olvido sus noches en el bar de la avenida Baralt… A Luis, que por fin entró en la universidad y sueña… ¡Si! Sueña… con tener una profesión… Mañana me convertiré en pájaro para volver a la cima de quienes sonríen a la vida nueva que nunca habrán de abandonar.

mario@aporrea.org
msilvaga@yahoo.com


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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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