La parapresidencia

I Lo ocurrido con Colombia no es un problema creado por Hugo Chávez, como sostienen los adversarios de éste -los de allá y los de acá-, sino por Álvaro Uribe. Como afirma el columnista estrella de El Tiempo de Bogotá, Daniel Samper Pizano, "el error de Uribe es la manera como metió a Chávez y la manera como lo sacó". Ahí está el detalle. Piedad Córdoba, por ejemplo, escogida por Uribe como mediadora, dijo en el Congreso colombiano: "Uribe me calentó el oído para que participara en el proceso de paz.

Aceptó la posibilidad de una Constituyente y de negociar con la Farc sin que entregaran las armas". Así es Uribe: ladino, calculador, elusivo. Su carácter da para todo: para ser uno de los padres del paramilitarismo, sustentando las posiciones políticas más reaccionarias y, paralelamente, coquetear con Fidel y Chávez. No hay duda, tiene estómago de avestruz.


II
Él niega los vínculos con los paramilitares, pero todo el mundo sabe en Colombia de sus nexos con ellos.

Sabe que en el origen de ese movimiento sanguinario, mafioso, que durante años cabalga sobre la droga y el Ejército, está la familia Uribe. Y él en particular.

Que alimentó el fenómeno desde las posiciones que alcanzó en la administración pública antes de ser Presidente y con recursos económicos provenientes de operaciones poco santas.

¿Cuántos votos y poder le aportó esa alianza innombrable? El escándalo de la parapolítica, que en cualquier otro país habría significado el enjuiciamiento del Jefe del Estado por los nexos evidentes con el delito, mantiene en chirona a una treintena de parlamentarios uribistas y a otros tantos procesados, como un primo hermano suyo con mucho ascendiente.


III
Cuando las mujeres se deciden a hablar -o a escribir- son temibles. Un ejemplo es la presentadora de televisión más famosa de Colombia, la hermosa Virginia Vallejo, ex amante -entre otros- de Pablo Escobar, el más mediático y audaz narco colombiano. A esta mujer la DEA la sacó del país en el 2006 porque su vida corría peligro por haberse convertido en testigo clave de dos procesos criminales muy importantes: el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán y el asalto al Palacio de Justicia.

Ella acaba de publicar un libro, Amando a Pablo, Odiando a Escobar, auténtico best-seller en el que Uribe sale muy mal parado. Sobre él recaen insinuaciones maliciosas, menciones suspicaces y comentarios que quizá en otras circunstancias y con otros personajes podrían ser desdeñados, pero que en el caso de Vallejo tienen particular connotación.

Vallejo no escribió el libro: se lo escribieron con las confidencias que ella aportó. Y la conclusión que sacan en Colombia analistas políticos de relieve y acreditados medios de información, es que siendo Virginia Vallejo un testigo protegido de la DEA, todo cuanto haga y diga tiene un determinado propósito. ¿Se trata de un tiro de advertencia a Uribe? No tiene nada de raro. Una forma de mantener con la brida corta al personaje.


IV
Uribe sabía que Chávez no asumiría pasivamente el papel de facilitador. Uribe lo conoce. Sabe que Chávez es un dinamo y que, además, está convencido de la salida pacífica en Colombia porque no hay otra. ¿Qué lo llevó a facilitar la participación del mandatario venezolano? La opinión más extendida es que en él influyó la difícil situación que afronta. Problemas graves para la firma del TLC con EEUU, y el tema de la parapolítica que avanza como una gangrena; que amenaza con involucrarlo tarde o temprano. En su cálculo aparentemente no figuró el dinamismo que tanto Chávez como Córdoba le imprimirían a la gestión encomendada y el calibre de las presiones que desató el protagonismo de su homólogo. Los disparos no se hicieron esperar. Su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, en un foro organizado por "Diálogo Interamericano" en Washington, descalificó el papel del Presidente venezolano con el lenguaje cargado de odio con que siempre se refiere a él. Luego siguieron las consabidas reconvenciones de los medios, de políticos tradicionales, personajes del mundo económico, voceros de la oligarquía y, por supuesto, las manipulaciones desde la Casa Blanca. La verdad es que un hombre que en realidad no cree en acuerdos humanitarios, que sabe que políticamente vive del clima letal de guerra que hay en su país, tenía que hacer lo que hizo. Y lo hizo de manera brutal. Con la excusa banal de una comunicación telefónica de Chávez con un jefe militar. Por eso, vía reproche, escribe Daniel Samper: "No se entiende entonces cómo juega (Uribe) con las esperanzas de los compatriotas y los sentimientos de los secuestrados y de los familiares".

(Ahora se conoce que la fe de vida de varios secuestrados, dato clave para un acuerdo, estaba en manos de unos guerrilleros detenidos por el Ejército).

¡Claro que se entiende! Del pantano del paramilitarismo, la droga y los antivalores que impregnan la política colombiana y de un gobernante ligado a esos factores, nada positivo puede surgir para una causa justa y noble como los acuerdos humanitarios y la paz.


LABERINTO

Esta columna
fue escrita, obviamente, antes del acto electoral de ayer. Por tanto, no puedo hablar del resultado -el análisis lo haré en próximas entregas-, pero sí de lo que considero más delicado: la reacción ante el veredicto popular, cualesquiera que éste sea. Lo dije en esta columna el pasado lunes: si la decisión favoreciera al NO, la asumiría como demócrata. Por eso lamento que la oposición no adoptara una actitud similar. Por el contrario, con el mutismo o con la irresponsable conducta de ese sector descalificando al CNE y el manejo de la hipótesis de fraude, se alimentaron las expectativas de violencia. Pero si hay la intención de desconocer el voto del pueblo, quienes la auspicien cometerán un gravísimo error.

Contribuirán con los aventureros que, desde que Chávez arribó a Miraflores, no descansan en el fracasado propósito de acabar con el Estado de Derecho, la libertad y la democracia...


Un informe publicado
por el El País de Madrid confirma que durante el gobierno de Aznar los "primeros 23 presos que llegaron a Guantánamo en enero de 2002 provenían de la base militar española de Morón. Estas personas fueron detenidas ilegalmente y trasladadas en un avión militar C-141 Starlifter de la Fuerza Aérea de EEUU. Estaban esposadas, encadenadas por la cintura y los tobillos, cubiertas con capuchas y enfundadas en el mono naranja que se convertiría en símbolo de oprobio y desprecio a los derechos humanos". Comentario: este es el concepto que el inefable ex presidente del gobierno español tiene de la libertad, el debido proceso y la democracia. Es el mismo personaje que ataca a Chávez y se erige en defensor de la democracia en el mundo. Y el mismo que fue defendido por Zapatero y el Rey en Santiago.

Pregunta obvia: ¿Acaso Zapatero y el Rey avalan esa actitud de Aznar, o participaron de esa decisión violatoria de elementales principios humanitarios y del Derecho Internacional?

jvrangelv@yahoo.es


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

 jvrangelv@yahoo.es      @EspejoJVHOY

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