Viaje al corazón de la solidaridad



El viejo Eduardo le cuenta a Felipe que ya puede ver, porque ahora sabe leer y escribir



LOS ANDES.— Vamos en busca de un sueño de Fidel que se ha hecho realidad en la profundidad de Venezuela. El avión sobrevuela el Lago Maracaibo, tesoro petrolero del país, y se acerca a la cordillera andina, por donde cruzó alguna vez el sueño libertario de Bolívar. Allí mismo, en otra Campaña Admirable, se libra una hermosa cruzada por la alfabetización y la vida. En los Páramos se pronuncia con amor una palabra: Cuba...

Por el Teleférico de Mérida, el más alto y largo del mundo (12,5 kilómetros de largo y 4 765 metros de altura), comienza la visita del canciller cubano Felipe Pérez Roque, acompañado de su homólogo Roy Chaderton y una delegación de jóvenes y experimentados diplomáticos. Han venido a pulsar la marcha de la colaboración cubana en las alturas, y el recibimiento matutino corre a cargo de una representación de los 916 entrenadores deportivos que laboran en los 23 estados del país.

Durante el resto de la jornada, Felipe seguirá escuchando elogios al trabajo de estos cubanos de ley, que forman campeones en los más intrincados caseríos... Camino a Mucuchíes, un hermoso pueblo de los Páramos que habita a 3 800 metros de altura, Luis Martín Hernández, secretario de Gobierno de Mérida, va contando de los esfuerzos de la Revolución por llevar a esas montañas escuelas bolivarianas, cooperativas, sistemas de riego y cumplir promesas que otros hicieron durante los últimos 30 años.

DÍA FELIZ EN GAVIDIA

Ya estamos en Mucuchíes, un paraíso en medio de Los Andes, que tomó su nombre de los indios Timotocuicas. Alexander Quintero, joven alcalde del municipio de Rangel, cuenta a Felipe de los retos y sueños que siembra la Revolución en esas lomas, habitadas por gente muy humilde y laboriosa. "Ahora —dice— contamos con las mejores instalaciones deportivas de la región, pero antes de 1998 un Gobierno adeco pidió 120 millones de bolívares para construir un estadio que nunca hizo".

Y conversando sobre cooperativas y planes llegamos a Gavidia, un valle escondido en la garganta de Los Andes. Entre el millón de venezolanos que aprenden a leer y a escribir están esos montañeses de cachetes quemados por el frío e inseparables ponchos de lanas, tejidos por hábiles manos de mujer, mientras los hombres siembran y cosechan papa y trigo.

Para sorpresa de los visitantes, Gavidia vive un día especial: en la escuela hacen su examen los primeros once graduados de la alfabetización. Gregorio, Odalys, Alí y Eduardo van a la pizarra, seguros y sin pena alguna, para escribir las palabras que el propio Felipe les va dictando. Eduardo, quien es el más viejo de todos, le dice al Canciller cubano: "Ya puedo ver, porque ya aprendí a leer y a escribir".

Emocionado, Felipe escribe en la pizarra un pensamiento de Martí, que todos leen con una fluidez extraordinaria: "Ser cultos es el único modo de ser libres". Leonela Relys, la pedagoga cubana que ideó el método de alfabetización Yo, sí puedo, enmudece, y Felipe confiesa que se le ha hecho un nudo en la garganta: "Este, les dice, es un derecho que va a conquistar un millón de venezolanos. Ustedes van a tener abogados, médicos, maestros. Y no piensen que me he vuelto loco, o que soy un soñador. En Cuba sucedió y aquí lo van a lograr. Los sueños de hoy son las realidades de mañana".

NOS VAMOS ORGULLOSOS...

Antes de emprender el regreso, y en medio de súplicas para que todos se quedaran en el examen escrito, el canciller Roy Chaderton les aseguró que ahora nadie podrá arrebatarles el conocimiento, porque esa es la mejor arma que poseen los hombres y mujeres libres: "Un arma que se lleva en el cerebro y en el alma. Nosotros estaremos agradecidos eternamente del inmenso esfuerzo y de la solidaridad de Cuba, que junto a 84 000 facilitadores venezolanos, sacaron al país de la oscuridad y la ignorancia".

Unas horas después, Felipe y el embajador Germán Sánchez Otero contaban a más de 600 colaboradores cubanos en Caracas de las emociones vividas en la visita a los cerros de Sucre y las montañas de Los Andes.

"Jamás nos olvidaremos, aseguró Felipe, de aquella gente que se puso su ropa de domingo para el examen, y nos pedían que nos quedáramos para que los viéramos demostrando lo aprendido, venciendo 500 años de explotación y colonialismo, para que fuéramos testigos de cómo los pobres triunfan y pueden derrotar a la desesperanza."


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Félix López y Ricardo López Hevia / Granma


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